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¡Enhorabuena por la carrera y Feliz 2025!

¡Enhorabuena por la carrera y Feliz 2025!

El Club Deportivo Padre Basabe, felicita a todos los participantes en la XL edición de la San Silvestre Salmantina y al público que con su presencia y aplausos ha infundido ánimo a los corredores...

Microrrelatos presentados al XII Concurso "San Silvestre Salmantina"

 

# 369 Jonatan Penón Franch

 

Promesas

Cada Año Nuevo, Ana y yo hacíamos una promesa, y quién la incumpliese, debía encargarse de llevar al niño a natación todo el curso.
En mi afán por enaltecer la vagancia, busqué algo para el 31 de diciembre y desentenderme el resto del año. El niño sugirió correr la San Silvestre salmantina. Me vale.
Ana empezó a entrenar tras el verano. Menuda infeliz. Cuando me enteré qué nuestra categoría debía recorrer diez kilómetros ya había pasado el puente de la Constitución.
Planifiqué correr 5 minutos diarios, e ir aumentándolo exponencialmente. A la semana, las agujetas habían encontrado un hueco en cada uno de los 650 músculos del cuerpo desde el que atormentarme.
Un amigo sugirió alquilar una silla Hippocampe y tirar de mí. La idea casi provoca el divorcio. Fingí una torcedura, que tampoco cuajó.
Como soy muy testarudo, conseguí acabar la carrera al año siguiente.
Fuera de control, claro.

# 367 Ignacio Alcázar Gamarra

 

Se esfumó

La carrera maldita fue la que dejó de correr. Mientras los otros avanzaban, él retrocedió hasta la línea de salida en el Paseo de San Antonio torció por la Calle Paraguay...y desapareció en la Nochevieja.

# 366 Martín Jesús Damiani Rojas

 

Tarde de Evidencia

Hace quince minutos que corro, la sangre se agolpa en mi cabeza, la tensión en mis piernas abrasa mi ser, ojalá me consumiera. Lo que inició como llovizna se convierte en aguacero y me obliga a refugiarme.

Agazapado bajo un árbol advierto a un niño que juega con su perro. Le arroja una varita y el perro vuelve con ella. Al abrigo de mi trueno soy invulnerable a la lluvia; al abrigo de su inocencia ellos también lo son. Inhalo hierba y barro; exhalo alquitrán. Adelanto un paso fuera de mi madriguera, luego otro y de vuelta en la pista. Las gotas reventando sobre mis hombros se acoplan a mi cadencia. El niño y el perro ya no existen, acaso nunca existieron.

Corro a solas, ahora hace un minuto; y a la luz de este nuevo minuto comprendo que no hay mejor día para correr que hoy.

# 365 Marina González

 

Con un único dorsal

Hace siete años corriste la San Silvestre sin dorsal y sin nombre, en mi barriga, con escasos días de vida y sin que nadie siquiera imaginase tu existencia. Este año mi querida Alma, correrás por tí propia, con tu dorsal, con tu nombre y yo estaré con los brazos abiertos esperando por tí en la meta. Vivirás en primera persona todas esas sensaciones que te he explicado tantas y tantas veces. Espero que tu primera San Silvestre oficial sea tan especial como lo fue para mí aquella en que corrimos las dos juntas con un único dorsal y en que sólo una cruzó oficialmente la meta.

# 364 Adrián Moro Sánchez

 

VOLVER A VOLVER

Entre luces y sombras fue capaz de construir un camino, no más meritorio que el de cualquier otra persona y sus diarios esfuerzos, pero con piedras, baches y subidas jamás buscó desarraigarlo de sus pies.
No concebía contar por extraordinarios sus pasos, pero si dejar una huella en cada impredecible día, pues horas se cuentan por cientas en doce meses, aunque él a ochocientos metros de altitud siempre depositó confianza en una palabra: Volver.
Cuando la oscuridad le visitaba tan temprano, tanto que su corazón podría apagarse, recordó que en las veces dolor y amor se encuentran unidos en los mortales, y (aun siendo uno de ellos), eligió morir viviendo en forma de zancadas y pulsaciones anómalas, con la fuerza de un recuerdo presente.
Un último domingo, de diez kilómetros.
Diez que deriven en otro día primero, para volver y recordar, que vivir no es sólamente respirar.

# 363 Miguel Alfredo Quispe Perez

 

LA META

Fuerzas más allá de la comprensión y el entender entonces no se pueden descifrar; y sucede como sucede ahora mismo, que los fuertes y de más experiencia, se adelantan ahora más rápido por la arena que los menos experimentados y de menos faenas. Un cúmulo de gladiadores de piernas que al entrar en la última vuelta sacan a relucir como los guerreros las verdaderas fortalezas de sus fuerzas en un combate de jadeantes acezares que culminan en la llegada a la meta del más resistente paladín de la San Silvestre Salmantina. Su corona no es el premio, es la integración misma de una muchedumbre al que se reunieron miles de almas para elegir sin duda al más apto en la arena como representante de este año, ...porqué la vida, Muchachos, es una carrera, y la arena,... son tus metas.

# 362 Raúl Clavero Blázquez

 

Zapatillas

Eran extraordinariamente caras, pero no pude evitar probármelas. Me quedaban como un guante así que me las dejé puestas y las compré. Salí a la calle entusiasmado, y entonces, en lugar de girar a la derecha, mis pies decidieron ir a la izquierda. Recorrí con paso acelerado calles que apenas conozco y de golpe me vi en medio de la San Silvestre, adelantando atletas a una velocidad a la que jamás había corrido. Sin saber cómo, crucé la meta en primer lugar. No me detuve a recibir las felicitaciones y enseguida Salamanca quedó atrás. Atravesé campos, carreteras, montañas. Creí que al llegar al mar frenaría. Me equivoqué. Ahora corro entre los peces y he conocido una sirena pelirroja que me canta al oído cada noche. Pronto colgaré mis zapatillas y juntos buscaremos un lugar en el que vivir. Hemos oído que la Atlántida está preciosa en esta época del año.

# 361 Ana Jiménez Martín

 

Desde mi ventana

Aquella noche fría y helada de invierno, veía la San Silvestre Salmantina desde mi ventana. Y recordé porqué estaba allí.
El año anterior,mi ilusión estaba a punto de llegar a la meta con las punteras de mis zapatillas, cuando una tormenta de niebla lo envolvió todo. Acto seguido,un todo terreno irrumpió y cortó de cuajo las caras alegres y chistosas,los gritos de ánimo y los aplausos encendidos.
Caí al suelo,mi dorsal se enfangó en el asfalto, el dolor me invadió y mi alegría se evaporó.
Con el tiempo me pregunté cómo el destino se volvió cruel conmigo, y tuve que aferrarme a la frase de una afamada artista que reescribí para mí misma:"Tengo imaginación para volar".Hoy soy escritora.

# 360 María Camila Perdomo Rodríguez

 

El umbral de un año nuevo

Gregorio corría la San Silvestre Salmantina. La sombra ondeante que lo perseguía, le recordaba de forma interminable que el mundo desaparece y sólo queda el asfalto. Los latidos del corazón rebotaban en sus costillas como un tambor, en su garganta el aire se ahogaba en una barrera de la que parecía imposible escapar. Pero cada zancada lo empujaba más allá de esa frontera, desgastando el peso invisible que había cargado durante tanto tiempo. Las piernas ardían, el pecho amenazaba con romperse, y en el ardor liberaba un torrente de pensamientos, de miedos y heridas antiguas que se desmoronaban tras cada paso. A lo lejos, la línea del horizonte se difuminaba en un resplandor cálido, como si fuera un puerto al final de un océano muerto. Sintió un alivio profundo, ligero, sin lastre: así recibiría el año nuevo.

# 359 Enrique G

 

Una carrera entre sombras y leyendas

La noche de la San Silvestre trajo consigo una atmósfera singular. Los corredores, alineados en la Plaza Mayor, sentían que aquello era más que una simple carrera; percibían en su piel algo intangible que conectaba el presente con el pasado. A medida que avanzaban por las calles de Salamanca, las antiguas piedras murmuraban historias de estudiantes y sabios, resonando al compás del ritmo constante de sus pisadas.

Al pasar frente a la Catedral, un aire frío acarició sus rostros, deteniendo el tiempo por un breve instante; casi podían imaginar sombras de figuras antiguas corriendo junto a ellos, envueltas en capas medievales y compartiendo esa energía inquebrantable.

Al llegar a la meta, cada participante sintió que había recorrido más que una distancia. Por una noche, Salamanca les permitio formar parte de su historia.

# 358 Pedro Herrera Torquemada

 

El último tramo


Cada año, en el último tramo de la San Silvestre, se sintió como si la ciudad se transformara. Las luces de Salamanca brillaban más intensas y el frío dejaba de ser un obstáculo para volverse un susurro motivador. Montse miró a su alrededor: rostros cansados, pasos acelerados, respiraciones entrecortadas… y, en cada uno, un fuego especial. Correr la San Silvestre no era solo un ritual de fin de año, sino una especie de pacto con uno mismo. Al cruzar la meta, Montse sonrió. Como cada diciembre, la carrera le recordaba que en el fondo, vencer es solo una cuestión de seguir adelante.

# 357 XEMA GATNAU JOANIQUET

 

Lo importante es participar… dijo el Lazarillo

La “San Silvestre Salmantina” es una carrera competitiva y seria, pero lo importante es participar… y hacer trampas, pensó Marcos mientras, vestido como el Lazarillo de Tormes, aprovechaba los rincones y callejones de Salamanca, para "ahorrarse" algunos metros de carrera. Cada vez que reaparecía en el recorrido oficial, tras una travesía rizomática, veía cómo algunos espectadores se daban cuenta y soltaban carcajadas, entendiendo su pequeña picardía.
En la recta final, sin embargo, los otros corredores lo sorprendieron saliendo de uno de sus atajos. Entre risas, uno le gritó: "¡Así cualquiera, Lazarillo!". Aun así, le permitieron correr los últimos metros a su lado, riendo con él, en una buena muestra del espíritu de la carrera.
Al cruzar la meta, entre aplausos, Marcos entendió que había traído un poco la esencia del pícaro salmantino al corazón de la San Silvestre. Diferencia y repetición, esa es la cuestión central de toda tradición.

# 356 Montserrat de Marcos Ballesteros

 

Atletas que siembran

Atletas que siembran

Mis pies danzan solos a partir del anhelado sexto kilómetro, todo un hito para mí. Lo anhelo antes de llegar a él pero también lo hago después. Antes porque ya conquistada con creces más de la mitad de la carrera, no cabe no hacerlo lo que resta; y después porque pocas otras cosas logran compararse al arraigo y orgullo que la San Silvestre Salmantina sacude en mí. El dorsal es testigo de cada paso que se oye y el frío sudor por llegar a la meta representa cada alentador aplauso. Libero endorfinas como quien arroja semillas. Al sexto kilómetro germinan y en la meta recojo las flores, aún más coloridas que la multitud de disfraces que han alegrado mis ojos durante el camino. Éstas me dan fortaleza hasta la próxima San Silvestre.

# 355 Edgar Romero Cabrejos

 

Mi campeona

De pequeñita ella corría como una gacela por el parque. Me encantaba verla ir a toda prisa, disfrutando del viento acariciando su carita y haciendo brillar sus ojitos. Yo le ayudé a dar sus primeros pasos sujetando sus manitas. Ella parecía un patito balanceándose torpemente, queriendo asentar bien sus piecitos, entusiasmada de ir por la sala, descubriendo un nuevo mundo, lejos de su corralito. Cuando cumplió doce la inscribí en una carrera. Ella no ganó, sin embargo hizo su mayor esfuerzo llegando a la meta riendo, feliz de haber competido. Esa es la magia del deporte, la alegría de participar y llegar. Hoy ella estará en la San Silvestre Salmantina, se hará otra vez una cola con su pelo, llevará su cronómetro puesto y yo estaré en la meta esperando su llegada. Seguramente no ganará pero eso no me importará porque, para mí, ella es mi eterna campeona.

# 354 Antonio Sensada Bautista

 

Va por ti

Esteban escupió al suelo. Estaba en mitad de la calzada. Era el primer año que no le apetecía correr. Chasqueó la lengua. Un gentío le rodeaba y las personas eran de todas las edades y todos hablaban con alguien salvo él. Le echaba de menos, por muy cascarrabias que fuera. Una mano en el hombro. Se giró y un anciano que podría ser su padre pero que no era su padre le recogió el dorsal del suelo, Esteban le dio las gracias, el anciano asintió y se alejó arrastrando las piernas y eran unas piernas secas y arqueadas con unas varices gruesas como lombrices que quedaban apretadas bajo las medias de compresión. Correr es de cobardes, le decía su padre. Meneó la cabeza. Fue tras el anciano. Una voz metálica anunció la carrera y un disparo la salida. Sonrió, miró al anciano, y echó a andar junto a él.

# 353 Alejandro Rojas Estrada

 

El objetivo

Cuando cumplí 18 años, estuve a punto de ahogarme. Evitaba recordar mi pasado por miedo al paso del tiempo, y el futuro, en cambio, me producía ansiedad.

Cada día corría a la iglesia de San Isidro, el padre Maturín me hablaba sobre la filosofía de Nietzsche y Albert Camus, pero no era suficiente. Solo lograba olvidar mis problemas en dos momentos del día: al dormir y de camino a la iglesia.

Una mañana, el padre Maturín me habló de una carrera llamada San Silvestre Salmantina. Vi algunos videos, y lo que transmitía esa carrera fue algo revelador: todas las personas se enfocaban en lo que tenían delante y no miraban atrás. Dejé de ir a la iglesia y empecé a sumergirme en mis pensamientos mientras entrenaba en el atletismo.

Llegó el gran día, y aunque no estaba al nivel de los demás competidores, aprendí una gran lección que nunca olvidaré.

# 352 Julia San Miguel Martos

 

El perdón

Comencé a correr después de las horas interminables que dediqué para volver a aprender a andar. Por las calles, bajo el sol, la lluvia y el frío, se apiadaban de mí, mientras yo aparentaba una fortaleza que se debilitaba por las noches. Después de todo, del sufrimiento, de la desesperación por no avanzar, de la lenta recuperación, verme con el dorsal a la espalda, esforzándome por llegar a la meta en la San Silvestre Salmantina, fue el mejor regalo. Estés donde estés, tengo que encontrarte… para decirte que no desistí en mi empeño, y seguí entrenando incansable, a pesar del dolor en cada uno de los músculos que no sabía que ni existieran. Sé que te hubieras sentido orgulloso de mí al oír los aplausos y los gritos de ánimo, los mismos que me dieron al salir del hospital, tullido y malherido cuando arrollaste con tu coche mi bicicleta.

# 351 Rafael Bellota Basulí

 

Todos ganan

Subía la cuesta de San Vicente con la lengua fuera ya. Detrás venían Fray Luis, Unamuno, Martín Gaite y Torrente Ballester. Iban lentos, pero sus palabras avanzaban más rápido que las mías; no podía competir ni siquiera para un microrrelato. Cuando nos acercábamos al río, me dejaron atrás. Fray Luis se dirigió al huerto. Don Miguel vio como soldados republicanos cantaban y se aproximó a ellos. Torrente Ballester y Martín Gaite se marcharon al Novelty a tomar un café. San Silvestre salmantina de ilustres salmantinos, donde voy yo corriendo tras ellos nada más que para poder aprender algo.

# 350 Antonio Ángel López Hens

 

Corriendo como un cobarde

Estoy postrado en la cama con la pierna escayolada. Martina está al otro lado del teléfono con los auriculares. Ella corre por mí. No sabe que anteayer me caí de la bici intentando espiarla. La vi entrar en el coche de Rogelio en el centro de Salamanca. Este le mostraba las zapatillas que iban a regalarme para mi cumple. Desgraciado de mí que pensaba que estaba poniéndome los cuernos… “Raúl… me estoy quedando atrás…” Escucho su respiración y me relaja. Me reprochó, con razón que nunca le digo nada bonito. Me invade un sentimiento de culpa. Siempre he sido un cobarde. Por eso corro todos los días por las noches, para olvidar mis errores de la jornada. Teníamos un plan para esta carrera… y para nuestra vida. Estoy llorando, tengo que arrojarme por una vez en mi vida… “Amor, te quiero…” Martina corrió como un gamo. Ganó.

# 349 Alejandro Miguel Toledo Arruego

 

Leyenda nº 324 sobre cómo ganar la San Silvestre Salmantina

Cada año, el primer corredor que pasaba por la primera curva camino del Paseo del Rollo sentía, en cada pisada, como despertaba el espíritu de un ser prehistórico que allí habitaba, insuflándole de fuerza en forma de adrenalina infinita, sintiéndose como un superhéroe, imbatible. Por ello, es importante, en la salida, imponer un ritmo infernal, sin mirar atrás. Cuando por fin lo consigues, ensayas la sonrisa del vencedor.

# 348 Javier González Sánchez

 

Un recorrido para el recuerdo

Último domingo del año. Mientras me siento popular entre la marabunta, bajamos por Canalejas conociendo que acabaré molido. Mis recuerdos cromáticos me acompañan igual que esos kilos de más adquiridos saboreando helados en el Toscano. Momento de girar la ruleta en los Bandos y saborear las medallas doradas, también escuderas de ese reloj que esta vez no espera. Nuestra Mayor pasión nos lleva a otear la tierra de Colón siguiendo la cruzada de San Pablo y, aunque la picaresca del Lazarillo sugiere no cruzar el Tormes, optamos por afrontar “la Muralla” para sentar cátedra con nuestro sufrido disfrute ante Fray Luis y continuar en Compañía. Lamentos, soledad y éxtasis tras superar San Francisco intensificados hacia Villamayor. Menos mal que solo queda Portugal y levantarnos por Comuneros, pero sin perder la cabeza. Mejor, a nuestro Rollo. Aprecio la meta, mi autoestima gana un día para el recuerdo y recordando a todos.

# 347 Samuel Salgado Cuesta

 

Ave fénix

Lo siento en el cuerpo. Desde aquí puedo apreciar cómo la brisa golpea en el rostro y llena los pulmones, cómo el corazón late con fuerza enviando la sangre a los músculos y cómo el sudor humedece la piel. Anhelaba tanto esta sensación... es increíble. Todavía recuerdo los largos días en el hospital, luchando por vivir. Todo el sacrificio que siente un atleta para volver más rápido y más fuerte… Fue duro, muy duro, pero he logrado llegar hasta aquí. Es todo un orgullo. Ya no importa ser otro, ya no importa cómo una luz cegadora terminó con mi otra vida mientras corría cerca del anochecer. Solo importa esto, y disfruto de ello. Y ahora, con la prótesis de mi pierna, puedo sentir de nuevo la emoción de correr una vez más.

# 346 Sergio Capitán Herraiz

 

Compañero

"No estoy fino, hoy al trote y sin forzar. Este modelo de zapatillas me encanta. Una más para el pecho y ya son treinta nueve, ni una edición hemos fallado. En la Cuesta de Oviedo siempre aprieto. Te estás cuidando y se te nota. Este ritmo es bueno. Una vez que cruzas el Puente Romano está chupado. Venga, kilómetro siete, ya lo tenemos hecho. Suave, que tengo las piernas cargadas. Una curva más y enfilamos el Paseo de San Antonio. Te quejarás de liebre. Lo mejor, la cervecita de después".

Aquella fría mañana miró al cielo y se frotó los ojos tratando de encontrar consuelo. Palpó en el bolsillo el dorsal de la última san silvestre salmantina con el nombre de Manuel. Se santiguó y se unió a la comitiva de coches directa al cementerio.


# 345 María Sofía Abarca

 

Gramática acelerada

¡Qué carrera, señoras y señores! Los escritores han estado entrenando a las palabras por más de un año. Los adjetivos se calzan las zapatillas y se ponen las medias de la suerte, los sustantivos se colocan los dorsales con orgullo y, los verbos, secándose el sudor de sus morfemas, ya hicieron la entrada en calor y posaron para la foto. ¡Ahí les traen agua los signos de puntuación!
¡Hay verboides que se han colado en el concurso de disfraces! ¡Un participio disfrazado de adjetivo! ¡Y ahí está el verbo “correr”, conjugado en todos sus tiempos, en todas sus personas y números! ¡Y las acepciones han traído sus entradas de diccionario!
Cada texto, con una ilusión lingüística y sintáctica, espera la publicación en la revista oficial.
El XII Concurso de Microrrelatos “San Silvestre Salmantina” lo hizo de nuevo: ¡qué hermoso es contar historias! ¡Qué mágico!
Es tan humano el lenguaje.

# 344 Iván Iglesias Iglesias

 

Metamorfosis

Metamorfosis

Ese día, ante mis ojos, mi niña se transformó.

Aún me levanto recordando las noches en el hospital, el pitido electrónico de un aparato que, como en una relación tóxica, odié y amé a la vez. Recuerdo como me temblaban las manos cuando aquél médico impasible me propuso la operación, no podía sostener su mirada cuando mi hija, sin dudar, afirmó que la haría, quise decirle que no se arriesgase, que no fuese tonta, pero me leyó como un libro abierto y con una simple frase “mamá, quiero correr” me dejó sin palabras.

Ese día pude ver a sus compañeros de atletismo sonriendo y cogiéndole de la mano, como tantas veces lo hicieron antes, como si nada hubiera pasado.

Todavía cuento incrédula a todo el mundo como una niña salió a correr, calentó las frías calles del invierno en Salamanca, y a la meta llegó un león.

# 343 Ángeles Ramos González

 

San Silvestre Salmantina: monumental...y ¡dinámica!

El río multicolor desprendía una ola de energía cinética, provocando un salto cuántico en la estática condición de las estatuas a su paso. Por la Alamedilla corretean un cerdito y una alegre señorita, acompañados por un Charro y su corcel.
En la Plaza, la turronera avitualla energéticas barritas de la Alberca. Churriguera y el Conde Francos, abandonan los planos, ¡se echan a correr!. Pepe Ledesma anima: “es latir de corazones, aunque corran… sin balón”. Lázaro y el Ciego intentan atrochar picarescos…el berraco les bloquea el paso. Farina entona la seguidilla para afrontar la cuesta de Oviedo. Nebrija lanza vítores, gramaticalmente correctos. Fray Luis trota por Libreros, doblando por las Cochas sus piernas se galvanizan con los acordes atléticosacros del Maestro Salinas. Maldonado en el Rollo incitando al sprint: ”¡no nos rendimos, Comuneros!”. En la meta el Carnicero del Museo del Comercio corta solomillos, no se ganan medallas sino suculentos ¡¡medallones!!

# 342 Emilio del Prado Benito

 

Una San Silvestre distinta

La primera gota de sudor descendía lentamente por mi frente y continuaba deslizándose suavemente por mi nariz. Todos y cada de uno de los mas de 600 músculos que poseo se encontraban en alerta, preparados para responder, sin embargo desde mi estomago me llegaba una extraña sensación, de que en cualquier momento me podría bloquear. Mi cerebro me decía: “continua Javi, vas a llegar, que no pasa nada, lo conseguirás”. Pero mis piernas no querían avanzar. A mi alrededor la multitud seguía avanzando con facilidad, agraciados como por un don que les permitía librarse de todos los peligros. De repente suena el altavoz: “última llamada, Luis López, acuda a consulta de 3 de psiquiatría. Luis López, consulta 3”. Quizás estos últimos metros, me acerquen a la salida.

# 341 VERONICA F

 

Hacia la meta y más allá

Se despliega la mañana de San Silvestre y él se acerca, envuelto en su sudadera, los ojos brillando entre el sueño y la ilusión. Mi hijo, a quien acompañé en sus primeras carreras, ahora se desliza hacia la línea de salida, dejando en cada paso un rastro de risas infantiles y desafíos compartidos. Sus piernas ya son fuertes, y sus zancadas comienzan a desafiar las mías.

Me acerco, le doy un abrazo y siento su pulso acelerado, el eco de sus nervios y su alegría, vibrando en sus venas. Sé que corre hacia la meta, pero también hacia algo más: hacia un mundo propio, donde cada kilómetro lo transforma. En su rostro, apenas escondido entre gotas de sudor, noto como el niño que fue empieza a cederle el espacio al joven que será. La cáscara de su infancia se va desprendiendo en cada pisada, desintegrándose al ritmo de su carrera.

# 340 Aránzazu Hernández García

 

El running es el nuevo Tinder

Llevaba horas frente a la pantalla mirando fotos de chicas que mostraban su mejor sonrisa acompañadas con frases bonitas o fondos de lugares de ensueño. Comparé a cientos de mujeres con ella, pero todas perdían frente a su imagen idealizada.
Ana y yo compartíamos nuestra pasión por correr. Nos inscribimos en todas las carreras y maratones conocidas. Cuando corría a su lado, rebosante de adrenalina, sentía que mis pies apenas rozaban el terreno y adelantaba a todos mis rivales sin esfuerzo.
Cuando me dejó, yo descontaba las horas del contador de la San Silvestre Salmantina, para asegurar nuestra participación. Al marcharse, se llevó nuestros dorsales y mi motivación para correr.
Meses después, tumbado en el sillón seguía escurriendo los dedos por la pantalla, cuando de pronto, ahí estaba ella, distinta a las demás, con la nueva camiseta de la carrera y una invitación en la mirada a dejar de deslizar.

# 339 Jorge Luis Pereira

 

El Último Aplauso

La muchedumbre ruge alrededor, pero yo solo escucho un silencio profundo, como un eco que roza el alma. Llevo la camiseta de mi padre, esa reliquia que guarda el aroma de días enterrados, y avanzo, sintiendo que el tiempo se pliega, como un viejo cuentista que me envuelve en su historia muda. Cada paso se convierte en un pacto con la ausencia, una danza en sombras donde él, de alguna forma, revive al borde de mis movimientos.

El pulso del camino late bajo mis pies, y aunque el cansancio me invade, siento su presencia, una brisa cálida en la nuca, un empuje invisible que me sostiene. Al llegar a la línea final, el estruendo se convierte en algo más que ruido; es una revelación, una ovación que siento como suya. Allí estamos, juntos en un instante suspendido, mientras él vive en la tenue respiración de un momento eterno.

# 338 David Balbás Pajuelo

 

Mis zapatillas rodantes

El aire es frío; el asfalto se encuentra ligeramente humedecido. Me calo la gorra y miro nervioso a mi alrededor. Todos me observan, algunos lo hacen con cara de superioridad aunque son los menos. La mayoría me regala una palmada, una palabra de aliento o un gesto de complicidad admitiendo que también soy de los suyos. El reloj casi marca la hora de salida. Sé que llegaré el último pero no me importa; no pienso perderme esta San Silvestre por nada del mundo. De repente, un sonoro pitido y a continuación el jolgorio de los corredores y espectadores anuncian sin duda el inicio de la carrera. Yo tomo aire e impulso con todas mis fuerzas mi silla de ruedas. Adoro el atletismo, aunque ahora lo practique desde mis zapatillas rodantes.

# 337 Carlos Alberto Pérez Triana

 

Reino animal

Despertó temprano el conejo. Era el día de la San Silvestre Salmantina. Envuelto en la neblina del frío amanecer realizó ejercicios de calentamiento para luego encaminarse al punto de partida. Allí encontró rivales a considerar en sus aspiraciones de alcanzar el podio y otros menos preocupantes, como la tortuga a su lado; siempre candidata al último lugar. Curioso aprovechó la ocasión para conocer los motivos de su persistente participación. La tortuga dio sus razones. Todas validas, aunque insuficientes para el conejo que, dando saltos en el lugar, insistente preguntó: ¨ ¿Y ganar? ¿Ganaaar?¨ La tortuga reconoció lo gratificante de triunfar, sin embargo, disfrutaba principalmente ser parte de un evento trascendental para la ciudad.
Al sonar el disparo de salida, el conejo, no partió veloz en busca de la meta. Esta vez acomodó su paso al lento andar de la tortuga. Llegaría último, pero alcanzaría el mayor premio: un nuevo amigo

# 336 Marco Polo Contreras Uribe

 

Pies Alados

En la víspera del renacimiento, Salamanca despierta con alma de fuego. La San Silvestre, un río de estrellas que fluye por calles empedradas, lleva a los soñadores a la meta del sueño.

Corazones que laten con pasión, pies que vuelan con esperanza, se lanzan a la noche de plata. La Plaza Mayor, un trono de gloria, les recibirá con aplausos de ángeles.

La Catedral, testigo silente de la historia, bendice a los héroes anónimos, sus pasos ritmando el pulso de la ciudad. La noche se viste de magia, faroles que iluminan sonrisas y sudor.

En el umbral del nuevo aliento, Salamanca encuentra su alma, su ritmo late con la San Silvestre. Un abrazo colectivo, un grito de libertad, un adiós al pasado, un bienvenido al futuro que nace.

# 335 AINHOA RIVERO MARTIN

 

Dorsal

Llevo el dorsal 1977, si me ves , atrévete a seguirme si puedes.

# 334 Isidro Fernández Bécares

 

La Salida


LA SALIDA

Son sólo diez kilómetros por Salamanca, pero apenas he entrenado este último mes, espero no llegar después de que hallan clausurado la meta.

Creo que estas zapatillas nuevas me aprietan demasiado, no tenía que haberlas estrenado hoy.

Voy a destensar un poco los cordones.

Hay demasiada gente, estamos demasiado pegados.

Tengo que agacharme.

Voy a tener que empujar a todos estos vigorésicos.

Lo consigo con dificultad.

Comparando mis zapatillas con las de los que me rodean, las mías son una mierda y las únicas nuevas.

Algo estoy haciendo mal.

Desato los cordones entre empujones, pisotones y pequeños golpes de todos los que me rodean. Se han olvidado de que estoy de cuclillas a su lado.

Dan la salida y no he terminado de atarme los cordones. Todo el mundo nervioso me empuja, me tiran al suelo, me pisan, me pasan por encima.

No sé si llegaré entero a la salida.

# 332 Joel Alejandro Medina Castillo

 

Mi Meta

Mi Meta
Al amanecer, Salamanca estaba bañada en un manto de rocío, brillando en arcoíris bajo los primeros rayos del sol. La San Silvestre Salamantina me esperaba, flexioné las piernas y respiré hondo, preparándome para competir. En ese momento, el aire frío me rodeó, como un recordatorio de la fuerza de la naturaleza que me esperaba, y en la quietud, solo el sonido de mi respiración rompía el silencio del amanecer.
El disparo caló hondo en mi interior. Mis músculos se tensaron, saltando a la vorágine. Carrera que había esperado todo el año se disilaba ante mí. El esfuerzo rompía todo en mi ser. La meta, borrosa, se acercaba a pasos agigantados. El primer lugar fue una ilusión de centímetros, y sentía que mi vida había dado un vuelco.
Mientras la euforia pasaba, mi mujer y mis hijas me abrazaban fuertemente. Sentía el triunfo enardecerse en mi interior. Había cumplido mi meta.

# 331 Fátima Chamorro Merino

 

Una pequeña escapada

Corre en la categoría de veteranos mayores de setenta. Se ha inscrito como Luis Varela, su apellido materno. Reconoce que ha perdido forma. Antes se ejercitaba, a escondidas a veces, porque no estaba bien visto en su entorno. Pero en los últimos años se ha movido realmente poco. Primero el encierro, luego el estatismo involuntario… Tampoco ayuda demasiado la indumentaria que lleva puesta, aunque hay un grupo que le sigue de cerca y viste igual que él. El público le jalea y se ríe a su paso. No lo entiende, siempre ha sido un hombre de Dios. No importa… está disfrutando del frío de diciembre, que le enrojece el rostro y abre sus pulmones. Es un placer notar el suelo salmantino bajo sus pies. Aunque tenga que levantarse los hábitos para liberar sus zancadas. Aunque sepa que esa noche volverá a ser la impávida estatua de fray Luis de León.

# 330 Álvaro Espada Amador

 

El poder de la libertad

Las calles de Salamanca vibraban con energía. Me había convencido de que nunca más volvería a sentir esta sensación, pero aquí estoy, en la línea de salida.

El pistoletazo suena y, con él, una mezcla de nervios y adrenalina me impulsa hacia adelante. Al principio, siento la tensión en mi pierna, un recordatorio de la lesión que casi me detiene. Pero a medida que corro, esa ansiedad se disipa, reemplazada por la euforia de estar en movimiento. Cada zancada es un paso hacia la libertad que creía perdida.

El apoyo del público me rodea, y sus gritos me dan fuerzas. Al cruzar la meta, una oleada de felicidad me envuelve; he superado mis miedos y he vuelto a experimentar la alegría de correr. La San Silvestre no es solo una carrera, es un símbolo de mi renacer, un recordatorio de que la pasión siempre encuentra el camino de regreso.

# 329 Álvaro López Cabello

 

Bajo la superficie

El joven se calza unas botas de agua, se pone el dorsal, se ajusta la linterna frontal y accede a la red de alcantarillado. Suena la San Silvestre Salmantina y el joven arranca a correr bajo la línea de salida. Avanza sin vacilar por ese laberinto de diez kilómetros, cuyos planos ha memorizado, mientras el agua residual tiembla. Los cimientos de la ciudad se sacuden; las zancadas de los corredores retumban y despiertan las almas en pena del subsuelo. Envueltos en vagos recuerdos de lo que sus respectivas carreras pudieron ser, se unen al joven en su lucha. Lo impulsan a cruzar la meta y llegar a la boca de inspección más cercana. Asoma la cabeza para contemplar la cinta de meta aún sin desplegar. Sin importarle estar mugriento ni que el público esté presente, sale a la superficie y, por fin, las almas en pena pueden descansar en paz.

# 328 Ana Isabel Rodríguez Vázquez

 

Ausente

Ahí está, como cada 29 de diciembre, sudando la camiseta en la San Silvestre salmantina. Tiene once años y lleva cuatro, intentando llegar el primero a la meta. Hay que reconocer que no es un gran atleta, pero le pone ganas y entrena duro. No importa en que puesto quede, su madre está orgullosa y le espera para abrazarle. Le anima diciendo que habrá otras ocasiones para intentarlo. Pero no se siente feliz. Le habría gustado que su padre también estuviera allí. Y así es. Oculto entre la gente. Sin perderme ninguna ocasión importante. Porque, si me acercara, tendría que darle demasiadas explicaciones. No tengo valor, pero ahí estoy, aunque él no lo sabe.

# 327 Manuel Vega Pérez

 

Parto con ventaja

Cuando aquel exhausto corredor sacaba una gran ventaja a sus perseguidores y estaba a cincuenta metros de ganar en solitario la San Silvestre Salmantina, alguien le gritó desde el público:
—¡No te esfuerces más, ya es imposible que llegues al parto, has sido padre de una niña de tres kilos y seiscientos gramos!

# 326 PILAR ALEJOS MARTINEZ

 

SUEÑOS ROTOS

Antes de marcharse esta noche, papá le ha prometido que conseguirá el dinero como sea. Que por él ganará la carrera de la San Silvestre Salmantina. Así podrá sentirse muy orgulloso de ser su hijo. Sabe que le gustaría estudiar, pero que se avergüenza de no ser capaz de hacer los deberes. Y que, si no consigue pronto los libros de texto, el profesor lo suspenderá. Está demasiado cansado de inventar excusas. Si papá cumple su palabra, volverá al cole sin tener que tragarse sus lágrimas. Porque los hombres no lloran, como dice papá. Y él ya no es ningún niño. Se quedará dormido mientras espera su regreso. Hoy se permitirá soñar con vivir cómo una familia normal.
De madrugada, un estruendo de cristales rotos disparará una alarma silenciosa. Antes de que finalice la carrera, un ulular de sirenas policiales interrumpirán sus sueños y se harán realidad sus peores pesadillas.

# 325 Jose Luis Blanco Corral

 

Paso a paso

Pensé que no saldría con vida de aquella cama de hospital. Me prometí que si lo superaba, correría la San Silvestre con un amigo de mi universidad.
El creador, sea quien sea, me ha dado una segunda oportunidad y la pienso aprovechar.
Salamanca me vio nacer. Salamanca me verá correr. Salamanca me verá vivir.

# 324 Viviana Jiménez Lascano

 

Mente y cuerpo en disputa.

El ardor de las pisadas, duele y, si duda alguna, murmura el sudor a la respiración. ¡Descansa! ¡No vale la pena! Sin embargo, el inocente corazón bombea desesperado; quizás se ve, él solo conquistando la meta. Una vez más, la lucha mental comienza y admito que es un fastidio cuando no coopera y se enfrenta a mí, impetuosa y rebelde. Deseo tanto volver a saborear el gozo de lograrlo, sentir la satisfacción que no sabía que necesitada. ¡Sentirme fuerte al vencerme! Y ver el reflejo que vislumbro en los rostros de quienes admiran la carrera. Jamás olvidaré la imagen del año pasado…
¿Acaso soy yo? Ojos tan vivos que apenas fueron lavados por lágrimas de un sabor distinto. Un rostro hermoseado por la esperanza consumada de haberlo logrado. Un nivel distinto de conquista; la persona que inició la carrera fue muriendo mientras ahora me adoptó a esta nueva naturaleza.

# 323 Rodrigo Yañez García

 

Lo Logramos

Cada paso era un rezo. El aire quemaba sus pulmones y las piernas nunca las sintió tan pesadas, sin embargo, continuó. A la derecha, veía a los otros corredores adelantándola, y a su izquierda, imaginaba a Sofía riendo, sobrellevando el dolor.

—Corre por mí —había pedido desde la cama del hospital, con la voz rota pero con los ojos llenos de luz. El cáncer la consumía tal llama cruel. Ya no podía estar físicamente en el deporte, pero su corazón latía fuerte.

No ganó, pero había corrido por ambas y con sus vidas de la mano atravesaron la meta «Lo logramos, Sofía».

# 322 Gustavo Giuseppe Vargas Torres

 

Miren a ese loco

Mientras mi amigo se limitaba poner en duda mi velocidad, no le di importancia, pero cuando llegó a la burla decidí darle una lección. Apenas supe que había viajado para participar en la San Silvestre, tomé una maleta y aparecí en Salamanca la noche anterior a la famosa carrera.
No pude inscribirme ni tenía idea de cómo darle el escarmiento prometido, pasé la noche pensando. Al día siguiente, me vino la idea: salté desde la meta e hice el recorrido en reversa, nadie me pudo detener. La gente gritaba a mi paso. Hice acrobacias para esquivar al grupo de corredores, entre ellos vi al pobre tipo, batallando en los últimos lugares. Me miró con desconcierto, como si yo fuera un fantasma. Llegué a la línea de partida y miré a mi cronómetro. Con el tiempo que hice, habría ganado. Eso me bastó. Desde entonces, me ve y baja la mirada.

# 321 Carlos C. Rodriguez

 

Nunca digas imposible (para Sara)

Tras el accidente me aseguraron que nunca volvería a correr, corrí.
Aquí estamos, me dije, en la Salmantina. Ya queda menos.
Me dijeron es imposible, déjalo, no llegarás al primer kilómetro, llegué. Guiado solo por la voz de mi hija acompañándome hasta el final. Me enfrenté a mí mismo, a mis fantasmas; a aquel accidente de coche, un año atrás.
Si no corría aquí, lo perdía todo. ¿Qué pensaría Sarita de mí? ¿Qué pensaría yo?
Luché contra el frío, la lluvia, casi cayendo un centenar de veces, tantas como quise rendirme.
Sufriendo por dentro sin llegar a creérmelo del todo. Solo un poco más. Hombro a hombro con mis compañeros. Vi la meta, y sentí la piel de gallina.
Lo estaba consiguiendo.
Me dijeron que no ganaría, gané. Porque entre delirios y ensoñaciones, sin ser el primero, no hacía falta, alcancé la meta, abracé a mi hija.

# 320 Sergio Martínez Calvo

 

Déjate Llevar

Como todos los años, escucho el griterío y los aplausos.

Sonrío y miro a Manuel, mi guía, mi amor, mi todo.
Debido a mi ceguera, puede parecer que no transmito lo que siento en ese momento,pero Manuel me aprieta la mano, haciéndome sentir más segura y fuerte, los dos sabemos que en cada paso que daremos juntos en esta carrera, Salamanca y la San Silvestre invadirán nuestros corazones, pues, años atrás, aquí es donde nuestros caminos se cruzaron.

Pistoletazo de salida!
Vamos a ritmo rápido pero con cuidado de no tropezarnos y romper así nuestros sueños, independientemente del puesto final obtenido.

Al llegar a meta, Manuel me toca el brazo y deja que yo cruce primera, entrando un torrente de emociones dentro de mí, y eso, que todavía estaba por llegar la gran recompensa final, una deliciosa tapa de Jamon de Guijuelo y esperando ya la carrera del año próximo.

# 319 Mª Jesús Gonzalez Garrido

 

La clave del exito

La clave del éxito

Rubén lleva años corriendo la San Silvestre, y cada año es lo mismo: su camiseta “de la suerte” (la que estrenó cuando acabó en el puesto 42, su mejor marca), tres galletas antes de salir y el cordón izquierdo anudado dos veces. Nada puede fallar con el ritual completo. Pero esta vez, al llegar a la línea de salida, se da cuenta de que sus calcetines no son los de siempre. Comienza la carrera, y cada paso se siente como una sentencia. “Seguro que pierdo”, piensa. Sin embargo, al pasar la meta, para su sorpresa, logra batir su récord personal. Exhausto y feliz, se ríe de su superstición… hasta que una vocecilla en su mente susurra: “¿Y si el verdadero amuleto era el calcetín equivocado?”.

# 318 Yolanda Nava Miguélez

 

SANSIL 5.0

A unos cuantos palmos del suelo, apostados en toda clase de artilugios voladores homologados para la carrera, los atletas esperan el holograma que indique la salida. Las pantallas virtuales diseminadas por toda la ciudad transmiten el evento. Los corredores tienen por delante la vuelta al perímetro de la ciudad. A sus pies bulle el gentío que avanza hacia una meta que marca su frenética rutina, unos cargan bolsas de supermercado, otros ¡se afanan en tareas domésticas, algunos alzan la mirada “¡ah, la Sansil!” y lamentan no haberse apuntado, “para la próxima, sin falta” se prometen. El Paseo de San Antonio se estremece con el contacto de unas zapatillas gastadas, el anciano no se deja herir por las miradas burlonas ni las risas, mientras tenga un hálito de vida correrá la Sansil de siempre.

# 317 Carmen Elena Rojas Muñoz

 

CORRO, NO TE EXTRAÑO

Funcionando con mucha potencia, mi reloj seguía marcando, como el sonido seco del tambor cada segundo, cada minuto, rebotando en mi cabeza, imágenes, pensamientos locos y abstractos, buscando libertad; en las noches las válvulas de mis ojos se abrían, poco piadosas, pero amigas de mi soledad, el calor del trópico no calentaba, solo tormentas, ni el vacío sentía en mí. Él decidió marcharse, irresponsablemente había entregado mi existencia, como trofeo. Una noche de tantas enloquecí me puse mi ropa, mis tenis, de casa salí y corrí, en ese instante decidí agarrarme solo a mí, hoy feliz me inscribo en San Silvestre Salmantina 2024, quién oportuna llegó, salvando mi vida y encontrando mi propio amor, Yo.

# 316 Sergi Segarra Vilas

 

El corredor de la niebla

"El Corredor de la Niebla"
Aquella mañana de San Silvestre, Salamanca amaneció envuelta en una niebla espesa. Apenas se distinguían las figuras de los corredores, sombras veloces perdidas entre la bruma. Entre ellos, Clara creyó ver algo extraño: un hombre de figura delgada, con una camiseta anticuada y una sonrisa nostálgica, que corría a su lado sin decir palabra.
Kilómetro a kilómetro, Clara sentía su aliento y su ritmo, como si una fuerza invisible la impulsara. En la Plaza Mayor, rodeada de aplausos, giró para agradecerle… pero él ya no estaba.
Más tarde, al contar la historia, alguien le mostró una foto antigua: era Don Joaquín, un legendario corredor de la San Silvestre, fallecido hacía años. Desde entonces, dicen que, entre la niebla, a veces reaparece para recordar a los corredores que cada zancada queda viva en los ecos de la ciudad.

# 315 Fernando Andrés Chelle Pujolar

 

Almas

Nunca había sido corredor, sin embargo, aquel diciembre decidí serlo por mi madre. Ella había fallecido unos meses antes y yo le había prometido que algún día cruzaría la meta de la San Silvestre Salmantina por ella.
El primer tramo fue fácil, pero pronto el cansancio se hizo sentir. El aire helado me raspaba la garganta, y mis piernas empezaron a doler. En cada esquina de Salamanca me parecía escuchar su voz: "Corre con el alma, hijo. Los pies siguen solos cuando el alma corre".
Cuando entré en la Plaza Mayor, el bullicio de la gente me envolvió. Sentí que corría con ella, con su recuerdo empujándome a cada paso. Aceleré, sin saber de dónde salían las fuerzas. Crucé la meta y, al alzar los brazos, un calor inesperado me envolvió. Había corrido con el alma, y sentí que ella había estado ahí, cruzando conmigo.

# 314 J.L. Baños

 

EL BÁLSAMO

Yo llevaba enfermo varios días y tenía el deber de recuperarme a tiempo para correr otra nueva San Silvestre Salmantina. Ante lo apremiante de la situación, me dispuse a preparar cierto bálsamo elaborado a base de romero, aceite, sal y vino, que debería cocer sin prisa y, además, acompañar con ochenta padrenuestros y otras tantas avemarías, salves y credos y no pocas señales de la cruz a modo de bendiciones. Y aunque su ingestión me sentó de pena, puesto que en el Paseo de San Antonio ya comencé a sentir los primeros retortijones, que se acentuaron en la Puerta de Zamora, continué corriendo como mejor pude hasta llegar a la Plaza Mayor, donde, frente al medallón de don Miguel de Cervantes en la cara oeste, maldije el día en que a él se le ocurrió concebir el milagroso bálsamo de Fierabrás.

# 313 Manuel Sánchez

 

La meta no importa, es solo un rumor.

Corremos porque, de alguna forma, duele menos que el resto de las cosas. No importa cuántas veces me lo repita, el pulso en mi cuello me recuerda que estoy vivo, pero no es una metáfora. A lo lejos se escucha la meta, como un susurro, pero ninguno de nosotros la escucha de verdad. Cada uno lleva un ritmo propio, una historia que no se cuenta, una herida invisible que nos hace más o menos veloces. Al final, quedamos exhaustos, pero con el extraño alivio de haber quemado algo que necesitaba arder. Nos vaciamos para poder seguir.

# 312 José Alberto Ruiz Cembranos

 

Salmantina sin límites

Este año, mis brazos empujan cada centímetro de asfalto bajo la noche invernal. No hay manos de otros, no hay energía prestada. Únicamente soy yo, desgranándome en cada vuelta, en cada metro que se hunde bajo el peso de mi cuerpo y de mi fuerza. Cada diciembre, las luces brillan como estrellas cercanas y el bullicio se arremolina en torno a mí, como un latido colectivo que me impulsa hacia adelante. Los músculos duelen hasta la extenuación y el frío me corta la piel, pero no importa. Este año es la primera vez que avanzo por mí misma, y al hacerlo, siento que mi voluntad alcanza una meta que parecía imposible. En mis participaciones anteriores en la San Silvestre Salmantina, fueron las manos de mi padre las que empujaron mi silla. Hoy prometo ser yo quien prestará su ayuda a todo aquel que aún no pueda conseguirlo solo.

# 311 Jorge Almagro Bolivar

 

Corriendo para recordar

Atravesé corriendo la catedral. En cada zancada, el olor a pavimento húmedo me envolvía, como si Salamanca silbara animando desde sus entrañas. Sentía la influencia de antiguos corredores y el peso de historias eternas que la Plaza Mayor susurraba en cada adoquín. El viento helado y punzante me empujaba, mezclando mi aliento con el de extraños que corrían a mi lado, hermanos de sudor, cazando la meta y huyendo del tiempo. Con cada paso, el frío se volvía fuego en mis pulmones, y mis venas latían como un rugido ancestral que solo la San Silvestre encendía, pero con una sonrisa de satisfacción surcando mi rostro . Al cruzar la meta, el griterío de la multitud se volvió silencioso mientras, en mi sangre, en cada célula jadeante, supe que no corría para vencer, sino para escuchar la voz de la ciudad, que me susurraba desde el pasado: ‘Hoy corres para recordar´´

# 310 MARIA DOLORES CALABRIA GALLEGO

 

El último kilómetro

Cada año, la San Silvestre Salmantina reunía a corredores de todas partes, pero este año era especial para Marcos. Sus piernas temblaban al recordar las horas de entrenamiento y sacrificio. Al cruzar el último kilómetro, el bullicio de la multitud llenaba el aire. Sentía el aliento de sus compañeros y las voces de ánimo de los espectadores. Sus pasos resonaban en la histórica Plaza Mayor, donde la línea de meta esperaba.
Su corazón latía con fuerza, no solo por el esfuerzo, sino por la promesa que había hecho a su abuelo, un corredor veterano de la San Silvestre, que siempre le decía: "La verdadera victoria está en correr, no en ganar". Con una sonrisa y lágrimas en los ojos, Marcos cruzó la meta, llevando consigo el legado de su familia y la esencia de la carrera.

# 309 Angel Toribio Sevillano

 

Aa (Avisar a)

Mientras espera a que los corredores atraviesen el Paseo de Canalejas, Marta rompe aguas. Diego, dorsal mil quinientos, que enfila en ese preciso instante la Avenida de Mirat, nota un fuerte dolor en el pecho. Ella está perpleja, ayer comenzaba la semana veinticinco de gestación. Él está asustado, nunca había sentido un dolor semejante. Las personas que esperan junto a Marta consiguen sujetarla antes de que caiga al suelo, inconsciente. Los acompañantes de Diego no pueden impedir que se desplome contra el asfalto. Las ambulancias de la organización llegan en escasos minutos y de camino al Clínico consiguen estabilizar a ambos. Marta despertará después de una cesárea con su bebé sietemesino descansando en la incubadora. Diego ya no despertará.
— ¿Avisamos a alguien?, preguntan a Marta.
— Sí, al padre.
El tono de la llamada sonará amortiguado en el guardarropa de la San Silvestre, dentro de la mochila del dorsal mil quinientos.

# 308 Francisco Sacristán Romero

 

Emociones itinerantes

Se presentó una accidentada San Silvestre Salmantina con una ráfaga de viento que arrancó los dorsales a todos los atletas. Durante unos minutos los números quedaron flotando varios metros por encima de la tierra, como una bandada de aves que no se atreviera a emigrar, hasta que comenzaron a caer, poco a poco, sobre los espectadores, sobre el suelo, sobre mí. Un tembloroso cuarenta con bandera brasileña me abrazó y me fue imposible arrancármelo, de modo que no tuve más remedio que terminar la carrera. Entré en tercer lugar. Desde entonces vivo en Brasilia y entreno a diario. Ya me he acostumbrado a la caipiriña, pero sigo echando de menos Salamanca y pronto anunciaré mi retirada. Eso sí, lo haré con orgullo, en este tiempo he competido por todo el mundo y he logrado varias medallas. No creo que le pueda pedir mucho más a una humilde rana de piedra.

# 307 Marta Teresa Mora Martín

 

LOS CORDONES

…Y allí los vi aparecer a los dos, envueltos en sus gorros y guantes. A escasos pasos de la meta, frenaron de golpe.

Entonces, mi padre se agachó costosamente hacia él con la misma ternura con la que lo hacía cuando yo era niño, y fatigados, se volvieron a coger de la mano para continuar la carrera.

Alzaron el brazo para saludarme, pero solo pude contestar lágrimas.

# 306 Antonio Ibanez Esteban

 

Correrás hijo, correrás

Hoy es un día triste en la cabeza de Sergi. Un día de esos en que se ve todo negro y piensas que ya nada volverá a ser como antes.
Sergi reside en Valencia y todo a su alrededor ha sido destrozado por una terrible DANA. Ahora solo piensa en ayudar a la multitud de familias que lo han perdido todo.
En un momento de descanso, después de horas y horas retirando fango, le recuerda a sus padres el viaje que tenían previsto hacer en diciembre a Salamanca. Deseaba correr la San Silvestre Salmantina y llevaba tiempo planificándolo con mucha ilusión.
Con lágrimas en los ojos Sergi le dice a sus padres que ya no. Que no podrá cumplir su sueño.
Su padre con las mismas lágrimas, impregnadas de barro, no duda en responderle:
– Correrás hijo, correrás. Correrás por ti y por un montón de personas más –.

# 305 Daniel García Rodríguez

 

Nobleza obliga

Mi hermano siempre era el ganador. Por eso me invadió una alegría perversa cuando en la recta final vi como daba un traspié y parecía lastimarse el tobillo. Aprovechando que arrastraba una leve cojera, conseguí adelantarlo por primera vez en mi vida. Pero cuando estaba a unos metros de la gloria sentí una carga infinitamente más pesada que la fatiga, los calambres o la falta de aliento. Una victoria con ventaja sería la peor derrota, así que simulé una caída para que mi hermano me alcanzase y cada uno volviera a su posición natural. Me salió tan realista que sufrí una dolorosísima torcedura en el tobillo, pero al menos mi conciencia quedaría ilesa.
Mi hermano llegó junto a mí, pero en vez de pasar de largo sin mirarme, como hacían los demás corredores, me ayudó a levantarme y juntos cruzamos la meta en último lugar.
Milagrosamente, él ya no cojeaba.

# 304 Roberto Porras de Arriba

 

Una última vez

He pasado la vida corriendo. De niño recorriendo los cinco kilómetros desde mi aldea a la escuela sin detenerme para llegar puntual. Unos años después delante de los grises para que no me agarraran e intentar llegar a la democracia. También he corrido de trabajo en trabajo precario buscando un mínimo de estabilidad o ayudando a mi mujer para que no cuidase sola a nuestros hijos.
Ahora jubilado y con setenta y cinco años he empezado a correr hacia el olvido. Por eso cuando mi hijo y mi nieta me apuntaron para participar con ellos en la San Silvestre me pareció una buena idea. Quiero correr de nuevo, pero esta vez despacio sin prisa.

# 303 Oscar Eduardo Vivero Barrios

 

La Carrera sin Fin

Una tarde, Manuel dijo: —¡Ganaré la San Sil! —.
Comenzó a entrenar en una pista de polvo de ladrillo, que ya nadie iba, necesitaba de esa soledad. Cada dos kilómetros debía llegar a un tiempo cronometrado, lo que lograba después de días de intentos fallidos.
A medida que se acercaba la carrera, el polvillo de la pista se levantaba con más fuerza.
El 31 de diciembre, sus pasos en la pista se replicaron en las calles. En el kilómetro ocho, surgieron los problemas físicos.
—No hace falta que ganes —se dijo pero siguió.
Los últimos cuatrocientos metros los llevaría por siempre en la retina. Al cruzar la meta, fue la última vez que corrió. La medalla aún se mueve en su pared.
Desde ese día, cualquier desafío de la vida enfrenta con la misma determinación, un paso a la vez, con más fuerza cada vez.

# 302 Gonzalo Wielandt

 

El Regalo de San Silvestre

San Silvestre nos regala una vida desde "Salmantĭca" a Salmantina, pasando por cañones y miradores, donde los Pozos de los Humos dan la bienvenida a los corredores que con paso romano por la vía de la Plata desde la sierra de Béjar hasta las llanuras de la Armuña se peregrinan por la Pascua desde el siglo IV después de Cristo.
Jóvenes, mujeres y niños recorren Salamanca con gozo gracias al "perpetuo lugar de la felicidad", tal como lo bautizó Lope de Vega, donde se avizoran senderos de perpetua naturaleza y en el oeste la Siega con sus grabados paleolíticos nos reflejan a la era previa a San Silvestre de Salmantina.
No hay lugar donde no correr, porque el regalo de un santo romano a la vida "Salmantĭca" es la gracia de la Virgen Morena que intercede desde el Macizo al horizonte que avizoran los atletas.

# 301 Carlos Andrés González Mancera

 

Las deportivas barrocas

San Silvestre decidió premiar a cada uno de los participantes que lo tuvieron presente en sus oraciones. La edición más reciente se destacó por las peculiares zapatillas de estilo barroco que llevaron todos los competidores.

# 300 Abraham Tinoco Delgado

 

RESUCITAR

Jorge era un muerto en vida. Pasaba los días en la oficina sumergido en una rutina estéril y absorbente. Repleta de reuniones absurdas.
Se inscribió en la carrera por recomendación médica. El médico le dijo que su cuerpo estaba en perfectas condiciones, pero que su mente estaba a punto de colapsar.
Estaba preparado para renunciar a mitad de la carrera cuando aspiro la primera bocanada de aire fresco. Cerró los parpados y sintió el viento acariciando su rostro y comenzó a correr. A cada paso se sentía más rápido, más fuerte. Cada musculo se tensaba y entraba en calor, mientras dejaba de pensar y se concentraba en disfrutar el momento con la intención de que se volviera eterno.
Casi sin darse cuenta llegó a la meta y sintió una corriente eléctrica que recorría su cuerpo. Estaba contento. Había vencido a la muerte. Había vuelto a nacer. Para eso sirve correr.

# 299 Pablo Rafael Idrovo Recalde

 

MARATÓN

Acabo de ingresar al anillo atlético
por la general flamea mi bandera patria,
se la ve tan gloriosa…
ondea sin dirección, tiene su digna libertad,
y yo, que simplemente pretendía recorrer por los mercados comerciales.
Aún recuerdo que no tuve zapatos ni para ingresar a una pista atlética
fueron aquellos días que se transformaron en un sueño
pero alguien me extendió un par de sueños,
y después de algunos años
transitaba por las calles
colmadas de pistas atléticas en las tórridas avenidas.
Mi corazón palpita con fuerza…
¡qué entusiasmo!
cuando en cada paso el alma goza y no se espera el triunfalismo
porque apenas se empieza, se triunfa,
y cuando llegas a la meta, se disfruta,
habrá quienes compiten con el viento, yo no,
compito con mi ser,
el ser más feliz del universo.

# 298 Alejandro del Castillo

 

RENACER

—Dadme un punto en el horizonte y triunfaré— No me importa quién esté a mi lado, de dónde viene o si es el mejor, no me fijaré en ello. Tengo un punto en el horizonte y hacia él voy. Si hay piedras en el camino, puestas allí por el universo, es porque puedo con ellas, si no, qué absurdo sería el universo. Si llega la duda, la invitaré a tomarse una tasa de café. Si llega el cansancio, sonreiré y respiraré. Si tengo ganas de llorar, lloraré. El sol brillará en mi frente. Muchísimas personas me acompañarán en esta travesía que marcará en mi vida una transformación, pues aquel que ha de partir no será el mismo que ha de llegar, y cuando lo logre, abrazaré, sonreiré y miraré a aquellos que estuvieron a mi lado, agradieciéndoles por ser mis compañeros y por ser los testigos de mi propio triunfo.

# 297 Dan Apablaza Cueto

 

Escapulario de Tierra

Tres segundos antes de correr, intento inútilmente de calmar mi respiración. Es un lío esto de hacerse la mentalidad para empezar y terminar una carrera, hay que asegurarse las zapatillas bien puestas, fijarse la meta como único objetivo y pensar que... ¿Pero cómo es posible no pensar en esa vieja pista de tierra?, donde siempre corrí esperando verla entre el público. Mi madre fue la única que asistió a mis carreras y espero no decepcionarla aunque ahora tenga que verme solo desde adentro del pecho, donde la llevo como un diáfano escapulario grabado con su mueca severa y sus ojos amables.
Hoy sí llego a la meta, y aunque no gane el primero no me importará. De todos modos mi razón de correr nunca fue otra que ver su rostro sonriéndome entre las caras de la gente. Hoy también corro, querida Alicia.

# 296 Carmen Marcos Fernández

 

Nuevas metas

Respiramos juntos, corredores y calles, en un ritmo compartido, en un éxtasis de luces y sombras. Con cada paso, el año se desliza, se pierde en el asfalto. El calor de la ciudad me sostiene, me impulsa, su murmullo vibrando bajo mis pies, no existe tiempo ni distancia, solo movimiento puro, un instante suspendido, el sentimiento que solo en la carrera despierta.

Al final, nunca es una meta, sino un suspiro donde el año se desvanece, donde decimos adiós a todo lo que no fue y celebramos lo que vendrá. Solo en esa efímera libertad, el alma recuerda lo que es volar.


# 295 Isidoro García Marcos

 

AUTOVÍA BURGOS-PORTUGAL

AUTOVÍA BURGOS-PORTUGAL

Un motivo para visitar y disfrutar Salamanca. Una cita anual que se remonta a veinte años
Todo empezó cuando Jero y yo salíamos a correr en Valladolid. Su retorno a Salamanca fue el descubrimiento de esa ciudad con la cita anual de la Sansil
Dice el tango veinte años no es nada, pero en el caso de la Sansil es un referente en la relación con un amigo.
Veinte años son muchos y ha ayudado a enriquecer nuestra amistad y entorno.
Ningún año se han repetido las circunstancias en que se desarrolla; llegar a Salamanca ese día o el anterior, los prolegómenos, su celebración, el regreso a Valladolid
No puedo, por menos agradecer a la Sansil y a Jero que formen parte de mi vivencia.
Fin del “relato corto”

# 294 MARÍA NIEVES SORIA SOMOLINOS

 

DUO

Salimos juntos del Paseo de San Antonio. Corrimos a la par, al mismo ritmo, durante algún tiempo, pero al llegar al Puente Romano me adelantó bruscamente y desapareció. Hice lo imposible por seguir su estela, por alcanzarle, ¡nada! me había dejado atrás una vez más.
Lo encontré nada más cruzar la línea de meta cuando llegué, tras varios centenares de corredores, exhausto y al límite de mis fuerzas.
Es lo que tienen los deseos, y más los de triunfo, que corren libres a su antojo.

# 293 Marcela Gottschald Pereira

 

Me gritaron

Corría porque no sabía hacer nada más. Pero no sabía exactamente por qué, solo que, mientras corría, sus pensamientos no la acompañaban.
Así que esa se convirtió en su forma de lidiar con todo, aunque la llamaran loca o desocupada. Al fin y al cabo, siempre estaba así, huyendo de algo que nadie sabía que existía.
La inscripción no la hizo ella, pero se concretó. Y el día de la carrera, ahí estaba la loca de la calle, inquieta, como un caballo queriendo salir.
Y por primera vez escuchó su nombre gritado de una forma buena.

# 292 Miriam Lozano

 

La carrera de mi vida

Aunque el frío de hoy, día 29, intente detenerme, la meta está a 10,000 m. Son casi las 12:30 h, y mis latidos avanzan más rápido que el reloj. Hoy pertenezco al grupo "D", como Diciembre. Tic-tac… los recuerdos fluyen: mi PASIÓN por autosuperarme, la DISCIPLINA que me ha llevado paso a paso, y el ESFUERZO de correr cada día mientras otros dormían, en constante LUCHA contra mi voz interior. Tic-tac… el SUDOR cae por mi frente; mi atención está fija en esa meta, a tan solo 10,000 metros. Sí, tan solo 10,000 metros, y mi ENTREGA, mi constancia, mis madrugones y cada IMPULSO habrán valido la pena.

Suena el aviso; la carrera inicia. Es hora de dejar la mente en blanco, de sacar el ÍMPETU para dar el primer paso y seguir corriendo, una vez más. Para San Silvestre Salamantina, para quienes me apoyaron y, sobre todo, para mí.

# 291 Gabriel García Campos

 

Juntos cruzamos la meta

Todo empezó un viernes después de haber sido despedido. Trabajaba en una biblioteca en un pueblo de Salamanca. Antes de salir por la puerta miré al tablón de anuncios donde había un anuncio de la San Silvestre salmantina. Me acerqué para verlo mejor y me inspiró, encontré una meta: deporte, alimentación y sueño.
Llegó el día de la carrera, me desperté pronto, desayuné bien, me lavé los dientes, me vestí y salí por la puerta hacía la carrera.
Sonó el disparo, salí, me sentí orgulloso al ver que iba primero, miré hacía atrás y todos iban muy por detrás de mí. Aguanté y aguanté, pero en el kilómetro 4 me vino el flato. Bajé el ritmo. Cuando ya veía le meta, aceleré, quedaban los últimos metros para haber cumplido mi reto, me giré y paré al ver que el segundo estaba cojeando, le ayudé y juntos cruzamos la meta.

# 290 Enrique Pérez Badillo

 

Sobre un poste de luz en Plaza de la Merced

Días y noches transcurren pesados, muchas veces brillantes y llenos de viento, otras veces húmedos y oscuros.
He estado aquí desde que las calles son calles, he sido testigo de los cambios, de las caídas, de los amaneceres y de los crepúsculos.
La lluvia golpea sobre mi cada tanto. El sol lame mi existencia y la menoscaba poco a poco.
Las personas caminan sin mirarme jamás, sin imaginar.

Adoro Año Nuevo, pero si hay algo que de alguna forma brinda gozo a mi etérea existencia, imperturbable y metálica, es la plena certeza de que el último domingo del año llegará sin falta.

Me resulta en un ejercicio delicioso y doloroso de cavilaciones sin sentido tratar de dimensionar el placer humano que debe ser correr por el simple placer de hacerlo.
Me maravilla.

¿Y si tuviese un cuerpo para surcar Salamanca cada diciembre entre sudores y sonrisas?

Corre por mí, ¿sí?

# 289 Ana Isabel Canales Mendez

 

La carrera de la vida

Había una vez un niño llamado Juan, Juan lleva años haciendo atletismo y va a
correr en la carrera de San Silvestre Salmantina por fin, ya que tiene pasión por el
atletismo desde muy pequeño.
Una tarde del mes de diciembre, en clase, mientras que la profesora explica una
lección, Juan no presta demasiada atención ya que no para de pensar en la carrera
de San Silvestre Salmantina que es mañana.
Cuando llegó a su casa hizo el último entrenamiento antes de la grandísima carrera.
Más tarde Juan cenó y se acostó temprano.
En el día de la carrera Juan se dirigió a la línea de salida y después de unos
ansiosos minutos Juan ganó la carrera. Después de la carrera, Juan sintió en su
corazón todos los aplausos del público y a partir de ese día Juan se dedicó al
atletismo, que es la gran pasión de su vida.

# 288 Marta de Noguera Llorca

 

Una carrera de dos

Se posiciona en la línea de meta y lee “San Silvestre Salmantina” dibujado a sus pies. Ladea un poco la cabeza para estirar el cuello.

Se queda mirando su lateral, observando las manos en los reposabrazos y las piernas colgando de la silla. Sube la vista a sus ojos y se percata de que estos le brillan y se le dibuja una sonrisa en la cara. Sigue feliz, siempre ha sido feliz. Se le fue arrebatado eso que más quería y todavía tiene la voluntad de seguir día tras día, para apoyarlo a él, que a veces se pregunta por qué le tuvo que ocurrir tal desgracia.

Vuelve la cabeza al frente y, antes de que suene el pitido de salida, oye su voz gritando: “¡Corre por los dos!”. Se le humedecen los ojos y le regala una sonrisa de completa admiración a su padre. La carrera ha empezado.

# 287 Berenice García Campos

 

El último kilómetro

El sudor me resbalaba por la cara, me sentía mareado y me temblaban las piernas. No podía más, solo me quedaba correr el último kilómetro, estaba a punto de terminar, pero no podía más. Escuchaba los ánimos de la gente, “¡Tú puedes!”, escuché a una señora chillar, “¡ya casi has acabado!”, dijo un niño pequeño.
Había mucha gente corriendo alrededor mío, algunos me adelantaban, otros derrotados por el cansancio, se rendían. Pensé en parar, pero no lo hice.
Minutos después, pude distinguir la voz de mi hijo. Lo empecé a buscar con la mirada. Estaba a unos metros de distancia. Lo vi colarse en el circuito. Vino corriendo hacia mí, me cogió del brazo, y comenzó a correr conmigo. Y a pesar del frío de un invierno salmantino, percibí el calor de su mano. Y ahora, en mi vejez ¡Cuánto extraño la inocencia que me impulsó a cruzar meta!

# 286 Victor Hugo Riveros Rodriguez

 

El puente

A sus veinte años, Santiago corría por primera vez la San Silvestre. A mitad del recorrido, el puente romano se alzaba ante él, como una prueba de resistencia y de historia. Al poner un pie sobre él, imaginó a quienes lo habían cruzado siglos antes, llevando esperanzas y desafíos en sus hombros. Se detuvo por un instante, y en el silencio, comprendió que cada persona que corría a su lado también cargaba con su propio puente: responsabilidades, sueños, renuncias. Sintió que no estaba solo en su desafío, que cada uno cruzaba ese puente invisible hacia una versión mejorada de sí mismo. Con un nuevo aliento, retomó la carrera, sabiendo que lo importante no era llegar primero, sino llegar entero.

# 285 M.Carme Marí Vila

 

Objetivo (casi) conseguido

Cada final de año investigo para Sonia. Sospecha que su marido tiene una cita amorosa durante la Sansil. Las ediciones anteriores lo perdí de vista, así que me he preparado a conciencia para aguantar toda la carrera. Deja su casa ataviado con ropa deportiva y se une a otros vestidos como él. Esperan para tomar la salida. Felipe empieza con ritmo frenético. Lo persigo. Adelanto a muchos corredores sin verlo. Pregunto a uno de su grupo: cree que cogió un gorro de Papá Noel y quedó rezagado. Doy media vuelta y sorteo a los participantes, que siguen avanzando. Encuentro a los “papanoeles”, me dicen que Felipe debe ir en cabeza. Esprinto al límite de mis fuerzas y lo alcanzo. Me situo frente a él, solicitando sus intenciones. «Esta vez por fin iba a brindar el triunfo a mi esposa, pero acabas de llevarte la cinta de meta con la espalda.»

# 284 Paz Lucio Diez

 

Salamanca, la ciudad de la sabiduría y de la vida.

Sus zapatillas estaban atadas y alineadas en la línea de salida. Salamanca, el 29 de diciembre de 2024, se vestía de fiesta para la carrera popular. En su camiseta blanca, con letras azules, se leía: Esfuerzo, lucha, entrega, sudor, disciplina. La corredora sentía que en ese momento no solo corría por ella, sino por todos los que alguna vez habían vivido un cáncer.

Cada paso era una conexión con algo más grande: una comunidad, una historia compartida, un propósito. Salamanca susurraba su pasado en cada esquina, y con cada zancada, ella se sentía impulsada no solo por sus piernas, sino por una fuerza invisible, hecha de voluntad y esperanza. A medida que avanzaba, sus pensamientos se fundían con el mensaje en su camiseta.

Era una carrera física, pero también un viaje hacia lo esencial. Al cruzar la meta, entendió que había descubierto un rincón de eternidad en cada paso dado.

# 283 Pablo Daniel Ramos Infante

 

Séneca Velocista

Se conoce de un tal Séneca, vecino de la villa, de pensar mediocre. Por eso, cuando presentó su primer tratado de filosofía, todos se reían de la idea de que hubiese nacido de sus sienes. Las primeras alarmas nacieron cuando se le vio, por el puente romano, corriendo a la vez que escribía en un viejo legajo.
Tras unas semanas de carreras quedó el asunto claro: este hombre solo pensaba si corría. Sendos estudios, ensayos y deliberaciones fueron escritos por Séneca, hasta que un tal Marco le preguntó por la consustancialidad del ser.
La última vez que alguien le vio fue a la altura de Valdesalor, destino Mérida. Si alguien le vuelve a ver, se ruega difusión. Es fácil de caracterizar, pues escribe mientras corre y para solo para comer agua y pan con sal. También se ruega que no le hagan más preguntas a Séneca el Velocista.

# 282 Nel Sánchez Fernánfez

 

Melodía de Esperanza

El flautista miraba la línea de salida de la San Silvestre Salmantina desde un rincón, envuelto en su abrigo y su silencio. Lejos de los aplausos y la energía de la multitud, afinaba su instrumento. Nunca había corrido una carrera, pero sabía de ritmos y de respiración; y, ese día, quería ser parte de algo que uniera a todos.

Cuando el reloj marcó la cuenta atrás, comenzó a tocar. La melodía se coló entre los corredores como una caricia, alentando sus pasos en los primeros metros. Cada nota lanzada al aire parecía dar aliento a quienes se esforzaban por seguir adelante, y él, desde la esquina, los acompañaba en su travesía.

La carrera avanzaba y la flauta seguía, animando a los rezagados, inspirando a los fuertes. Al final, no había ganado ninguna medalla, pero había corrido junto a todos, en su propio maratón de notas y aliento.

# 281 Francisco Javier Moreno Maurel

 

LA SALIDA

Faltan unos minutos para que empice. Cada uno lo vive a su manera, estos minutos previos… Se palpa tensión, alegría, nerviosismo, entusiasmo…, por cada uno de los individuos que formamos esta muchedumbre compacta e individual al mismo tiempo. Cada uno de nosotros lleva dentro la razón por la que corre, compite o se pone a prueba. Noto en mí los latidos de mi corazón, mi respiración, y me invaden miles de pensamientos y recuerdos de todos estos últimos años después del accidente, de cómo me ayudaste y cómo me convenciste de apuntarnos hace un año a la San Sivestre Salmantina… Hace unos meses tú nos dejaste repentinamente sin previo aviso y muchos creyeron que yo no seguiría adelante con ello, que desistiría, que me rendiría, como muchas veces en mi vida ha pasado, pero nadie sabe que desde el día que te fuiste resides en mí. Preparados listos, salimos ya.

# 280 Sonia Lamela Prado

 

Líneas de meta a tus pies.

Mientras se viste y se calza las deportivas piensa que todos los días son una carrera, a veces de resistencia, otras con obstáculos, a ratos de relevos y no faltan las de velocidad.
Cuando se dirige al Paseo de San Antonio en Salamanca se mira los cordones y siente que es el único sitio donde persisten los nudos, los demás se han ido aflojando en cada carrera previa a esa maratón, algunos días bajo la ducha de la lluvia, otros sintiendo como el sol bronceaba su piel, en ocasiones contra un viento que la hacía sentir ligera, fuerte e incluso invencible como si aquel aire se llevase los males y "a los malos".
Llegado el momento corre con las piernas, con los pies en el suelo, respira con los pulmones y siente que vuela con el corazón.
Sus amigos no recuerdan en que puesto quedó pero sí su sonrisa ganadora.

# 279 Jose Ignacio Señan Cano

 

AIRE FRESCO

Dicen que es una carrera dura y exigente. Nunca la he corrido, pero no será para tanto. Unos cuantos kilómetros, algunas cuestas empinadas por calles asfaltadas y un poco de frío. Eso es todo.
Dan la salida y me coloco entre los primeros. De momento no noto el cansancio y eso que no he entrenado demasiado últimamente. Bueno, la verdad es que nunca he pisado un estadio ni un gimnasio. Mi único entrenamiento ha sido correr por el desierto para llegar a tiempo a los sitios.
Sigo sin notar el cansancio y algunos ya se van quedando atrás. Será la capacidad de resistencia, que se me habrá desarrollado después de ocho días metido en esa maldita barca, sin agua ni comida.
He cruzado la meta. Estoy en el pódium. Un par de zapatillas nuevas y un bocadillo son un buen premio. El aire fresco me seca el sudor.
Soy feliz.

# 278 Antonio Ruano Gómez

 

"La Última Zancada"

El último día del año, los corredores llenaban las calles de Salamanca, cada paso resonando como un eco de sueños. Julia corría al ritmo de su propio corazón, sintiendo el frío mordiendo su aliento. Había entrenado todo el año, no para ganar, sino para demostrarse que podía hacerlo.

A mitad de camino, un corredor tropezó delante de ella y cayó al suelo. Sin dudar, Julia frenó, le extendió la mano y lo ayudó a levantarse. "Vamos, esta carrera la terminamos juntos", le dijo, y los dos continuaron, hombro con hombro, impulsándose uno al otro.

Cruzaron la meta al mismo tiempo, entre aplausos y sonrisas. No ganaron una medalla, pero compartieron algo mucho más grande: la última zancada de un año y el comienzo de una amistad para toda la vida.

# 277 Maite Berrueta Santos

 

Travesía

Llegó un poco antes de la hora fijada para la salida. No había acreditado su derecho a salir en el lugar de los privilegiados y, aun así, creía firmemente que llegaría con los elegidos. Había cumplido con el ritual previo que reservaba para las pruebas importantes y llevaba las mismas zapatillas que el día anterior por las calles que le habían visto crecer. Su último entrenamiento, aunque eso solo lo sabía él porque no se había despedido de nadie. En esta ocasión, dada la distancia, una buena hidratación y alimentación iban a ser cruciales. Y el viento, sobre todo el viento. «Si el alisio se apacigua, la corriente hará el resto», pensó, y pasó su mano por la ajada madera de ceiba, el cayuco que le iba a llevar rumbo norte a la meta.

# 276 Josué López Serrano

 

Gritos alegres

Pablito estaba ya a pocos metros de llegar a la meta, casi a finales del maratón. Sus pies estaban cansados, tanto, que temblaban como las hojas de los arbustos cuando sopla viento fuerte. Su cuerpo estaba sudoroso, sus pasos eran ligeros. Cada movimiento que realizaba le proporcionaba más fuerza para seguir adelante. Pablito, sintió el sonido de la campana, había llegado más lejos de lo que se esperaba. Él sabía que podría llegar a la meta. Un sordo grito de esperanza salió de su corazón. Luego de eso, este, divisó el gran final por el que se había esforzado por tanto tiempo. El deportista pensaba llegar primero, mas cayó al suelo a veinte metros de la meta. Se adelantaron dos corredores, Pablo llegó tercero. Otro grito más, pero esta vez de orgullo, salió de su boca acompañado de dos saltos de alegría. Fue el mejor día de su vida.

# 275 FRANCISCO JAVIER SILVA

 

Zancadas de tinta

En la línea de salida de la San Silvestre Salmantina, eres un personaje a punto de ser escrito. El disparo inicial es el trazo de una pluma invisible. Corres. Cada paso, una letra; cada respiración, una coma.
La ciudad es un libro abierto. Tus pies narran una historia en el asfalto. Sudas metáforas. Jadeas símiles. El viento frío es un editor implacable que borra párrafos enteros de tu aliento.
Adelantas a un corredor: has superado un capítulo difícil. Otro te rebasa: un giro inesperado en la trama. El público que anima es el lector ávido de tu historia.
La fatiga es un bloqueo de escritor. La perseverancia, tu musa incansable.
Cruzas la meta. Punto final. Pero no, es solo un punto y aparte. Porque mañana, en otra carrera, en otra calle, seguirás escribiendo con tus pies la novela interminable de tu vida.

# 274 Mara Pérez Arruego

 

¡CORRE!¡COREE

¡CORRE!

Fue como si se parara el tiempo y todo el ruido que antes había, cesó. Eso solo duró unos segundos, después volvieron a empezar los gritos y el bullicio.

¡Cuidado, apartaos! Les avisé a los demás, pero a muchos no les dio tiempo a quitarse de en medio antes del gran estruendo.

Conseguí refugiarme antes de que aquellos gigantes pasaran corriendo a mi lado, a tan solo unos centímetros de mí.

Mientras me mantenía pegado a una gigantesca valla, vi a lo lejos un cartel con unas enormes letras en las que pude leer: “40 edición” y “Carrera San Silvestre Salmantina”. No entendía lo que significaba aquello, pero esos enérgicos seres no paraban de pasar corriendo a mi lado, en esa dirección.

Cuando por fin pude moverme, lo primero que hice fue buscar al resto de mi familia, para así poder regresar lo antes posible al hormiguero.






# 273 Olaya Sánchez Raisová

 

Pequeños pasos

El corazón parecía que iba salírsele del pecho, el aire frío le congelaba los pulmones, y las piernas estaban a punto de fallarle. La cantidad de gente que se concentraba a los lados del circuito iba aumentando, lo que significaba que el final de la carrera estaba cerca.
Cada músculo le dolía, pero debía continuar. Este año lo conseguiría, iba a terminar la carrera. Todo el esfuerzo, sudor y lágrimas no serían en vano. Una punzada le recorrió el tobillo derecho y frenó en seco. Oh, no. Se llevó las manos a la cabeza, respiró hondo y se concentró en mover el pie en pequeños círculos, tal como había dicho su fisioterapeuta. El resto de los corredores la adelantaron, pero no le importó. Solo quedaban ella y los ocho metros que la separaban de su objetivo. Prosiguió con pequeños pasos hasta poner un pie en la línea de meta.

# 272 OSWALDO LÓPEZ ÁLVAREZ

 

REFORMULANDO OBJETIVOS

Reformulando objetivos
Centenares de personas despiden el año corriendo. “Club, empresa y ayuntamiento en maridaje perfecto”, recoge el periodista en su artículo. Atletismo, espíritu deportivo, pundonor, esfuerzo, valor,…, generosidad demostrada. La salida bien controlada, la meta está por llegar. “La primera edición de la San Silvestre salmantina ha sido un éxito”. Fernando estaba allí.
Desde que el ictus debutó, el médico le aconsejó “ejercicio moderado y sin esfuerzos”. Casi cuatro décadas después, mermadas sus facultades físicas pero intactas las mentales y emocionales, no estaba dispuesto a renunciar. Se aleja el podio y el top diez. Cambio de objetivos: el ganador de tres ediciones se conforma con llegar. Primer kilómetro, luego dos, así hasta la recta final. Cruza la meta entre aplausos, premio claro a la constancia: un pin de ágata de la edición treinta y nueve. Ya está pensando Fernando en conseguir el rubí. Reformulando objetivos, siempre podrá triunfar.

# 271 Gonzalo Villamil

 

Corredores

La línea de largada ofrece un paisaje variopinto. La misma policromía humana que habita calles y oficinas. Algunos corren para ganarle al circunstancial competidor. Otros para vencer sus propias marcas. Y también tienen su lugar quienes corporizan que las cosas importantes de la vida no son agonales. Corren como afirmación jubilosa de la existencia que nos ha sido legada. Despliegan un diálogo ancestral entre alegría y movimiento.
Para ellos, tomar parte es un triunfo. La meta es acariciar el aire y sentir el palpitar del corazón que late, como un milagro cotidiano, con la frágil cadencia de los sueños.

# 270 Yiseth Paola Monterroza Ramos

 

TE ALCANZARÉ

1.070 METROS ES LA DISTANCIA ENTRE MI META Y YO. MI MIEDO LO HACE INTERMINABLE, PERO NO SABE QUE LA PISTA ES MI TEMPLO Y AUNQUE ENTRENE MI PIERNAS ES MI MENTE QUIEN ME HACE EL VERDADERO ATLETA, SIN LIMITES, SIN FRONTERAS. NO ES QUE SEA MUY JOVEN O MUY VIEJO,LA DISCIPLINA Y LA ENTREGA SON LA CLAVE, EN ESTA CARRERA LLEGAR A LA META ME HACE CREER QUE PUEDO LOGRAR TODO.

# 269 Estefanía Núñez

 

Voces en San Silvestre

La fría mañana del 31 de diciembre bañaba Salamanca en luz dorada. En la Plaza Mayor, la energía era palpable: la San Silvestre reunía a cientos de corredores, pero Clara, de quince años, sabía que esta edición era especial. Más que una carrera, era una declaración de intenciones.
Mientras se alineaba junto a sus amigas, circulaban rumores sobre una nota escondida en la ruta, un mensaje sobre el empoderamiento femenino en la ciudad. Al sonar el disparo, las jóvenes avanzaron, sus corazones latían al unísono, guiadas por la emoción y la curiosidad.
Clara encontró la nota en un rincón, justo antes de cruzar la meta. Hablaba de mujeres valientes que habían dejado huella en la historia. En ese instante, comprendió que no solo corría para terminar la carrera, sino para reivindicar su lugar en el legado de su ciudad. Con cada paso, se sintió más fuerte, lista para enfrentar el mundo.

# 268 Mireia Trilla Oliver

 

Hugo

Microcuento

# 267 Joimar Coromoto Rivero Meza

 

Por ellas

Tenía 9 años cuando escuché a mi padre hablar con un extraño sobre comprarle unas tierras, y el pago era yo, en ese momento decidí huir.
Salí corriendo, sin importar lo que dejaba atrás ni las miradas de las personas de aquel pueblo. El aire fresco, el latido que iba al ritmo de mis pasos y la fuerza en mis piernas me dieron algo nuevo: libertad. La misma libertad que siento al correr hoy, con cada paso en la San Silvestre, recordándome por qué sigo adelante. Porque no corro solo por mí, corro por todas a las que le han robado la libertad.

# 266 Alejandro Felipe Trento

 

Sólo por vivir

Aquel día parecía ser igual a los últimos. Una vida rota: un divorcio, sin empleo, la vejez golpeando a las puertas, los sueños olvidados... Al salir a la calle, el viento frío de Diciembre, me enseñó que todavía quedaba algo por vivir, por hacer. Así fue, como contra todo pronóstico, contra todo golpe de la vida, contra todas las voces que se empeñaban en convencerme que abandonara, completé lo único puro que me quedaba: la carrera de San Silvestre. Salamanca bullía en mi interior, como si fueran mis mejores años. La vida se asomaba y me enseñaba que zancada tras zancada, todo volvía a tener sentido.

# 265 Victor Alves Pereira

 

Adversario

Jadeo y sigo corriendo. Valoro los buenos pensamientos, pero lo que más disfruto del deporte es justamente este aspecto de entorpecer la mente, no pensar en nada, prácticamente meditar. Estoy enfocado en el que ya casi alcanza la meta de la carretera. No lo pienso, solo continúo. Continuar es lo que hay en una carrera, tan práctico y tan real, demasiado real. Ninguna fantasía, ninguna ambición ningún desamor : nomás continuar. Lo veo desde atrás, tiene un pelo así corto como el mío. Si no le sobrepaso, me pierdo la prueba. Parece que corre llevando consigo toda la ansiedad del mundo, aunque seguro que, como yo, no estará pensando en nada. ¿Qué efecto tiene pensar en las cosas? Correr nos ensina a vivir adecuadamente, sin que el pensamiento entumezca la vida. Cuando finalmente me adelanto, ya cruzando la línea de meta, puedo ver su rostro, una conocida cara. La mía.

# 264 JOAQUIN BORBALAN PALENCIA

 

El Último Sprint

La fría mañana de diciembre en Salamanca envolvía la ciudad en el bullicio de la San Silvestre Salmantina. Helena, junto a su hijo Juan, se preparaba con nervios y emoción. Para ellos, esta carrera era más que un evento deportivo; era un tributo al esposo y padre que habían perdido.

Al llegar al último kilómetro, Helena sintió que sus fuerzas flaqueaban, pero entonces escuchó una voz familiar en su mente: "Puedes hacerlo, Helena. Estoy contigo." Una oleada de energía la impulsó a alcanzar a Juan, que la esperaba con una sonrisa en la meta.

— ¡Vamos, mamá! ¡Hasta el final, juntos! —le gritó, tomando su mano.

Al cruzar la meta, Helena sintió una mezcla de agotamiento y triunfo, y las lágrimas nublaron sus ojos. Miró a Juan y comprendió que habían alcanzado algo que las medallas no miden: la certeza de que el amor siempre los haría avanzar.

# 263 Carlos Miguel Herrera Molpeceres

 

Onomástica.

¡ Cuarenta años de la San Silvestre de Salamanca ....... !. ¡ Y sigue creciendo ....... !. Su crecimiento ha sido exponencial, geométrico, desde el año ochenta y cuatro del pasado. ¡ Enhorabuena, a la San Silvestre de Salamanca, por muchos años más !. ¡ Larga vida ...... !.

# 262 Juan Llorens Aguilella

 

Estás corriendo

Estás corriendo. Vas bien. Miras el reloj: estás en el tiempo. Lo has entrenado mil veces, literalmente. Estás equipado, estás mentalizado, estás preparado. La 10.000 será tuya, y de nadie más. Hasta que, cuando menos lo esperas, te falla el apoyo. Algo del suelo, un mal movimiento, un despiste, un fallo de la zapatilla. En ese instante no sabes qué, pero algo te hace caer. Tu cuerpo golpea el asfalto cuan largo es: las piernas no reaccionan a tiempo, las manos intentan frenar el impacto, la cabeza golpea la dura alfombra que es la calle. Por un momento eterno, todo es en vano, todo está perdido. Pero no te rindes: luchas, eliges levantarte, decides sobreponerte al dolor, decides seguir. Tu vida es este momento. Derrótame, caeré cien veces: me levantaré, aprenderé, seré mejor. Esa es tu fuerza. Te levantas, corres. Miras el reloj. No puedes rendirte. Vas a ganar.

# 261 Nadia Julia Palombarani Mondino

 

El adiós

Mis tacones contra el pavimento marcando el tiempo de la noche,
poniéndole música la madrugada en que te conocí,
los semáforos en rojo que ignoramos,
las gotas y los bocinazos de aquella lluvia de abril,
la intimidad del cómodo silencio entre los dos
la risa que fue carcajada, la música de fondo,
el proscripto miedo al futuro
la mirada del otro, ciega, indiferente,
éramos solo nosotros,
la foto que quiso ser video ,
el chasquido del cinturón de seguridad,
el semáforo en rojo, la mirada cómplice, el brillo de tus ojos y tu expresión de absoluta felicidad,
el bullicio pleno de aquella jungla urbana de la que éramos ajenos,
el sonido de café cayendo en la taza por la mañana,
el reloj dando las doce campanadas, la ropa desperdigada por el suelo, el amanecer de aquel cielo de las nubes grises como un Dios que acechaba,
el adiós que quise evitar y no pude.

# 260 Mª ESTHER RUIZ ZUMEL

 

"SOLIDARIDAD EN CARRERA"

En la fría mañana de San Silvestre, las calles de Salamanca despiertan llenas de vida. Corredores de todos los rincones se agrupan en la plaza, la emoción palpable en el aire. Entre risas y abrigos coloridos, un niño con gorro de reno se aferra a la mano de su madre. A su alrededor, los atletas se preparan, ajustando sus zapatillas y estirando músculos.
Al sonar la bocina, se lanza a la carrera, un torrente de energía y alegría que inunda cada esquina. Las luces y los gritos de aliento resuenan desde las aceras.
En un instante, el niño suelta la mano de su madre. Con un impulso, se une a la multitud. Corre, ríe y siente el viento en su rostro. No importa la meta, solo importa el momento. La San Silvestre no es solo una carrera; es el latido de una ciudad que despide el año con alegría.

# 259 Alba Arranz Prado

 

Mi mejor versión

Llevaba una vida huyendo de todo: del amor, del riesgo, del fracaso. Vivía este proceso en pausa sintiéndome altamente desadaptada. Hasta que un año en Salamanca, encontré el impulso que necesitaba: un cartel de la San Silvestre tirado en la calle Juan de la Fuente.
Lo incluí en mis propósitos de año nuevo y desde el uno de enero que llevo corriendo. Al principio no fue fácil pero luego me volví hábil. Correr fue el empujón que anhelaba: dejé el miedo a un lado y, en cada paso, me hallaba. Ya no era solo correr, era abrirme al riesgo, a sentir que soy capaz de levantarme si tropiezo. A pensar sin distracciones, reflexionar sobre lo que quiero en mi vida y actuar en consecuencia de forma activa.
Ya no huyo del amor, ni de una buena conversación, pues al correr encontré mi mejor versión.

# 258 Miguel Nombela Blázquez

 

Don Francisco enfurruñado

En la vetusta Salamanca, donde la piedra canta y el tiempo se detiene entre las sombras, se improvisa una farsa grotesca de cuerpos indolentes, más acostumbrados a la pereza que a la carrera. Tortugas empachadas, ataviadas con ropajes de algún carnaval olvidado, colonizan el asfalto como si huyeran de sus propias miserias. ¡Oh, qué espectáculo! Un harén de piernas y sudor que confunde la meta con un espejismo de gloria.

Mas, ¿a dónde van en su frenética danza? ¿Acaso creen que el laurel les aguarda al final de esta insensatez? Al traspasar el abismo de su vanidad, los héroes de esta mascarada se desploman, exhaustos y risueños, jadeando como peces atrapados en una red de sueños. Y así, el arte de correr se revela como una elaborada estrategia donde el sudor deviene en perfume del honor, y el estruendo de la muchedumbre, en un sonoro eco de la locura humana.

# 257 Javier Amado Canillas

 

La motivación de Abdel

En el chaflán del Banco Santander, sentado sobre un cojín de cartones, un muchacho negro y flaco, pide una ayuda para comer. El lugar- abierto a la plaza de San Antonio-- le permite ver con claridad la escultura “Homenaje al carnicero”, situada delante de la fachada del Museo del Comercio. Se fija en el hacha enhiesta a punto de descargar sobre el costillar de carne. El solecito en la cabeza y el vacío en las tripas le hacen imaginar reales los chuletones de bronce. Un juguillo de saliva y bilis le estremecen de dolor y deseo… Fue en ese momento cuando pasó la furgoneta-anuncio. Fue entonces cuando decidió apuntarse a la carrera. Y es hoy, cuando Abdel Farid, ha sido coronado campeón de la XL San Silvestre salmantina. Cuando desde La Gaceta le preguntan: ¿Qué harás con el premio? Abdel se acuerda del carnicero…y ya no puede parar de llorar.

# 256 Elizabeth Zuñiga

 

la chilena

La tarde del 31 de diciembre, en Salamanca el ambiente, era festivo. En la Plaza Mayor, corredores de todas las edades se juntaban para la San Silvestre Salmantina, algunos disfrazados y otros en agrupaciones, Entre ellos estaba Marta, que corría su primera San Silvestre. Ganar no es lo importante repetía, nerviosa esperaba que comenzará la carrera, ella en Chile a esta hora estaría preparando los rituales para año nuevo, pero ahora sola y lejos de su casa, estaba lista para empezar la carrera más simbólica de su vida. Con el disparo de salida, el grupo se lanzó. Las calles, decoradas con luces navideñas, parecían cobrar vida. sintió la adrenalina correr por sus venas mientras los espectadores animaban con entusiasmo. Cada zancada la llenaba de confianza. Se dio cuenta de que no solo estaba corriendo una carrera, sino que estaba formando parte de una tradición que unía a la comunidad.

# 255 Maria Lobanova

 

Historias que no necesitan título

Todavía resuenan las pisadas en la piedra antigua salmantina cuando la ciudad respira de nuevo en la bruma mañanera que da color a las calles.
Allí aparece un hombre con la misma agilidad que antes lo llevaba ligero entre el amanecer en la catedral y los arcos de la Plaza Mayor. Su prótesis de titanio le ha devuelto lo que la fortuna, en un día de malas cartas, tomó.
Avanza, decidido, acompañado por el sonido metálico que no intenta disimular y que le da ritmo. Salamanca observa su regreso. Él siente, como antes, cada adoquín bajo su cuerpo, produciendo un sonido de vida. No está solo en la soledad del corredor. A cada paso le da forma el recuerdo de su padre y su hija, lo que supone una victoria.
La ciudad, tan inmortal y silenciosa como el deporte, hace un gesto cómplice a los obstinados en volver cada año.

# 254 Sabrina

 

Injusticia Social

Expongo las desigualdades en aplicar las leyes en España, como condiciona el dinero para ser inocente o culpable

# 253 Sara Noemi Morales Gutierrez

 

Uno, dos

El sol aún se mantiene en lo alto, quemando mi cuello y mi espalda. El sudor que baja desde mi cabeza humedecen los labios. La sombra en el piso parece bailar al ritmo de mi respiración. Uno, dos. No existe nada más que la sombra y yo. Las dos corremos. El sonido de mis pasos son ahogados por las piedrecillas del camino, que se quejan del paso. Las piedras también se quejan del paso de otro par de pies. Me avisan que hay alguien detrás de mi. Acelero. Puedo escucharle respirar detrás de mis orejas. "Uno, dos" le escucho jadear. Acelero un poco más. Mis piernas arden, quemando desde adentro. Uno, dos. Un poco más. Mis pensamientos se mezclan con el grito de la multitud que nos espera adelante, los pasos detrás no. Siguen ahí. Sonreí, hemos llegado. Me giro y le doy la mano a mi compañero de camino.

# 252 Michael Parra

 

De alto rendimiento

He llegado al límite de mis capacidades. Mis resultados están por encima de los récords históricos. Tanto mi esprint como mi velocidad y resistencia son inmejorables. Tengo todo para ganar la San Silvestre Salmantina de este año. La cinta de correr donde gesté esta hazaña se averió anoche. El técnico ha gritado desde mi habitación, donde procura repararla, que nunca había visto algo semejante. Imagino que se refiere al registro de mis tiempos y velocidades en el tablero del fundido aparato. Mientras termina su trabajo y se larga de una buena vez, permanezco encerrado en este baño redactando mi testimonio. He revisado minuciosamente la lista de inscritos en la actual edición de la competencia. No hay forma humana de que alguno de ellos pueda derrotarme. Solo me falta vencer el miedo a salir de casa. El psiquiatra dice que mi caso es singular: soy un "hikikomori" de altísimo rendimiento.

# 251 Mauricio Ruíz Contreras.

 

La carrera de toda la vida.

Como cada año, Clara acudió a la San Silvestre con su familia, donde cada uno corría en una categoría distinta. Para ellos, no era solo una carrera; era una tradición, casi como una letra de su apellido. Aunque Clara nunca había entendido realmente el sentido de hacerlo, lo hacía sobre todo por su padre. Las categorías transcurrieron con normalidad hasta que llegó el turno de los más pequeños. Isabel, la hija de Clara, participaba por primera vez. Sonó el disparo de inicio, salió disparada como una bala, pero a mitad del recorrido tropezó y cayó. Clara casi se metió en la pista para ayudarla, pero su padre la detuvo, posando una mano en su hombro. “Solo observa,” le dijo. Isabel se levantó sin dudarlo, decidida a seguir. Clara recordó cómo le había pasado lo mismo en su primera carrera. Al final, todos sonrieron, medallas al cuello, celebrando la tradición familiar.

# 250 José Matías Rodríguez López

 

La velocidad de la luz

Los maratones son juegos de niños. Ni el mejor corredor de la historia ha logrado seguirme el paso. Incluso a las cámaras de alta velocidad les cuesta capturar mi imagen residual. Aunque soy la más rápida, nunca había participado en competencias. Me parecía injusto pulverizar los sueños de maratonistas mundanos. Pero mi exigente trabajo de tiempo completo me llevó a buscar diversión. Decidí competir en la San Silvestre Salmantina. Tuve que darle ventaja a mis rivales. Cuando el más rápido de ellos estaba a un centímetro de la línea de llegada, empecé a correr. No me tomó ni una diezmilésima de segundo arribar a la meta. Esperé ansiosamente los aplausos y la medalla. Pero lo único que recibí fueron los gritos de un público desesperado que cubría con sus manos los ojos enceguecidos por mi luminosa presencia. El resto del mundo se encontraba a oscuras y en completo caos.

# 249 Jenny Conchucos Almandos

 

El último récord

Las pisadas contra el adoquín de la San Silvestre latían como un corazón universal. Ana medía cada paso recordando las noches junto a la cama de Inés: un-dos-tres, la cuenta regresiva de su hija, cinco veces campeona.

A cien metros de la meta, entre la multitud jadeante, reconoció a Álvaro. No por su dorsal 157, sino por el ritmo de su respiración: ese jadeo único que ahora nacía del corazón de Inés. Sus miradas se encontraron en plena carrera. El sudor de Álvaro brillaba sobre la cicatriz que dividía su pecho en dos tiempos: antes y después.

Cruzaron la meta juntos. El cronómetro se detuvo, pero algo siguió latiendo entre ellos: un músculo rebelde que se negaba a perder. Álvaro, sin aliento, tomó la mano de Ana. "Mírame", susurró, "soy el último récord de Inés".

# 248 Bruce Silva Conchucos

 

Últimos Pasos del Año

Los adoquines de la Plaza Mayor tiemblan bajo el palpitar de miles de zapatillas multicolores. El reloj de la Casa Consistorial marca las 23:45. Entre la marea de dorsales y gorros navideños, María busca el rostro de su padre. Hace treinta años, él cruzó esta meta en el último segundo del año, robándole un triunfo final a diciembre.

Ahora ella atraviesa la Rúa, donde su aliento dibuja fantasmas contra las piedras doradas. La Universidad contempla silenciosa esta procesión moderna de corredores que trazan sueños sobre el pavimento medieval.

Al doblar por Libreros, lo ve: su padre, apoyado en un bastón de roble, sonriendo bajo la escarcha. No necesita ganar; su victoria late en cada paso que los acerca, en cada respiración que funde el ayer con el ahora.

Sus pies rozan la meta cuando las campanas de la Clerecía comienzan su canto.

# 247 Abel del Río Lavín

 

Trampas al solitario

Nicolás siempre fue a la contra. Contra la lógica. “Si encesto esta bola en la papelera, apruebo Matemáticas”. No solía tener suerte, pero, como buen rebelde, reincidía. “No, esa no valía. Apruebo si la encesto ahora”.

Hoy, a sus cuarenta años, aun no se ha rendido y, en ocasiones desesperadas, saca a relucir su confianza en lo mágico. Relee, tomando café, la conversación de WhatsApp con Nuria e intenta vislumbrar en un emoticono, en alguna palabra… un destello de esperanza que le permita creer que tiene alguna posibilidad con ella.

Repara en el periódico que tiene abierto en la mesa. “Últimos dorsales disponibles para la San Silvestre Salmantina”. Vuelve a sentir ese familiar cosquilleo, sabiendo que es una clara señal de Cupido. Y, mientras se palpa la barriga, se pregunta dónde estarán las zapatillas de deporte.

“Si acabo en menos tiempo que el año pasado, Nuria me dice que sí”.

# 246 EDUARDO VIDAL JUSTIZ

 

" Huellas del Destino"

Un frio intenso adormece mi cuerpo,mientras mis ojos no pueden contener la emoción.
Con enorme impaciencia soñaba que llegase el dia. Solamente pensar que mi familia
siempre ha sido una gran animadora de esta carrera popular San Silvestre Salmantina
me hace catapultarme tras sus pasos. Y los amigos de la infancia que juntos asistiamos al Colegio San Estanislao de Kostka y corriamos las calles de los barrios La Prosperidad,San Isidro y Delicias,nos encontramos allí en la arrancada:¡bang!¡Las canas de nuestros cabellos marcan el tiempo!.
Regreso a mi padre,quien con orgullo narraba el instante cuando atravesó el Puente Romano:no puedo evitar que mi vista se pierda en las torres de las catedrales que majestuosamente son la herencia de nuestros antepasados y ahora pertenecen al Patrimonio de la Humanidad."¡Bum,bum,bum"!-celebra mi corazón junto a toda la ciudad-.

¡Agradezco a la vida por ser salmantino!

# 245 BIEITO TRIGO REGUEIRA

 

COSA DE DOS

Pese a las expectativas poco alentadoras de finalizar la carrera, decidió inscribirse en ella. No era persona de iniciativas cuando se trataba deporte y siempre requería, necesitaba incluso, del aliento de otro para encontrar su fortaleza.
Pero ahora la adrenalina no le permitía pensar en cosas terrenales, procuraba cotas más altas, y los recuerdos lacerantes le empujaban a continuar, a lograr su propósito. Su compañera iba tras él y solo su voz, firme pero desafiante, le invitaba a continuar metro a metro. Al encumbrar la última cuesta el agotamiento era persistente, el sudor cegaba el asfalto y la fatiga castigaba su mente sin saber que esta era mucho más fuerte que su cuerpo.
Antes de cruzar la meta escuchó las voces y aplausos del gentío, entonces fue consciente. Atravesaron la línea de llegada y giró la silla buscando abrazar a su compañera, que nunca había dejado de empujar.

# 244 BIEITO TRIGO REGUEIRA

 

COSA DE DOS

Pese a las expectativas poco alentadoras de finalizar la carrera, decidió inscribirse en ella. No era persona de iniciativas cuando se trataba deporte y siempre requería, necesitaba incluso, del aliento de otro para encontrar su fortaleza.
Pero ahora la adrenalina no le permitía pensar en cosas terrenales, procuraba cotas más altas, y los recuerdos lacerantes le empujaban a continuar, a lograr su propósito. Su compañera iba tras él y solo su voz, firme pero desafiante, le invitaba a continuar metro a metro. Al encumbrar la última cuesta el agotamiento era persistente, el sudor cegaba el asfalto y la fatiga castigaba su mente sin saber que esta era mucho más fuerte que su cuerpo.
Antes de cruzar la meta escuchó las voces y aplausos del gentío, entonces fue consciente. Atravesaron la línea de llegada y giró la silla buscando abrazar a su compañera, que nunca había dejado de empujar.

# 243 Luis A Alburquerque

 

Rojo intenso

Y de repente ese sabor metálico en la boca, el hierro liberado o el estallido de los glóbulos rojos. Síntoma de que uno esta trabajando duro. Y de intensidad, esa que se siente cuando miras a tu lado, y recibes el calor y sentimiento de lo que te rodea. Y llegamos a la plaza, como no podía ser de otra manera, por debajo de uno de los arcos. Para que de repente los nervios, se transformen en energía. Y no, no es fruto del ácido láctico, esto es de los aplausos, gritos y las miradas, del público, de los mismos corredores. Y ahí es cuando nuestra plaza, esa que guarda tanta/s historia/s, transmite su “energía estática”, para que todo tu vello se erize. De ahí hace el final, todo es volar. Cada uno por un sueño, una promesa, un reto, o un “no hay huevos”.

# 242 Víctor Manuel Montes Martín

 

Jesús y su copa

En Salamanca un 31 de diciembre de 2024, hoy voy clásico: ¡voy de papá Noel! A mi derecha, una tortuga ninja, y a mi derecha, un Supermario. Esto es mejor que en Carnaval, y encima puedo quemar los choricitos de ayer.

Comenzamos y veo a Jesús. La leyenda dice que no se ha perdido ninguna edición, ¡y me lo creo, vaya! Cincuentón, pero vaya pincel el tío. Eso sí, con estilo, un sombrero de pollo en la cabeza no le falta.

Después de algo más de una hora de recorrido, llegamos a la meta. “Esto es un paseo para el menda”. Vi a Jesús todavía con el sombrero de pollo recibiendo una gran copa de manos de la alcaldesa. ¿Cómo ha podido llegar antes que yo? Vaya crack. Si voy a tener que esperar treinta ediciones a que me sirvan esa copa, tendré que dejar los choricitos solo para Nochebuena.

# 241 marlene rueda prada

 

Corriendo hacia la esperanza

En la noche de San Silvestre, las calles de Salamanca se llenaron de luces y risas. Miles de corredores alineados, cada uno con su historia. El sonido del disparo resonó, como un solo cuerpo, avanzaron, dejando atrás el ruido del año que se iba.

Entre ellos, Miriam, con el corazón latiendo al ritmo de sus zapatillas, recordó la promesa que hizo un año atrás: correr para celebrar la vida. A su lado, un niño sonreía, sus ojos brillantes reflejaban la magia de la carrera. Cada paso era un latido compartido, una conexión con desconocidos que, por una noche, se convertían en amigos.

La meta, no solo llegar, sino vivir el instante, sentir el viento y la comunidad que se formaba. Al cruzar la línea, Miriam supo que había ganado mucho más que una medalla: un nuevo comienzo, un espíritu renovado y un año lleno de posibilidades.

# 240 Alberto Román Carpio

 

Inteligencia Natural

Este año si.Por fin.Triple éxito en la San Silvestre Salmantina.¿El secreto?Recurrí a la Inteligencia Artificial pensando que ella me daría el tan ansiado triunfo.El plan de entrenamiento que me diseñó para tres meses (cargas, intensidad, tiempos,descansos,ejercicios,nutrición,etc.)me hizo volar por las calles salmantinas y alzarme con la victoria en la carrera.Para el certamen de fotografía se me creó una original imagen bajo el algoritmo de Plaza Mayor de Salamanca/Botón charro/Cúpula de la Catedral/Mar de corredores, que el jurado por unanimidad dió por ganadora y calificó como “unica” e “imperecedera” .Y para finalizar, el texto vencedor del concurso de microrelatos,lo estás leyendo ahora y fue
ideado por un generador de textos Big data cuya premisa era un relato coherente y claro, y que por supuesto tampoco tuvo rival para proclamarse ganador.Por cierto,el próximo año voy a por el concurso de disfraces.

# 239 Alejandro Prieto Toraasen

 

Weltschmerz

Tenia agua en el corazón y el agua se resentía en los vapores de la carrera, cuando el perfume reventaba en sudor agridulce y en lágrimas de sufrimiento. La humanidad nunca estuvo contenta con "esto es suficiente" y corrió como solo supo entonces: sin conocer ni la salida ni la meta, exclusivamente por ella, esperando que la suerte no fuera de nuevo tan puta y solo les permitiera cruzarse, sino seguir corriendo juntos de nuevo, como los chavales que acabaron la San Silvestre alguna vez simplemente con la pasión de lo esencial.

# 238 Isabel Cristina Delgado Partearroyo

 

El Triunfo de la Perseverancia


Corrían con la determinación de quienes han luchado más allá del asfalto. Estudiantes de la Universidad de Salamanca, compartían noches de apuntes interminables y días en los que las becas eran un sueño lejano. La San Silvestre Salmantina era más que una carrera; era su historia de hermandad y resiliencia.

La Plaza Mayor resplandecía, iluminada por la multitud que aplaudía. El esfuerzo de semanas de preparación y días difíciles se condensaba en ese instante. Cruzaron la meta tomadas de la mano, más fuertes que nunca. No importaba el reloj; el verdadero premio era haber demostrado, en cada paso, que juntas podían vencer cualquier obstáculo.

Esa noche, el triunfo fue compartido y eterno.

# 237 Marta Vidal del Palacio

 

Renacer

En primer lugar, el golpe, el diagnóstico. A continuación, el tiro de gracia: “En estos casos el deporte es contraproducente, dedíquese a pasear y no haga esfuerzos”. El primer golpe noquea. El tiro de gracia, mata. El médico me había mutilado las alas, debilitadas por los brotes previos.

Trabajé arduamente. Mental, físicamente.

Hoy, en la línea de salida, estaba sereno. El trabajo estaba hecho. Corriendo volví a sentirme vivo. El viento fresco en el rostro, el ardor de los músculos frente al frío salmantino. Dos polos opuestos que se atraen.

Mientras traspasaba la línea de meta, la adrenalina y la tensión se esfumaron, dejándome con la certeza de que la esclerosis múltiple sería mi compañera de vida. Aprendería a convivir con ella, con incertidumbre, nunca con miedo. Pero, ¿dejar de correr? Imposible. No le puedes pedir a un pájaro que deje de volar.

# 236 Elena Bethencourt Rodríguez

 

La carrera

Tenía que ir más rápido o dejarse llevar si quería conseguir su objetivo. La sed aumentaba. El sudor le escurría por la frente, adelantar a tanta gente no sería fácil.
Miró a su alrededor, los rivales no daban tregua, intentó esquivar a algunos por la derecha, pero tropezó con un grupo que se había parado a medio camino para hacerse fotos. Una señora mayor aprovechó para ponerse en cabeza.
Finalmente, en el último tramo, a punto de rendirse, vislumbró la meta. Aceleró. Entre codazos y empujones, llegó al frente. "Me costó menos esfuerzo ganar la San Silvestre Salmantina hace dos días", pensó. Lanzó un grito, y con un gesto de victoria, alzó la copa desde la barra. La primera del año, un gin tonic con una rodajita de limón.

# 235 Medina Eliezer

 

Y...enamorado cualquiera Corre

"Tengo que correr, tengo que correr", pensó ansioso Gabriel, mientras ataba sus agujetas y secaba el sudor de su frente.
"Es la primera vez que corro, no llegaré", dramatizaba su primera experiencia en la San Silvestre Salmantina. Se acercó a la línea de salida: el gordo muchacho no pasó desapercibido, ya que su cuerpo excedido de peso era un imán de miradas y críticas.
"No, me miran mucho", lo inundó la inseguridad. "Seguro se ríen de mí", pensaba al ver concursantes riendo.
La carrera inició. Gabriel, anclado, se arrepintió. Una hermosa muchacha lo atropelló, dada la muchedumbre de participantes amontonados a su alrededor.
—Pero qué…— Volteó. Sus ojos se iluminaron al contemplar esa mirada azulada, sonrisa de cachetes redondeados y cabello rubio.
—Perdón. Dale, ¡Vamos!— Lo alentó. Inspirado, corrió detrás de la angelical señorita, hasta alcanzar su nueva meta: conquistarla.
Recuerda: con motivación todo es posible.

# 234 Mª del Mar Santos del Cura

 

El día antes

Calzo un 43 de pie, mido 1,76 metros y peso 79 kilos. Saqué un 7,1 en Selectividad y suelo tardar 35 minutos en llegar al trabajo. Vivimos rodeados de números que describen la realidad, quiénes somos con respecto a los demás y lo que se espera de nosotros. Pero hay cosas que se escapan a las reglas, relojes y básculas.
La importancia de algo se mide por cómo se vive el día anterior. Y la noche del día de antes de la carrera la recuerdo siempre: nervios, ilusión y esperanza. La San Silvestre, entonces, empieza antes de que el reloj empiece a correr. Esto no se calcula con una marca o con un puesto, si no con la conciencia de pertenecer a algo. Resulta liberador que haya cosas que dependan de cómo las vivimos por dentro, aquello de lo que formamos parte no tiene medida.

# 233 Vilma de Jesús Arévalo de Sánchez

 

El Eco de los Pasos

"El Eco de los Pasos"

Al principio, eran solo sus pies contra el asfalto, un ritmo repetido, solitario. Pero al entrar en la curva, escuchó un eco; alzó la vista y lo vio: un joven que corría como si no tuviera límite. Era él mismo, en otro tiempo, un reflejo sin agotamiento.

Intentó seguirle el paso, pero sus piernas ya no respondían igual. Aun así, lo alcanzó, y corrieron en silencio, cada uno al compás del otro. El joven desapareció en la última recta, dejando solo el sonido de los aplausos en el aire.

Al cruzar la meta, entendió: la carrera no se trataba de vencer a otros, sino de reconciliarse con quien había sido y quien ahora era. Respiró hondo y sonrió, sintiendo que el eco, ese murmullo de su juventud, nunca lo había abandonado.

# 232 Abril Emperatriz Ramona Sánchez Arévalo

 

Pasos de Otros

"Pasos de otros"

El asfalto temblaba bajo el eco de cientos de zapatillas. Clara sentía en cada paso la sombra de su abuelo, quien le contaba historias de maratones que nunca corrió. En cada esquina, su memoria aparecía y desaparecía, recordándole que el esfuerzo también se hereda.

Alguien la adelantó con una sonrisa, un niño sujetó su mano un segundo, y Clara recordó las historias que aún no vivía. Cada metro era un nuevo legado, una promesa de que la carrera no acabaría con la línea de llegada, sino que seguiría con cada historia que, algún día, también contaría.

# 231 JESUS RAMON SANCHEZ MARTORELLI

 

Último Kilómetro

"Último Kilómetro"

La calle serpenteaba hacia el horizonte, la meta casi podía olerse, a pesar del frío de diciembre. Marcos apretó el paso, sus piernas quemaban como brasas, y el aliento le rebotaba en el pecho. A su lado, un anciano de rostro sereno corría sin prisa, sus ojos entrecerrados en el sol bajo del atardecer.

“¿A quién esperas allá adelante?” preguntó el hombre, casi en susurro.

“A mí mismo”, respondió Marcos, mientras el peso de los años se hacía leve como un suspiro.

Cruzaron juntos la línea de llegada, como si en ese último tramo cada uno llevara al otro. Los aplausos sonaban, pero ambos sabían que la verdadera ovación estaba dentro, en el pulso, en el silencio de la voluntad ganada.

# 230 victor manuel sola

 

El Jardín donde Hamido regaba su alma.

Llegado el tiempo de la ensoñación envuelta en las paredes del invierno; encontré a un anciano que cuidaba, con un esmero cercano a la irrealidad, un pedregoso jardin. Quise comprobar si el aire de felicidad que parecía transmitir su persona no era solo fruto de mi ansiada paz perdida.

La forma en la que regaba semejaba las enseñanzas recibidas de mis antepasados en el sentido de que todo lo importante , a veces, si se mira bien, se encuentra en los detalles que hacen de algunos momentos el encuentro con uno mismo.
Esa mañana tan inesperada , en un atisbo de luz venidera , supe que aquél era mi jardin. Un esteril pedregal que la vida situó delante de mi para cuidarlo y convertirlo en lo que otros no veian en él, salvo el anciano jardinero. Oasis exterior en mi caos interior y que ahora me cuida a mí.

# 229 José del Olmo

 

CON EL ÚLTIMO SUSPIRO

Era novato. Y la ilusión que tenía por correr la Sansil era especial. El ambiente en la salida me llenó de ánimo. Tic, tac, tic, tac. La cuenta atrás había comenzado y salí con calma, pensando en sí sería capaz de llegar o no. Pero también meditaba que la palabra rendición no estaba en mi diccionario. Eterna: así se me hizo la Avenida de los Comuneros. Pero llegar al Puente Romano fue un como un empujón. Sentí como si hubiera cruzado al otro lado de la carrera: allá donde estaban los que habían pasado lo peor. Y a partir de ahí me puse a hablar con otro corredor que iba a mi lado. Los sofocos, en compañía son más tolerables. Y la meta llegó. La crucé con mi último suspiro, porque iba sin resuello. Y desde ese momento, pensé que repetiría en más carreras. Aún me quedaban muchos suspiros.

# 228 luis sanchez sanchez

 

Fase dos

La pasión por correr me sigue de cerca. Duermo poco, es hora de salir. La calle está preparada, el trazado estudiado en varios paseos en que me convierto en turista. Sigo siendo yo. No hay más. La ciudad me espera mientras recorro los pasos hacia ella. La mañana es fresca. Cruzo miradas con otras personas que se dirigen al mismo sitio, de forma mecánica, y el cuerpo parece entenderlo, porque se activa, listo para lanzarse, para tomar el protagonismo. Es hora de disfrutar.

# 227 Lourdes Serrano García

 

No temas huir

Hasta el momento, su existencia era formidablemente fluida: ella contaba con horas acomodadas, palabras precisas y puñados de sueños... Pero llegaron los años de crecer y conoció el diario vaivén de agotadores quehaceres y decisiones, y confundió esta fase con algo dañino e insoportable. Nadie le había explicado que a todos nos llega el tiempo de disfrutar del escabroso vuelo del descubrimiento del propósito de vivir. Aprovechó un instante de soledad para escapar; creía no tener salida. Durante horas mantuvo un trote que fortaleció su corazón y la ayudó a combatir instantáneamente su dolor físico y emocional. Fue entonces cuando, al recuperar la confianza perdida, se evaporó la ansiedad que la había aprisionado. Fuertes inspiraciones la impulsaron a apropiarse de una perspectiva resiliente, inundando su ser de una saludable dicha. Su cuerpo estaba produciendo una serie de neurotransmisores y analgésicos naturales: ella fue inmensamente feliz de dentro hacia afuera.

# 226 Claudia de Haros Albelda

 

CARACOL

Comienza un día perenne, con ademán de ser increíblemente inefable, y la pequeña concha iridiscente, bajo los rayos de luz se muestra inconmensurablemente incesante. Se escucha el eco sempiterno, sin fin, de los más de seis mil atletas que, junto al olor petricor de la lluvia al caer, perdurarán eternamente en el etéreo recuerdo acendrado, puro. La minúscula criatura de semblante soñador, recibe una diminuta serendipia de felicidad por cada breve paso que experimenta, que vive. Por un momento, piensa que no tiene el coraje suficiente como para lograrlo, al fin y al cabo ¿qué ingenuo pensaría lo contrario? Sin embargo, evoca un pensamiento acaramelado susurrándole al oído que lo valioso de llegar a la línea de meta no es cómo, ni cuándo, ni siquiera quién, sino la idea de intentar crear una nostalgia inmarcesible e inolvidable.

# 225 Roxana Ghiglino Gonzales

 

HUMANO

Tenía piernas normales de humano. Era el año 2040 y participaban cuatro biónicos y tres androides. Cualquiera de ellos tenía más oportunidades de ganar que yo, acostumbrado a entrenar un cuerpo limitado. Mi madre me había dicho que no me preocupase, que los biónicos eran como nosotros, con algunas piezas metálicas, y los androides estaban diseñados para imitar las performances humanas, pero no para superarlas, pues su principal función era de hacer publicidad a empresas.
Comenzamos por el paseo de San Antonio. Empecé a sentirme cansado en Paseo del Rollo. Miré a ambos lados, tanto los biónico como los androides se veían muy tranquilos. Sin embargo, comenzó a llover, lo que malogró el sistema de los androides. Cuando llegamos, por fin, a Paseo de San Antonio, sentí un gran alivio. Un muchacho obtuvo el primer puesto, un biónico el segundo y yo obtuve el tercer puesto con orgullo humano.

# 224 Pilar Fernández Escribano

 

¿Y si paramos en Salamanca?

- Chicos, este año pasaremos la Nochevieja con los tíos en Galicia. Les hace mucha ilusión que vayamos.
- Vale mamá, pero entonces, ¿no podremos correr la San Silvestre?
- Bueno, no os preocupéis… De Valencia a Galicia seguro que encontramos opción de correr…

La familia prepara con ilusión el viaje. Opciones de alojamiento, ruta en coche…

- ¿Y si paramos en Salamanca? - dijo el hijo mayor, que ya tiene sus 15 años – he visto que son unas seis horas desde Valencia. Podemos parar, dormir y correr la San Silvestre que es el día 29.

- Sííí … -mostraba su conformidad el hermano pequeño, de tan sólo once años pero igualmente ilusionado.

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- Mamá, ¿nos has apuntado ya?

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Esta noche abren inscripciones… allá vamos con ilusión y muchas ganas. Habrá que enviar mail para recoger el dorsal de forma extraordinaria, pero eso, ya es otra historia...

# 223 Miguel Ángel Escudero Eble

 

Los héroes sin nombre

Cada año corro la San Silvestre, no para competir, sino para honrar a los héroes que no aparecen en los titulares. El abuelo que lleva a su nieto por primera vez a una carrera. La chica pasada de peso que desafía a las miradas. El chico en silla de ruedas al que le gusta sentir el viento en la cara. De todos ellos me hablaba un amigo que ya no está. Y es por eso que hoy llevo su dorsal. Porque también él se merece que le aplaudan.

# 222 Alicia Gómez Forniés

 

Es lo que parece

La respiración agitada, su corazón latiendo con fuerza. Las gotas de sudor perlan su frente y sus ojos brillan con determinación. Sus pies apenas rozan el suelo, parece volar si entrecierras los ojos y así es como se siente. Un huracán, una gacela, un guepardo, quizás el superhéroe más rápido del mundo.
Sin embargo, él no es un huracán, ni una gacela, ni un guepardo. Quizás termine siendo un superhéroe, quién sabe.
Él es Pablito. Está imitando a su padre, quiere hacer lo que él hace. Algún día, correrán los dos juntos.

# 221 Xiomara Alexa Ponce Arévalo

 

Mi primera muerte

Entra bajo y despacio. Un pensamiento persistente en la noche y difuminado por la mañana.
Breve en el escenario de mi obra, fuerte cuando estoy a punto de alcanzar el punto álgido.
No sucede.
Pero… sigue ahí, distinta y cercana, y notó, yo notó, que es imparable.
El primer fallo en la escenografía lo hace tan real que me mira a los ojos. Dice:
—Me estoy acercando.
No es más que negación lo que obtiene. Mi obra continúa, a pesar del error.
El segundo fallo me lo espero, una caída seca, que chasquea en mis tímpanos.
La obra continua.
Yo lo hago.
Siempre lo hace.
El golpe final no lo espero. Tirado sobre mi escenario; en la pista que es mi casa; mi entrenador, mi familia; el deporte, derribado.
Lo alcanza.
Muere.
La pasión se ha terminado. La primera muerte me ha alcanzado.
Pero, la obra debe continuar.

# 220 Nelson Bernal Varela

 

Corriendo por papá

Cada 29 de diciembre, Salamanca se viste de corredores y sueños. Este año 2024, Sofía decidió no solo observar la San Silvestre Salmantina, sino correr. El frío invernal le recordaba la ausencia de su padre, quien había corrido en años pasados, lleno de vida y risas. Mientras avanzaba, cada paso resonaba como un latido compartido, una danza entre el pasado y el presente. Los recuerdos se agolpaban, convirtiendo la carrera en un ritual de amor y memoria. Las lágrimas rodaban por su rostro al cruzar la meta; no solo había completado un recorrido, sino que había celebrado una vida, honrando las enseñanzas que aún llevaban su nombre. Bajo el cielo salmantino, Sofía encontró una fuerza renovada, una conexión que trascendía la pérdida. En ese instante, entendió que el amor perdura en cada paso que damos, uniendo corazones más allá del tiempo.

# 219 María Remedios Mogedano Palomo

 

Once

Día uno del mes once, el reloj marca casi las once y algo me dice que este año sí, que este año podré estar, lo que ese algo no me dice es cómo ni siquiera con quién. Me apresuro a entrar en la web para realizar la inscripción y veo 10K y me vuelvo para atrás pensando donde voy yo, si llevo sin ponerme unas zapas de correr desde antes del verano. Sigo mirando su web y veo la preciosa camiseta dando vueltas y pienso lo bien que me quedaría...pero sigo dándole vueltas a la web y leo microrrelatos y pienso si no corro pues escribo, y mientras escribo vuelvo a entrar en inscripción y veo 11 euros la cuota, vuelvo a mirar el reloj, las once y once y ya digo ahora sí, esto es una señal. Inscripción realizada!!

# 218 Felipe Urrutia Ponce

 

Carrera por la Empatía

-¡Y a correr!- Gabriel inició el atletismo junto a miles de personas felices de participar en esta gran fiesta universal que, desde España a Brasil, se celebra. Andaba en buen ritmo como su preparación se lo permitía hasta que, divisó al compañero de facultad que le robó la tesis, lo que le agitó más que la carrera misma. Siguió con su trote sin importarle Joaquín, para que no le arruinara el bello día. Pero quince minutos después lo ve caerse con una fuerte lesión en el tobillo. Gabriel era de los favoritos para ganar pero, el valor de la empatía es justamente de lo que la carrera trata, se detiene y le ayuda. –Gracias, no merezco tu auxilio, discúlpame- Dijo Joaquín. Y Gabriel solo le sonrió con naturalidad, al final, ambos ganaron la carrera.

# 217 Pilar de la Calle Cubino

 

Mi San Silvestre

Entre el bullicio de la salida y el frio cortante de diciembre, conocí a mi San Silvestre. El disparo de inicio nos lanzo a todos en un rio de pasos y aliento, corríamos casi al mismo ritmo, al llegar a una curva, tropecé y estuve a punto de caer, pero una mano me sostuvo justo a tiempo. Era él, ¿todo bien? que me dejó sin palabras. Seguimos corriendo juntos y con cada paso, el frio desaparecía un poco más, Al cruzar la meta, supe que aquel año, había encontrado el principio de nuestra historia.

# 216 JESUS ORLANDO GELVEZ RUIZ

 

Sueña

Sara, Daniela y Rafael, todas las mañanas durante casi 4 meses, llevaban el control de mis ejercicios rutinarios para estar en forma en una carrera como la San Silvestre Salmantina. Papá, vamos a llegar tarde al colegio, acelera el paso; Papá, debemos caminar hasta el supermercado a recoger lo de la abuela, no pares; Papá, nos deja el metro, corre.  Así pasaron los días y ellos me motivaron a cumplir una promesa y a la vez cumplirles.

Con mis casi 48 años a mis espaldas, con el estrés de la vida, pude tener la dicha ese diciembre de correr con el corazón. Cada paso que daba me acercaban a esa meta, no para ganar la competencia, pero sí para demostrarle a mis hijos, que los sueños se cumplen a cualquier edad.

# 215 Patricia Collazo González

 

Los últimos serán los primeros

Cruzo la meta de madrugada. Cuando ya no hay meta, ni público, ni jueces y se han marchado hasta los de la limpieza.
Levanto los brazos para recibir una ovación silenciosa. Lo he conseguido. Llevo años intentando llegar el último en la San Silvestre de mi ciudad, pero siempre hay algún listo que me arrebata el puesto: alguien que llega caminando tranquilamente, un despistado que está corriéndola en otra ciudad y tanto corre que termina en Salamanca, y hasta algún chaval que, por hacer la gracieta, arriba cerveza en mano, alentado por su pandilla.
Siempre me han ganado en esto de perder. Siempre hubo alguien que supo perder mejor que yo.
Pero esta vez, lo he clavado. Inspiro profundo, aunque no me falte el aliento. El orgullo me hormiguea en el cuerpo y luego de inclinarme varias veces a modo de saludo triunfal me marcho a casa murmurando aquel refrán.

# 214 JUAN JOSÉ PÉREZ CEMBELLÍN

 

ARDE

Aunque hacía frío esa mañana decidió ponerse el pantalón más corto que tenía, disfrutando de la certeza de que él ya no le podría hacer ningún reproche ni ser víctima de sus celos.
Aunque hacía frío se enfundó la camiseta de tirantes, orgullosa de poder por fin mostrar sus brazos desnudos sin marcas de golpes ni moratones.
Mientras esperaba la salida se sentía plena y alegre, rodeada de gente que compartía su misma pasión, segura de que él ya no podría burlarse de su afición, que sería valorada sin importar el puesto en que terminara.
Ahora sí sabía que abandonarle fue su mejor decisión.
Aunque hacía frio, corrió su primera San Silvestre Salmantina ardiendo de felicidad

# 213 Margarita L'hoeste Chegwin

 

ISABELLA Y LA CARRERA SAN SILVESTRE DE SALMANTINA

. Resaltaba entre la multitud de participantes a la carrera “San Silvestre de Salmantina”, con sus muslos y pantorrillas tonificados; su atuendo deportivo demarcaba su voluptuoso cuerpo y su túrgido busto hacia vaivén con cada paso que daba para alcanzar la meta; su cabellera castaña con visos dorados llamaba al sol para iluminar su rostro latino con ascendencia italiana; por donde pasaba levantaba suspiros y aplausos, no solo por su belleza, sino por la determinación que poseía. Isabella, con apenas 27 años, hacia dos años le había ganado la carrera a una grave enfermedad que casi se la lleva…desde ese momento su espíritu cambio! sería un estandarte no solo para ella, sino para los demás seres humanos, de resiliencia, constancia, disciplina, coraje, esfuerzo; la vida le había dado otra oportunidad y no la iba a desperdiciar.
Lleg´´o de tercera. Pero ella ya habia ganado...

# 212 Juan Carlos Cortés Vázquez

 

Y detrás... todo

Llovía suave, como si Salamanca se hubiera puesto a llorar por ella. Marta miraba sus zapatillas nuevas, pero su cabeza estaba en las ruedas de las maletas de Julián arrastrándose en enero, en el despido del trabajo en marzo... A su lado, un señor de unos sesenta años estiraba con precisión de cirujano, mientras un grupo de adolescentes saltaba y bromeaba, mezclando nervios y energía.

Cuando empezó la carrera, Marta sintió que todo lo que le había pesado durante el año se soltaba con cada zancada. Las calles, los aplausos, los niños chocando las manos, le dieron fuerza para seguir adelante. No importaba el frío, ni el barro en las piernas; Por un momento, fue solo un pulso acelerado, un cuerpo moviéndose sin miedo. Al cruzar la meta, se dio cuenta de que no había ganado ningún trofeo, pero, en secreto, había ganado el mejor cierre de año.

# 211 Ana María Abad García

 

Asomarse a un sueño

No necesita un calendario para saber que el invierno está ya a las puertas: lo siente en las entrañas. Pero antes de que las nieves pinten de blanco Salamanca tiene una cita importante, como cada año, y debe prepararse bien.
Aunque el ejercicio nunca ha sido su fuerte, llegadas estas fechas el esfuerzo es ineludible: estiramientos al amanecer, flexiones a la caída de la tarde, controlar la respiración, beber mucha agua. Llegado el gran día, rebosa vitalidad por todos sus poros y se encuentra más que dispuesto.
Cuando ve a los corredores preparados en el Paseo de San Antonio, alza sus ramas al cielo y sacude sus hojas, uniendo su murmullo al del viento para animarles, como en cada San Silvestre. Anhela alzar las raíces del suelo, saltar la tapia, correr con ellos, ganar la medalla al primer árbol en cruzar la meta.
Quizás el año próximo.

# 210 Guillermo Corral Sastre

 

La primera vez

Adrenalina. Frío. Desafío. Empujones. Dudas. Una mirada de ánimo. Todo eran sensaciones nuevas para ella aquella mañana. Si, había entrenado los meses anteriores y si, había cuidado sus hábitos y su alimentación. Creía que podría, pero no era tan ingenua como para no albergar dudas sobre sus capacidades.

No eran pocas las veces que compañeros de trabajo, conocidos o algún familiar habían bromeado sobre la supuesta pequeñez del reto. Se olvidaban de que ellos, también, un día, habían pasado por su primera vez.

Sabía que, de ser en algún sitio, sería aquí, en Salamanca. Donde estaba todo, donde ella era todo. No podía ser de otra manera.

Finalmente disfrutó, por supuesto. También llegó sola, como a tantas cosas que una llega sola en la vida, y no le importó. Celebró el triunfo, que no la victoria, sabiendo que no siempre llegar el último significa una derrota.

# 209 Gaizka Sarrasqueta Cañisá

 

Contra el Crono y el Alma

Cada paso era un latido más fuerte que el anterior. El sonido de sus zapatillas contra la pista se mezclaba con su respiración controlada, mientras el mundo alrededor se difuminaba, perdiendo forma y sonido. No había rivales, solo una meta borrosa en el horizonte. En su mente, una voz suave pero firme repetía: "Un paso más, un segundo menos".
La última curva era una pared invisible. Su cuerpo, al límite, quería detenerse, pero su espíritu lo impulsaba a seguir. Finalmente, vio la cinta. Un último estirón y la atravesó. Un segundo después, el estadio estalló en aplausos, pero él solo escuchaba el eco de sus propios pasos. Ahí, con el corazón aún acelerado y la adrenalina recorriéndole el cuerpo, comprendió que en cada carrera se enfrentaba a su verdadero rival: él mismo.

# 208 David Mabras Morales

 

La San Silvestre Jurásica

Guantes, geles, auriculares cargados, garras afiladas, escamas embadurnadas de relajante muscular… Todo listo para que esta Salamanca, habitada hace millones de años por mis ancestros, recupere hoy el esplendor del Jurásico.

Exaltado y abrumado por tal responsabilidad, no ceso de repetir a mis allegados humanos que se abstengan de pisarme la cola. No paso desapercibido. Es normal, pues los salamantinos han salido a las calles sin la menor idea de que un T-rex galopa hacia la meta, cual depredador persiguiendo Edmontosaurus (no, no es un personaje de ficción; es mi dieta).

Desde mis 4 metros de altura, observo cómo algunos lloran; otros frenan en seco a mi paso. Seguramente se sienten impotentes al ver semejante técnica de atletismo. ¡Qué competitivos son estos sujetos! ¡Corren como si les fuera la vida en ello! Al fondo vislumbro la meta. Se escuchan ruidos ensordecedores, la gloria me espera.

# 207 Javier Turell Nebot

 

El viejo pícaro

Pedro empezó a correr disfrazado de Santa Claus en la Plaza Mayor, poseído por el demonio. Lucía le vio y le chilló a grito pelado, pero él ni caso... Entonces, llamó la atención de su marido quien aceleró el paso tras él gritándole mil injurias. Debía llevar auriculares, porque seguían sin enterarse de nada. Durante la larga ruta que hizo, más gente se fue uniendo a la caza del encantado; todos corrían, todos gritaban: —¡Detened a Pedro, que se nos ha vuelto loco! El espectáculo era dantesco, ya que media ciudad iba tras él sin poderle atrapar, convencido de ganar la carrera. La multitud sudaba, jadeaba, y cuando lograron pararlo le chillaron desquiciados y agotados que la San Silvestre Salmantina era mañana. Y así fue como el párroco, de 84 años de edad, tras sobornar a Pedro para que hiciese tal hazaña, a punto estuvo de ganarla al día siguiente.

# 206 Leire Verdugo Periáñez

 

Línea de meta

Ante la inesperada noticia, salió desorientada de la consulta. Sin dudar un segundo y, a pesar de sentirse exhausta, rescató las zapatillas que había guardado meses atrás y se presentó en el Paseo de San Antonio. Aquella San Silvestre sería única, como la carrera que la vida le había otorgado sin preguntar.

Al sonar el pistoletazo de salida, los rayos solares delinearon el camino de su recorrido. El pelotón se reflejaba sobre la marea de sus ojos. Con dificultad, pero manteniéndose firme, cruzó la línea de meta, sacó una simbólica campana del bolsillo y marcó el final del trayecto. Portando una perenne sonrisa, deslizó sus manos hacia la nuca y deshizo el nudo. Aprovechó la suave brisa para ondear su pañuelo en señal de victoria. Llevaba la paciencia, la valentía y la perseverancia por bandera. No le importó ser la última en llegar; fue la primera en renacer ese día.

# 205 Gabriel Lázaro Isabel

 

VICTORIA

Ya casi alcanzo a verla, apenas cien metros más. Los pulmones ya no queman y mi boca no sabe a sangre. A los lados dejo una estela de caras sonrientes difuminadas a mi paso.
Ahora sí, cruzo la meta. Mecánicamente levanto los brazos mientras oigo el pitido del chip atado en mis zapatillas.
Ha empezado a llover sobre Salamanca. Doy unos pasos con un ligero mareo, me rodean y felicitan. Entonces, se abre un pasillo y veo cómo acercan mi premio.
El abrigo subido hasta arriba y la capucha dejan ver la luz de sus ojos. Corre hacía mí con los brazos abiertos. Durante un instante temo que resbale. Abrazo su pequeño cuerpo y giramos y, al hacerlo, veo el marcador electrónico con mi tiempo y el número 896, mi puesto. Al fondo, bajo la lluvia, se distingue un mar de atletas en movimiento, todos avanzan hacia su Victoria.

# 204 Beatriz Cuadrado Fabeiro

 

Mi cuerpo es de sal

Ha llegado el día, estamos a punto de competir.
Zapatillas, dorsal, moño en el pelo… todo preparado para el maratón. Con el último día del año llega la San Silvestre; en Salamanca corren los valientes. ¡¡¡Salimos!!!
El calor corporal marca mi salida, ya entro en juego en este cuerpo que ocupo hoy. Mi misión es enfriar la piel y hacer el esfuerzo posible.
Estoy notando el exceso de temperatura y empiezo a rodar por la frente, para acabar impactada en una boca que exhala con ritmo entrenado.
Me deslizo veloz por un cuello que late a ritmo frenético y agradezco notar el tejido de la camiseta absorbente; ahora puedo descansar sin atropello junto a mis compañeras salinas.
Ganar, perder, participar… ¡Hemos hecho un buen equipo!

# 203 Montserrat López Ayala

 

La meta

Desde la ventana vio aparecer el numeroso grupo de corredores. Sólo unos pocos iban a la cabeza. Detrás, cientos de atletas profesionales o de corazón, deba igual, marchaban al ritmo del nuevo reto. Parecía una hermosa ola de color bañando las calles.
Sintió, desde allí, el pulso de los corredores, el golpeteo de los pies sobre el asfalto, el ritmo de la respiración. Su corazón latía al mismo tiempo de los pasos y con igual intensidad.
Tenía el plano del “recorrido A” en sus pequeñas manos. Miró con tristeza su pierna enyesada y los ojos se le anegaron de lágrimas. Tantos días de entrenar, esfuerzo e ilusión, todo perdido en un mal paso en el colegio.
Sintió la mano de su padre en el hombro y susurrarle con dulzura: “El año que viene estarás ahí. No desesperes. El corredor no se rinde, avanza hasta llegar. Y tú lo harás”.

# 202 Eliezer Medina

 

Y... Enamorado cualquiera Corre.

<> Pensó ansioso Gabriel, mientras ataba sus agujetas y secaba el sudor de su frente.
<> Dramatizaba su primera experiencia en la San Silvestre Salmantina. Se acercó a la línea de salida: el gordo muchacho no pasó desapercibido, ya que su cuerpo excedido de peso era un imán de miradas y críticas.
<> Lo inundó la inseguridad. <> Pensaba al ver concursantes riendo.
La carrera inició. Gabriel, anclado, se arrepintió. Una hermosa muchacha lo atropelló, dada la muchedumbre de participantes amontonados a su alrededor.
—Pero qué… —volteó. Sus ojos se iluminaron al contemplar esa mirada azulada, sonrisa de cachetes redondeados y cabello rubio.
—Perdón. Dale, ¡Vamos! —lo alentó. Inspirado, corrió detrás de la angelical señorita, hasta alcanzar su nueva meta: conquistarla.
Recuerda: con motivación todo es posible.

# 201 Miguel Ángel Flores Manzo

 

Seis dedos y un paquete de euros

─¡Hombre, claro… corrí la San Silvestre! ─respondí sopesando mi actual imagen. La panza ya superaba la sudadera.
─¿En Argentina has corrido, también? ─preguntó ácido, mi amigo español.
─Sí, carrera de montañas…, rodando, qué más. ─El tono de mi voz lo decía todo.
Ambos permanecíamos mirando el cartel; atrayente, por lo extraño.
─Tú crees que no se han dado cuenta de los seis dedos ─inquirió Xabier.
─No sé… Dicen que los extraterrestres andan aquí, pero tú que puedes saber del Eternauta y los Manos.
─¿Ese Eternauta corrió la San Silvestre? ─insistió.
Contuve la risa y aseguré al navarro.
─Si Manuel, fue en los tiempos de Don Gabriel Franco, ¿recuerdas? Pocos atletas. Él le sugirió al profe cobrar la inscripción, pero lo importunó.
─Ahora cobran a muchos corredores.
─Por algo se llama Eternauta, Xabier. Está en la comisión y la levantan con pala ─respondí irónico.

# 200 Sylvia Martín Cabanas

 

Una más


El aire helado le rozaba el rostro mientras avanzaba por el puente romano. Después de un año y medio de hospitales, hoy corría libre, empujada por el mismo ímpetu que la había sostenido en cada sesión de quimioterapia.

Otra corredora le sonrió al pasar.

—¡Ánimo, ya queda poco!

Asintió, sonriendo de vuelta. No quedaba "poco", pensó; quedaba TODO. Cada zancada le traía el recuerdo de esos días duros, del sudor y las lágrimas a lo largo de un proceso silencioso que la había hecho más fuerte.

La disciplina se había convertido en su aliada. Cada mañana se entrenaba y recordaba que la entrega no se medía solo en kilómetros. Esa carrera era una celebración de la vida, un reconocimiento a todos los que, como ella, se levantaron tras las caídas.

Al fin, la línea de meta. Y allí, entre aplausos, se permitió una sonrisa.

“Una más”, se dijo para sí. Una victoria más.

# 199 CARLOS SANTYAGO

 

EL DIA ANTES

La bruma de la mañana envolvía la ciudad con su manto. Respiraba hondo, visualizando la meta en su mente y sintiendo el latido de miles de corazones. Meses de entrenamiento lo habían llevado a este momento, a esta prueba de resistencia y superación.
Corredores de todas las edades y condiciones físicas se unían por un objetivo común, pero seguro que cada uno tenía su historia. Salida. Los espectadores lo jaleaban a su paso. Cada zancada era un homenaje a su madre, fallecida el día anterior en una ironía cruel del destino.
Con la fuerza que le otorgaba el recuerdo de su madre, Pedro aceleró en los últimos metros. La meta se acercaba, borrosa por las lágrimas que se le derramaban. Cruzó la línea victorioso, pero con el corazón desgarrado. Levantó los brazos al cielo, dedicándole el triunfo a la mujer que siempre creyó en él.

# 198 ELENA OLIVELLA

 

LA TÁCTICA DE METER CIZAÑA

Cada año Ramiro participaba en la San Silvestre. Ánimo no le faltaba, dos buenos perniles, tampoco. Pero nunca quedaba entre los primeros.
Tras darle a la sesera pensó que si ponía a la zapatilla del pie derecho en contra de la zapatilla del pie izquierdo y viceversa para que ambas quisieran llegar primeras a la meta, esto serviría como acicate para que corrieran más deprisa. Cogió por banda a la zapatilla izquierda y le empezó a contar que su compañera del pie derecho decía de ella que era una lenta e hizo lo mismo con la zapatilla del pie derecho, diciéndole que su compañera la culpaba de no ganar. Comenzó la carrera. Tal era el ímpetu de ambas zapatillas por demostrar cuál de las dos era más rápida que Ramiro parecía llevar en sus pies un motor. Las zapatillas no se detuvieron al atravesar la meta. Ramiro acabó en Zamora.

# 197 Alberto Sanchez gonzalez

 

Invitación

Las calles de la ciudad se habían convertido en un río de sudor y carcajadas, un torrente de piernas avanzando al ritmo del año que llegaba a su fin. Laura sintió cómo el aliento se le escapaba con cada paso, mientras los últimos cien metros se abrían frente a ella como un abismo, un reto reservado para los más fuertes. A su lado, un anciano con la mirada llena de historias y carreras pasadas. Sin decir una sola palabra, le extenderá la mano. No era ayuda, era una invitación. Laura apretó los dientes, y ambos cruzaron la meta al unísono. Esa noche de diciembre, los tiempos y las marcas quedaron atrás. Solo importaron el viento en la cara, la ciudad aplaudiendo y la huella en el asfalto de sus pisadas.

# 196 Miguel Rafael Pérez Hernández

 

El corazón de una corredora

El aire frío de diciembre me acaricia el rostro. Una multitud de corredores se congrega bajo los soportales dorados. Entre ellos distingo a mi hija Ana, quien participa por primera vez en la San Silvestre.
—¡Estás lista, pequeña! —le digo con ternura.
—Tengo miedo, papá —susurra ella, aferrándose a su dorsal.
De pronto, un grito rompe la calma. Una señora mayor se ha desplomado cerca de nosotros. Ana, con sus ojos brillantes, se acerca decidida.
—Soy estudiante de enfermería, —dice—. Permítanme ayudar.
Sus manos actúan con agilidad. La señora recupera el conocimiento y sonríe. Los aplausos estallan.
—Ahora sé que puedo correr —murmura Ana—. Si he ayudado a alguien, correr es lo de menos.
La veo alejarse hacia la línea de arranque, erguida y valiente. Ya no es mi niña temerosa, sino una mujer que descubre su fortaleza en el umbral de esta carrera.

# 195 Mayte Blasco Bermejo

 

Una fantasía extraordinaria

Fractura de tibia y peroné; ese es el diagnóstico. Cuando sales de la clínica, con escayola y muletas, solo piensas en la San Silvestre que ya no podrás correr. Lesionada y deprimida, te refugias en tu otra gran pasión: la literatura. Lees un libro detrás de otro y un día descubres que existe otra San Silvestre, una para la que las piernas no son necesarias: un certamen literario. Y entonces tomas lápiz y papel y tus dos pasiones, atletismo y literatura, se fusionan en una fantasía extraordinaria.

# 194 Ana Hernández Blázquez

 

El deporte mueve pasiones… ¿o es al revés?

Desde el primer paso, siento cómo el *esfuerzo* quema en mis músculos, pero no me detengo. La ciudad, engalanada y vibrante, da *impulso* a cada pisada con sus aplausos, que se convierten en todo el aliento que necesito.
Al llegar a la cuesta de San Francisco, el *ímpetu* de los primeros kilómetros da paso al desánimo, pero la disciplina de los últimos meses da sus frutos. Gano la *lucha* en mi cabeza y dejo que el *sudor* que recorre mi rostro se mezcle con la sensación de saber que cada zancada es una pequeña victoria.
Cruzo la meta, da igual el puesto. Un año más, redescubro que el verdadero premio está en la emoción indescriptible que produce ver la *entrega* de toda mi ciudad.


# 193 Javier Rodríguez Rodríguez

 

TAN CERCA, TAN LEJOS

Sé que no me ha visto, por eso me permito el lujo de pegarme a ella, hasta conseguir que las punteras de mis zapatillas laman casi los talones de las suyas.

Todo esto es muy raro. Sí, correr una San Silvestre detrás de la mujer que te acaba de abandonar, —pero de la que sigues enamorado—, así, sin decírselo a nadie, sin que ella no pueda ni siquiera imaginárselo, es realmente muy extraño, pero también es verdad que, como se dice, si el amor mueve montañas, cómo no va a mover a un sedentario irredento como yo…

Pasado mi arreón inicial, Clara me deja atrás con facilidad, a la altura de la calle Paraguay. La veo alejarse, y perderse entre la miríada de dorsales, al igual que lo ha hecho de mi vida.

No puedo más, no terminaré la carrera. Da igual, ésta nunca podría ganarla.

# 192 Leyder

 

Preguntas

Preguntas

Divisó la linea de meta y sintió mermar sus fuerzas. La San Silvestre no había sido tan fácil como pensaba, y por mucho que había entrenado, ya sus 42 años le hacían reclamos cada vez mayores. Avanzó con paso tambaleante preguntándose si realmente llegaría. ¿Por qué había aceptado participar? No tenía nada que probar ni tampoco era por dinero. ¿Por qué tanto esfuerzo? ¿Por qué correr como el viento cuando su cuerpo solo pedía una buena butaca y una cerveza?

Escuchó la algarabía de la gente y todo pareció ralentizarse de pronto. Casi no le quedaba conbustible y aún le faltaba un tramo. De pronto, la voz de un niño sobresalió en la multitud y eso fue suficiente para darle el último empujón que necesitaba. Ahí estaba la respuesta que el cansancio le hizo olvidar por un momento. Su hijo se lo pidió y por ese, correría mil carreras.

# 191 Modes Lobato Marcos

 

FRAGILIDAD


Repican felices las campanas del mundo, y una galerna de júbilo anega mi alma.
Porque hoy es el día de la San Silvestre Salmantina.
Por eso, tras ponerme la ropa deportiva, encamino mis pasos hacia el Paseo de San Antonio.
Y minutos más tarde, todo comienza.
Y corro. Corro sobre un asfalto preñado de electrones, y ni los sargazos de todos los mares podrán detenerme.
Me pongo en cabeza y el tiempo se derrite, como los relojes de Dalí.
Y en ese maldito instante, un relámpago de cordura ilumina mi mente.
Y me veo corriendo desnudo por el patio del manicomio, mientras varios celadores tratan de darme alcance.
Entonces me detengo y, con los ojos llenos de lágrimas, pido a Dios que me devuelva la locura.
Abrazado a ella soy feliz.


# 190 rocio

 

BARRIO TROTAMUNDOS

BARRIO TROTAMUNDOS
Corria el año mil nueve ochenta y cuatro y los barrios estaban desiertos. Poco se sabia sobre la carrera que iba a acontecer esa tarde, pero Luis estaba listo para la lucha. Era un obrero del barrio Delicias. El cancer habia deshecho su pulmon izquierdo, quebrando sus respiros casi por completo. A pesar de eso, quiso terminar de burlarse de la muerte y hacer aquello a lo que estaba destinado. Cuando comenzo la carrera, las 388 almas restantes se esfumaron a su alrededor, el estaba danzando entre todos aquellos pies. Luis no llego a ver a sus hijos crecer, ni a arreglar la puerta rota del pasillo de la que tanto Rita se quejaba. Pero si fue el respiro final de aquel barrio convertido en trotamundos, convirtiendolo a el en el alma numero 389.

# 189 Humberto Belenguer Aguilar

 

IMPREVISTOS

Manolo, se unió a la carrera salamantina de forma espontánea, dos de las personas que le perseguían unos metros por detrás, no estaban convencidos de que en unos meses, tenían que ejercer de tíos. Cuando subió al polio como ganador las cosas empezaron a entenderse de distinta manera. Que un cuñado ostentase el primer premio en esta carrera, abre la posibilidad de entrar en la familia por la puerta grande.

# 188 Carla Valesini

 

Como la vida misma

¡Es asombroso! Nunca ha practicado el deporte y es la primera vez que asiste a la San Silvestre; aun así, ha descubierto que nada se asemeja más a su vida como el recorrido salmantino. Antonio y Francisco, sus gemelos, corren por primera vez por las calles de la ciudad que ha recibido a los tres con los brazos abiertos. Los chicos y la madre han vivido en Paraguay y “Méjico” antes de volver a su país natal, y ahora viven en la calle Dr. Gómez Ulla, junto a la perrita Mérida, al gato Valiente y al loro Charlón, que es todo un rollo. El ave es la mascota favorita de Antonio, quien acaba de cruzar la línea de llegada con una sonrisa que podría perfectamente convertirse en el encendido de las luces navideñas.

# 187 Alejo Grande

 

"Paso a Paso"

La noche vestía las calles de Salamanca con una serenidad misteriosa y dorada. Lucía avanzaba, casi perdida en su respiración, mientras las piedras antiguas bajo sus pies guardaban silencio, como si el eco de miles de pasos fuera su única lengua. Frente a la imponente Catedral, donde el aire parecía suspirar siglos de historia, una fatiga profunda la detuvo; el agotamiento era un peso que solo el alma, no el cuerpo, podía cargar.

Y entonces vio un destello: un anciano encorvado, cada paso torpe pero firme, mirándola con ojos cansados y resueltos. Fue como si el espíritu de la perseverancia, inmutable e indomable, le hablara en aquel instante.

Lucía reanudó su marcha, sintiendo en cada paso la fuerza de quienes nunca se detienen. Atravesó la meta con la certeza de que había vencido no a otros, sino a la voz interna que alguna vez quiso detenerla

# 186 RAQUEL ESCAÑO CASTILLO

 

ALIENTO

La noche caía sobre Salamanca, y las luces de la San Silvestre comenzaban a parpadear. En la línea de salida, Marta sentía cómo la adrenalina le recorría el cuerpo. A su lado, el bullicio de risas y palabras emocionadas creaba un ambiente festivo.

No solo corría por el tiempo, sino por los recuerdos: su padre, que la había llevado a sus primeras carreras, siempre animándola desde la línea de meta.

Al sonar el pistoletazo, los corredores se lanzaron en un mar de colores. Cada paso resonaba con el eco de los sueños compartidos, de la amistad forjada en el asfalto.

Los aplausos del público, el aliento de los compañeros, todo se fundía en una sola meta: cruzar la línea, celebrar la vida y el esfuerzo colectivo. Al llegar, alzó los brazos con una sonrisa; no era solo una carrera, era un legado, un abrazo de comunidad que la acompañaría siempre.

# 185 MARÍA SOLEDAD GARCÍA GARRIDO

 

CADA COSA EN SU SITIO

Harta de las miradas indiscretas de los turistas, decidí colarme en la carrera. Nunca me caractericé por ser rápida, más bien por saltar aquí y allá, aunque en mi caso me condenaron a la quietud, y ese día, para cumplir mi deseo, tuve que rebelarme contra mi condición.
Si no lo intentas, ya has fracasado, me dije, así que, contraviniendo mi forma física, salté por toda la ciudad y me planté entre los participantes, que calentaban sus músculos para sortear los rigores del invierno en Salamanca.
Cuando llegué a la meta, las ancas me temblaban del esfuerzo. No recuerdo en qué posición quedé, pero, sin duda, mi lugar estaba encima de la calavera. Y regresé croando de puro cansancio hasta encaramarme a mi fachada, donde me esperaban para ser fotografiada toda aquella gente. Tampoco estaba tan mal.

# 184 Xiana Sotelo Fernández

 

Errores que suman

Correr sin caerse es como aprender sin equivocarse. Son los errores los que nos ayudan a mejorar.

# 183 Alejo Grande

 

"Paso a Paso"

La noche vestía las calles de Salamanca con una serenidad misteriosa y dorada. Lucía avanzaba, casi perdida en su respiración, mientras las piedras antiguas bajo sus pies guardaban silencio, como si el eco de miles de pasos fuera su única lengua. Frente a la imponente Catedral, donde el aire parecía suspirar siglos de historia, una fatiga profunda la detuvo; el agotamiento era un peso que solo el alma, no el cuerpo, podía cargar.

Y entonces vio un destello: un anciano encorvado, cada paso torpe pero firme, mirándola con ojos cansados y resueltos. Fue como si el espíritu de la perseverancia, inmutable e indomable, le hablara en aquel instante.

Lucía reanudó su marcha, sintiendo en cada paso la fuerza de quienes nunca se detienen. Atravesó la meta con la certeza de que había vencido no a otros, sino a la voz interna que alguna vez quiso detenerla

# 182 FRANCISCO JAVIER GUTIÉRREZ ALONSO

 

kilómetro diez

Kilómetro uno: casi caminando, procurando no tropezar con tantos corredores.
Kilómetro dos: empiezo a coger ritmo, mis piernas despiertan.
Kilómetro tres: me encuentro fuerte podría volar.
Kilómetro cuatro: empiezo a tener sed y noto algo de fatiga.
Kilómetro cinco: por fin agua. Tengo que ir más despacio o no aguantaré
Kilómetro seis: recobro energía y fuerza. Pienso que esto es un milagro.
Kilómetro siete: saludo a amigos y me emociono. Me adelanta un señor de setenta años y me emociono.
Kilómetro ocho: ya queda menos, mis compañeros de ASCOL me aplauden y rompo a llorar.
Kilómetro nueve: veo la sonrisa de mamá que me da el último empujón. La quiero.
Kilómetro diez: Llego a la meta de la San Silvestre Salmantina. Me dan una botella de agua. Me acuerdo del mes en Clínico que en trasplante de médula. Solo quería correr, correr, correr..

# 181 Patricia Tablado Félix

 

La magia de la San Silvestre

Me asomé a la ventana y apenas se podía intuir la acera de enfrente. Con tanta niebla no iba a ser una carrera fácil. Me puse la ropa de deporte, me até las zapatillas que había estrenado en octubre con toda la ilusión del mundo y agarré las muletas que me acompañaban desde hacía un par de semanas. Esta vez no iba a correr, pero estaba dispuesto a desgañitarme para animar a los compañeros. Un esguince no iba a acabar con la magia de la San Silvestre.

# 180 Miguel Ángel Cejudo López

 

Se hace carrera al correr

Recuerdo estar con mamá en el Paseo de San Antonio viendo correr a mi abuelo, era el mejor.
Cuando pude participar, el ímpetu consiguió que llegara rápido a Paraguay y desfalleciera en Cruz de Caravaca.
Después, crucé Libreros con más soltura, contento por terminar mis estudios con nota.
Más adelante, por Plaza de las Agustinas, me animó Rosa, mi novia; luego corrimos juntos por el Paseo de Carmelitas, ya como esposos.
Llegando a la Avenida de Portugal pude ver a mis hijos animándome, para más tarde correr con ellos y llegar a la Avenida de los Comuneros casi a su paso, cuando todavía podía.
Ya veterano, mientras atravesé el Paseo del Rollo perdí a mis padres, ley de vida dicen…
Pero es cuando recorro el Paseo de San Antonio, donde me saluda mi nieto sonriente cerca de meta, que descubro el verdadero sentido de esta dura pero hermosa carrera.

# 179 CLAUDIA ÁLVAREZ LÓPEZ

 

QUERIDO JOSÉ IGNACIO

Querido José Ignacio,
Es 31 de diciembre y más de 400 km nos separan. Nunca un número me había hecho sentir esta presión en el pecho. Ahora estás en tu tierra, esa que tanto adoras, Salamanca. Disfrazado de algo divertido junto a tus amigos de la infancia, estás a punto de empezar tu ritual para despedir el año, la San Silvestre Salmantina. Sé que no me ves pero estoy ahí contigo. Te acompañaré en cada paso, en cada kilómetro. Estoy en casa pero siento el frío de esa mañana salmantina en mi piel, con el aire golpeando mi cara en cada paso que das. Cuando cruces la meta sabrás que he estado contigo todo el tiempo, porque en cada zancada llevabas mi aliento, y en cada latido mi corazón corría a tu lado.
Desde Vigo, esperando impaciente tu regreso,
Tu compañera de kilómetros y de vida.

# 178 Ezequiel Corti

 

Nacimiento

Apartado del bullicio de las pisadas y los gritos de aliento, se oye un llanto que parece provenir desde la meta.
Contrariamente a lo planificado, elevo el ritmo. Mis pulsaciones cardiacas aumentan rápidamente. Sé quiénes me esperan allí y qué pretenden de mí.
Respiro de forma errática, no logro aclararme. Continúo escuchando un llanto que se vuelve más rítmico, más calmado.
Llovizna, hay algo de niebla; pero siento calor, abrigo.
Asoma la recta final y todo cambia. El llanto se hace presente con más fuerza que nunca. Siento un corte, un quiebre. Una impensable necesidad se habilita.
Una luz blanca me invade. Los murmullos suben, aunque el llanto continúa siendo protagonista.
Cruzo la meta y mi respiración se acomoda. Alguien, desconocido, me palmea con fuerza, como con saña.
Veo a mi madre y lloro como nunca lloraré en mi vida. Siento que, poco a poco, vuelve el silencio a Salamanca.

# 177 Jesús Contreras Gil

 

Persiguiendo sueños

Levanté los brazos y me puse a gritar. Mis piernas no podían más. Me sentía Michael Phelps. Acababa de ganar la San Silvestre Salamantina, mi espinita clavada. Nunca imaginé a tanta gente gritando. Pasando por el paseo de San Antonio miré a un lado y vi a mi familia llorando de felicidad, eché una mirada atrás y vi a un niño jugando en el patio de su casa simulando que ganaba la San Silvestre. Crucé la meta y desperté desconcertado, no sabía que acababa de pasar. Me levanté, decidido, me puse mis zapatillas y mi dorsal, me senté en mi escritorio y me puse a escribir este relato.

# 176 IVAN SANTILLAN

 

MI ÚLTIMA BATALLA

Las últimas zancadas lo acercaban a la meta de su última San Silvestre Salmantina, mientras su respiración entrecortada competía con los aplausos del público. A su alrededor, los corredores lo adelantaban sin esfuerzo, pero eso no le importaba; él ya había corrido las mejores carreras de su vida. Era un veterano, un hombre al que el tiempo había tatuado arrugas y recuerdos en la piel, pero sus piernas aún respondían al impulso de seguir adelante.
En su mente resonaban las voces de quienes ya no estaban, aquellos amigos de juventud con los que compartió la pista y los días. Cuando cruzó la línea de meta, sus ojos se llenaron de lágrimas. No era la victoria lo que buscaba, sino la emoción de sentir la vida corriendo en sus venas una vez más.
Ese último tramo fue para ellos, y para él, que nunca dejó de ser joven en su corazón.

# 175 Bernardo López Rojas

 

DESFASE

Gilberto recorrió la ruta como de costumbre. A su edad, caminar diez kilómetros un par de veces a la semana era más que saludable. Había participado en la San Silvestre Salmantina durante más de treinta años, siempre con gran entusiasmo. ¡Vaya hazaña! Sin embargo, la vejez pasa factura, y confundir un cinco con un seis a través de sus anteojos lo desfasó del horario oficial.

Cuando su nieto lo vio regresar en el Barrio de Pizarrales, le reprochó entusiasmado:

—¡Abuelo, te has adelantado!

Gilberto sonrió amorosamente. "Salí a tiempo. Salamanca siempre espera que corras por ella. En unos momentos lo verás.”

# 174 Juan Domingo Vilá Cortés

 

El recuerdo.

Al llegar a casa, después de aquella larga carrera, noté la puerta entreabierta. Juraría haberla cerrado al salir para la San Silvestre, pero el cansancio me hizo ignorar esa advertencia. Entré y cerré despacio, y un susurro rompió el silencio:

—Bienvenido a casa...

Me quedé quieto, intentando procesar el sonido, convenciéndome de que era fruto de mi agotamiento. Avancé hacia el pasillo y busqué el interruptor, pero la bombilla parpadeaba, lanzando sombras por todas partes. Escuché pasos arrastrándose detrás de mí. Me giré bruscamente, pero el corredor estaba vacío.

Mi pulso se aceleró. Sentí más adrenalina que en la línea de meta. Decidí entrar a la habitación, cerrar con llave y esperar que el silencio me devolviera la calma. Pero los susurros persistieron, cada vez más cerca.

Sin pensarlo, corrí hacia la entrada. Mi corazón se detuvo: la puerta estaba abierta de par en par. Y un susurro familiar me recibió:

—Bienvenido a casa...

# 173 ALBERTO DE FRUTOS DÁVALOS

 

El éxito del fracaso

Todos los años se empeñaba en quedar el último en la San Silvestre salmantina. No era una tarea fácil, pues siempre había alguien que le disputaba el farolillo rojo. Pero ahí estaba él, cerrando la clasificación con una marca de bochorno. Lo hacía por guasa o, tal vez, para despertar la admiración de sus hijos por su constancia, que es la madre de todos los éxitos, tal como les había inculcado.
Hasta que aquel 29 de diciembre de 2024 encontró la horma de su zapato: una tortuga boba, un espantapájaros que se negaba, incluso, a dar el primer paso.
–Yo de aquí no me muevo.
–Ni yo tampoco.
Para asegurarse la victoria, los dos no-corredores achicaron sus sombras y dejaron de respirar hasta que concluyó la carrera, por si el jurado medía el calibre de sus alientos. Una corona "ex aequo" conmemoró su triunfo en el tanatorio San Carlos.

# 172 CARMEN RUIZ RUIZ

 

FUGAZ

Salieron juntos cogidos de la mano. Cómplices y enamorados, recorrieron la Alameda. Él le susurró al oído halagos y promesas futuras. Ella le sonrió complacida, ajena al avance de la prueba. Durante la primera mitad del trayecto, ambos dibujaron en sus mentes un paisaje imaginario para el porvenir. En la Plaza Mayor decidieron sincronizarse y comprobar si sus sueños iban en la misma dirección. Sin embargo, a la altura del Puente Romano, el Tormes les pareció un reflejo gélido en una noche umbría. Al alcanzar la avenida de los Comuneros, ambos permanecieron absortos en sus pensamientos. Un sudor frío les recorrió el cuerpo en la plaza de Cuatro Caminos. Ya en la meta, aprovecharon el bullicio reinante para elegir caminos diferentes sin necesidad de disculparse. Nunca se volvieron a ver.

# 171 Aiko Hernández Widjaja

 

El ritmo de la perseverancia.

El sonido del disparo inicial se disipa en el aire y la multitud avanza en un caos ordenado. Delante de mí, un corredor de camiseta azul eléctrico se destaca con un ritmo constante e hipnótico. Al principio, le sigo, tratando de mantenerme en su estela, pero siento cómo su velocidad me arrastra hacia un límite desconocido.
Mis piernas empiezan a quejarse. Lo veo apretar el paso y no dejaré que se aleje; me aferro a su ritmo, impulsado por la admiración y el desafío. Cientos de corredores me han superado, pero aquí, en este momento, solo somos dos almas luchando contra el cansancio.
Llegando a la meta, la determinación me empuja a un último esfuerzo. Mi aliento se acelera y, en un instante decisivo, lo adelanto. Cruzamos la meta; no hay medallas en juego, solo la satisfacción de haberme superado, de haber encontrado la fuerza para competir contra mí mismo.

# 170 Miguel Canovas Sanchez

 

Por la boca muere el pez.

"Calienta bien, que luego no quiero excusas". A cinco minutos de empezar, creo que me arrepiento de haber apostado que llegaría a la meta por delante de él. No sé si fue la prepotencia de tener dieciocho años o la sempiterna rivalidad de un hijo con su padre lo que me llevó a aceptar la apuesta.

# 169 Theresia Maria Widjaja

 

Corazones que corren.

La última carrera del año. El cielo pardo apenas da para divisar el sendero serpenteante entre las luces de la ciudad vieja. Julián arrastra la mirada hacia la torre de la catedral, su punto de referencia, como si la piedra milenaria le hablara de resistencia y paciencia. La respiración jadeante de los corredores lo envuelve; extraños convertidos en compañeros de fatiga, con el mismo propósito en el pulso. El ritmo de las zancadas sobre el adoquinado resuena como un tambor antiguo, llamando a la voluntad de cada corredor.
En ese tramo final, cuando el cuerpo se deshace en dolor, Julián encuentra algo distinto. No es gloria, ni siquiera orgullo; es la certeza cruda de que el verdadero desafío estaba en el intento, en esa lucha interior con la que cierra el año, mirando al horizonte: un nuevo comienzo, una nueva oportunidad para volver a correr.

# 168 Jordi Hernández Martínez

 

El eco de los primeros pasos

Entre el tumulto de zancadas desiguales y risas torpes, los veo. No son rápidos ni certeros; titubean, jadean, se miran entre ellos buscando aprobación, y a veces hasta chocan con la torpeza de quien aún no ha aprendido.
Corren con esa mezcla de miedo y alegría sin razón que tienen los nuevos. Los observo desde la punta, tan lejos en experiencia y distancia que ya no siento el roce de esos nervios, ni la alegría del inicio.
Años atrás, yo también me tambaleaba al correr, tropezaba, y me levantaba con una sonrisa mitad vergüenza, mitad orgullo.
Ahora, al mirar hacia adelante, encuentro la perfección en la técnica, la seriedad en cada paso. Pero en algún punto, también dejé atrás algo más. Los novatos lo tienen aún: esa risa inesperada, el placer de lo simple. Corren por llegar; yo ya solo quiero volver a ser como ellos.

# 167 Carolina Vega Serrano

 

El último sprint

Cada San Silvestre Salmantina cuenta con su propia historia, pero aquella vez, Salamanca latía al unísono. Sara, que apenas podía correr cien metros el año pasado, se alineó entre cientos, sintiéndose novata y nerviosa. Recordó a su abuelo, que en cada Navidad le contaba cómo corría esta misma carrera hasta que su salud le impidió seguir. Paso a paso, Sara sintió el empuje de la multitud y la voz de su abuelo acompañándola.

El último kilómetro parecía eterno, sus piernas ardían de dolor. Pero a lo lejos, entre el público, creyó ver a su abuelo saludándola con la misma sonrisa que recordaba de niña. En ese último sprint, Sara comprendió que no corría sola: con ella iba el esfuerzo de todos los que alguna vez la apoyaron y el alma de cada corredor.

Al cruzar la meta, entendió que la victoria no era llegar la primera, sino no rendirse nunca.

# 166 Edgar Alexander Bautista Meza

 

Un Nuevo Tirón de Orejas.

Don Álvaro cumplía setenta y cinco años cada diciembre desde hacía una década, como si el tiempo se hubiera detenido en sus huesos, igual que el musgo en las piedras coloniales de Salamanca. Cada San Silvestre, con obstinación heredada, se amarraba sus viejos tenis y salía a “correr” por las calles empedradas. Aquella mañana, Conchita, la chismosa del barrio, lo divisó estirando los tobillos.
—¡Don Álvaro! ¡No le da vergüenza! —le gritó, abanicándose con el delantal—. ¡Esa carrera es para gente joven, no para fósiles!
Sin perder la calma, el viejo se ajustó la bufanda y lanzó una carcajada que retumbó en toda la plaza.
—Conchita, a mi edad, correr es más un acto de fe que de velocidad. Pero le digo algo —se estiró para mirar al cielo— Si San Pedro me busca, que tome asiento: hoy tengo que darle al tiempo un nuevo tirón de orejas.

# 165 Berta Mateos Monteagudo

 

El último esfuerzo

La San Silvestre Salmantina no era solo una carrera para Pedro; era su manera de cerrar el año con fuerza. Rodeado de corredores de todas las edades, cada paso se sentía como un eco de los desafíos que había superado. El frío se mezclaba con la calidez de las risas y las voces de ánimo de la multitud en las calles de Salamanca.

Faltando apenas unos metros, el cansancio quiso detenerlo, pero escuchó la voz de su hijo entre la multitud: "¡Vamos, papá!". Esa chispa fue suficiente. Con el último esfuerzo, cruzó la meta con los brazos alzados, y, en ese instante, entendió que no corría solo por él. Corría por todo lo que amaba, y la meta era apenas el comienzo de todo lo que le quedaba por lograr.

# 164 José Ramón Alonso Belaustegui

 

Ambición

El recuerdo de la carrera del año pasado cercena su fatigado cuerpo. Desea resarcirse de la derrota. Sus ojos son espejos que se pierden en un infinito piélago imaginario de zapatillas desgastadas. Extiende el dorsal de la San Silvestre Salmantina y vuelve a visualizar la prestigiosa prueba. Duele el cansancio acumulado de los duros entrenamientos, pero, notorio de los quehaceres de un atleta, se palpa los acentuados surcos de sus venosas piernas y se consuela al comprobar la magnitud del trabajo que ha realizado hasta volver. En su táctica mental ha resuelto que deberá exprimir su aparato locomotor en el afán de victoria, doblegar al ácido láctico, fiel compañero de fatiga de los desconocidos límites de su yo deportista, y sobre el empedrado asfalto de pilastras y bocanas que rodea al río Tormes junto al Puente Romano, volar por el gen de la nube que le impulsa hacia el triunfo.

# 163 Francisco Javier García Carrera

 

Aunque nadie me lo notara

Con tan solo dos semanas de entrenamiento moderado afrontaba la San Silvestre con mucha emoción, más de la que expresaba mi rostro; a la vez estaba un poco asustado, aunque no creo que ninguno de mis colegas me lo notara y yo a nadie se lo contaba.
Un mes antes era casi seguro que no iba a poder participar y para mí esa carrera era una verdadera tradición, tengo un especial recuerdo de la primera que vez que hice el recorrido largo, era un adolescente y corrí junto a mi padre, él siempre a mi lado.
Justo antes del pistoletazo de salida se me aceleró el corazón, aunque nadie se enteró, y 54 minutos y 47 segundos después era el hombre más feliz del mundo, aunque nadie me lo notara, lo había conseguido y el tiempo era lo de menos, a pesar de ser el peor de mi trayectoria atlética.

# 162 Charo Moreno Martínez

 

La tenacidad de Faustino

Cada año, Faustino regresaba a la San Silvestre Salmantina. En vida, nunca había logrado terminarla: una torcedura, un calambre, una lluvia torrencial... siempre algo. Pero ahora, como fantasma tenaz, podía correr sin cansarse. Ese año se cumplía el XL aniversario y se propuso el mayor reto de su vida, bueno, en realidad de su muerte: ganarla. Atravesó muros, atajó por calles que no estaban en el recorrido, esquivó corredores y, finalmente, llegó el primero. Triunfante y olvidando su etérea condición, se quedó esperando los aplausos, las fotos, el reconocimiento que nunca tuvo en vida. Pero nadie notó su presencia. Aunque era un espectro, sintió un escalofrío de vergüenza, porque había hecho trampas. Arrepentido pensó: «El próximo año seré honesto… y con suerte, quizá haya algún médium entre el público, que valore mi esfuerzo». Y se fue corriendo como alma en pena.

# 161 juan antonio chamorro barrientos

 

El regreso

Hoy he vuelto a Salamanca. En realidad, nunca me fui del todo porque ella y yo siempre fuimos uno. Casi no la reconozco. La Plaza Mayor, sin sus jardines. El "Novelty", en cambio, resiste bajo sus soportales, exactamente igual que entonces.
Andorreo sin rumbo evitando los grupos de turistas. En mi época no existían. Nadie repara en mí, parecería que no existiera.
La Catedral, la Casa de las Conchas, la Clerecía... hasta que me topo con una multitud de hombres y mujeres en paños menores multicolores que captan mi atención. Corren por el Paseo de San Antonio, por el Bulevar de San Francisco Javier, por la Cruz de Caravaca, por la Avenida de los Comuneros. En su indumentaria puedo leer "San Silvestre salmantina".
Pero debo irme. Dejo para el final la visita más deseada. Calle Bordadores, cuatro. Continúa majestuoso. Desde aquí comencé mi viaje, precisamente un día de San Silvestre...

# 160 David Díaz

 

Salamanca en 10.000 pasos

¡Riiiiiing!

- ¿Dígame?

- Buenos días, mi nombre es Virginia, de "Aventuras Mágicas", empresa líder en crear experiencias que desafían la realidad. Hoy tenemos una oferta única, en "pack Premium", ideal para usted.

- ¿Ah, sí? ¿Qué incluye?

- Un recorrido exclusivo por Salamanca, una ciudad encantada por un día. Imagine: 10.000 pasos por las principales calles y avenidas de la ciudad cerradas para usted. Un recorrido de una hora aproximadamente en un ambiente festivo. ¿Suena bien?

- Sí, pero, ¿hay más?

- Por supuesto. Conocerá los principales monumentos de la ciudad. Una multitud de salmantinos y forasteros le aplaudirá y animará a su paso. Le acompañarán princesas, gnomos, dragones chinos, incluso, Papá Noel o los Reyes Magos. Y todo, por el increíble precio de sólo 12 euros.

- Pero es imposible, será una broma. ¡Una estafa!

- ¡Para nada! Con el nombre del pack lo entenderá: San Silvestre Salmantina.

# 159 Laura Gasulla Parra

 

La Última Meta

Marta entrenaba cada día, desafiando el frío de diciembre y el cansancio que acumulaba tras largas jornadas. La San Silvestre Salmantina no era una carrera cualquiera; era la última del año y, para ella, la última que su cuerpo agotado por la enfermedad le permitiría correr.

La mañana de la carrera, se colocó su dorsal y miró a su alrededor. Miles de corredores compartían su emoción y, al cruzar la meta, sus piernas se rindieron, pero su espíritu seguía en pie. Mientras el público la aplaudía, entendió que no importaban ni el tiempo ni los trofeos.

Ese día, Marta ganó su propia victoria: cruzó la última meta con el corazón lleno y el miedo vacío. La sonrisa en su rostro la acompañaría siempre, como la marca de un logro que no se mide en segundos, sino en coraje.

# 158 Ana María Tejado León

 

Charra veloz


Había que intentarlo. Finalizado el tratamiento, me sentía sana, fuerte; la enfermedad era ya un recuerdo bien guardado. Estaba preparada y llena de energía.
El paseo, desde la plaza, apenas era visible por la neblina que el sol no había logrado aún despejar. Sentía un frío intenso y el calentamiento previo apenas empezaba a preparar tímidamente mis piernas. Mi padre me había recogido el dorsal en el último momento y no iba a defraudarle. Para un corredor experimentado como él, esta carrera popular era un divertimento. Los trofeos de años anteriores se acumulaban en su colección más preciada.
Sin embargo, esta gélida Nochevieja él tenía otra meta que alcanzar: su aplauso y su aliento iban a ser decisivos en los momentos en que yo flaqueara. Necesitaba su apoyo incondicional, este reto sólo podría superarlo con su confianza en mí y mi afán por mejorar.
Las luces navideñas encendían la ciudad.

# 157 Elena Gómez

 

Enganchados a la carrera

¡Pum! El sonido de miles de zapatillas golpeando el asfalto resonaba entre los ánimos del numeroso público. Vega avanzaba con paso firme, pero pronto notó algo extraño: un hombre corpulento con camiseta roja no dejaba de correr a su lado, demasiado cerca. Ella aceleraba, él la seguía. Ella giraba, él también. La tensión subía, el corazón le latía con fuerza y no sólo por el esfuerzo.

Trató de despistarlo desviándose entre otros corredores a lo largo de todo el recorrido pero ahí seguía él, pegado como una sombra. Finalmente, en el último kilómetro, Vega no pudo más y gritó:

—¡¿Qué quieres de mí?!

El hombre, jadeando, contestó:

—¡Perdón! ¡Es que... estás pisando mi cordón!

Vega miró hacia abajo y, efectivamente, había estado corriendo con su zapatilla enganchada a la de su perseguidor. Ambos rieron. Al cruzar la meta, se despidieron entre carcajadas, olvidando la tensión que les había unido.

# 156 Carlos Sanz Baz

 

El peregrino curioso

Soy un monje de...muchos años, que rescatado de una maldición caída sobre mi libro, he sido rescatado de las páginas que habitaban en él para descubrir lugares y gentes de todas partes. Mi curiosidad sobre los pueblos de la sierra, hizo que caminando y caminando entre caminos, mis huellas tornaran de un barro empapado por la llovizna ligera que caía sobre el monte, a la sombra de mis sandalias sobre el asfalto de una ciudad que bullía pletórica ante cientos de lo que parecían corredores con una especie de zapatillas que daban una sensación de volar. Era una carrera hacia la gloria, hacia la satisfacción humana, en la que se mezclaba historia, belleza, arte y solidaridad. Mi camino debía continuar después de hallar estas huellas...

# 155 Natividad Villar Martínez

 

CON UN SOLO SOPLO

Denoto movimientos alrededor, María anda loca buscando su dorsal, teme haberlo perdido y reclama a su nueva pareja que aligere al calzarse las zapatillas o llegarán tan tarde que no dispondrán de apenas tiempo para el precalentamiento. Es entonces cuando la melancolía me embarga y saboreo los preparativos previos a cada carrera, el disfrute del roce de las zapatillas sobre el asfalto, el frescor del viento en la piel a cada paso, cierro los ojos e intento correr, pero me doy de bruces con las paredes de este espacio sombrío y reducido. De cara al año que viene, le solicitaré en alguno de sus sueños nocturnos, que para el día de la san silvestre salmantina, deje la tapadera entreabierta de la cajita en la que ando custodiado, las cenizas con solo un soplo de viento podemos llegar bien lejos.

# 154 Silvia Tévar Garcilópez

 

Solo un poco más

No, nunca más podría volver a correr, le habían dicho. Ni saltar. Y no, tampoco servirían las sesiones de fisio. Ni tan siquiera los rezos y las estampitas de su abuela Encarni. Estaba claro: para él no había posible solución. Por eso se había apuntado a la San Silvestre salmantina: decían que una vez chillaba el pitido de salida, te convertías en alguien distinto. Él llevaba ya ¿cinco? ¿seis kilómetros? y la pierna de silicona, espuma y metales empezaba a pesarle, como en esas tardes en las que, después de reuniones, cafés requemados y más reuniones luchaba contra los diagnósticos médicos, el final del día y contra esa vocecita que le taladraba más de lo que le gustaría. No puedes, le decía. Pero el paseo de San Antonio estaba cada vez más cerca. Solo un poco más. Las piernas se aligeraron. Solo un poco más. Empezó a volar. Aplausos. Palmadas.

# 153 María Aránzazu Toro Escudero

 

Todos tenemos un precio

Cuando Lucas se presentó en el salón el 31 de diciembre con ropa deportiva, “¡listo para la San Silvestre!”, supe que había gato encerrado. Su padre, tan aficionado a esa carrera que no había faltado a la cita ni el año de la pandemia, ni cuando se rompió una pierna y completó el recorrido con muletas, llevaba diecisiete años esperando ese momento. Ya desde mi embarazo soñaba con transmitir su pasión a nuestro vástago, vivirla en su compañía. ¡Oh decepción!: nuestro retoño odiaba las carreras.
Mi marido había apelado al espíritu deportivo, a los beneficios del deporte para la salud física y mental, incluso había intentado sobornar a Lucas con un extra en su paga, sin ningún éxito. ¿Qué habría obrado el milagro?
El misterio quedó aclarado cuando un enorme cerdito de peluche con el dorsal 25 entró en la habitación gritando, con la voz de mi marido: “¡vámonos!”.

# 152 Samuel Arjona Fernández

 

Me dijeron

Me dijeron que no volvería, que la rodilla no aguantaría, que me despidiera. Pero aquí estoy, en la línea de salida, con los pies firmes en el asfalto. El aire entra despacio, cargado de significado, como si cada inhalación fuera una promesa cumplida. Alrededor, el bullicio de los demás se desvanece. Solo me escucho a mí mismo: el latido en las sienes, el pulso en las muñecas, el temblor en las piernas, no de agotamiento, sino de emoción. Nunca imaginé regresar. Cuando dijeron que la rodilla se había rendido, sentí una fractura en el alma, más profunda que el dolor físico. Pero hoy, en este instante, sé que he conseguido alcanzar mi meta.

# 151 Rafael Soriazu Gual

 

PROMESA CUMPLIDA

Allí estaba en el Paseo de San Antonio dispuesto a correr la San Silvestre
Salmantina como homenaje a su padre, un gran aficionado a ese tipo de pruebas. Se
lo había prometido unos días antes de su muerte. Sonriente el progenitor le contestó
que no hiciera promesas de imposible cumplimiento.
Pero allí estaba tras adelgazar sesenta kilos para lo que se requiere un notable
sacrificio, o más bien una suma de sacrificios. Quemar un kilo es más difícil que
quemar amianto.
Su objetivo era participar pero... curiosamente no llegó el último, aunque tampoco
hubiera importado.
Al día siguiente fue a depositar un ramo de flores ante la tumba de su padre. Y...
sintió que alguien le daba una palmadita en la espalda.

# 150 JOSE LUIS GONZALEZ JIMENEZ

 

PRUEBA UNIVERSAL

Después de cubrir la última edición de la San Silvestre Salmantina, la mayoría de los periodistas acreditados para la prueba decidimos comer en el Figón Charro. Allí se cocinan todos los platos de la gastronomía local. Hornazo y chanfaina y deliciosos guisos de carne de morucha, acompañados de níscalos o trompetas de la muerte, según se tercie.

Antes de despedirme de Eustaquio, el encargado del Figón, le traslado unas preguntas que incluiré en el reportaje.

- Y el día de la prueba, entre participantes y espectadores, recibiréis centenares de comensales ¿verdad?
- Así es, ampliamos el aforo instalando mesas en todos los rincones.
- Y los visitantes, ¿llegan de cualquier parte?
- Pues, verás, hace un par de años junto al Tormes, aterrizó incluso una nave espacial.
- Pero ¿viajaban extraterrestres?
- Sí, los Marciánez. Son una familia excelente. Les encantó Salamanca. Fíjate que se empadronaron a los pocos días.

# 149 alberto martínez trapiello

 

LA VIDA OCULTA DE LOS TROZOS DE MADERA

Ser un trozo de madera es una aventura. Mi trayectoria laboral comenzó siendo un listón de una verja, para contener al público que acudía a competiciones de atletismo.
Años después, unos carpinteros salmantinos reutilizaron dichos tablones para fabricar vallas de velocidad (ya sabéis, las que se colocan en pista para celebrar carreras de obstáculos). ¡Y yo fui uno de los tablones seleccionados para formar parte de las vallas! Era un trabajo muy emocionante. Ahí estaba, en medio de la pista, viendo a deportistas acercárseme a velocidades asombrosas hasta casi alcanzarme… Confiando en que en el último instante saltarían para sortearme... Terrorífico, ¡trepidante!
Finalmente, con el paso de los años, me ascendieron. La madera de las vallas fue reutilizada para fabricar testigos, empleados en carreras de relevos. La única pega es que ahora me paso el día siendo manoseado por manos sudorosas, pero definitivamente, la adrenalina hace que merezca la pena.

# 148 Víctor Niso García

 

Recorridos por el tiempo

¿De dónde vino la brisa enigmática y tibia que, a apenas doscientos metros de la meta, nos sorprendió por la espalda? ¿Qué sentido tenían esa temperatura ajena al día de finales de diciembre y esa particular consistencia del aire? ¿Era el eco del coscorrón de Lázaro en el toro de piedra? ¿Los suspiros que se le escaparon, en el huerto, a Calixto y Melibea? ¿El «como decíamos ayer» de Fray Luis de León? ¿El croar que, sobre una calavera, alienta al carpe diem? ¿Las unamunianas tertulias del Novelty?
Todos los corredores sentimos ese soplo, extraño y familiar a un tiempo, y cómo impulsó nuestras carreras.
Era el pasado, que nos adelantaba.

# 147 jody rio manzanas

 

niebla en la mente

Pablo no entendía nada. Una sensación de confusión invadía su cuerpo. “¿Qué día es? ¿Por qué llevo ropa deportiva? Un momento… ¿ese es Unamuno? ¡¿Unamuno corriendo con un dorsal?!”

Cada pregunta era aún más desconcertante. Sentado en el suelo, observaba pasar a un montón de personas corriendo en la misma dirección. ¿Acaso había algún incendio? ¡¿Acaso estaba viendo pasar entre la multitud al astronauta de la catedral, con deportivas puestas?!

En medio de la confusión, unos muchachos se pararon jadeantes y le preguntaron si estaba bien. Ahí comprendió que, corriendo la San Silvestre salmantina, había tropezado y por unos instantes había tenido alucinaciones. El tobillo le dolía, pero más le dolía haber entrenado duramente para luego no poder terminar la carrera.

Al escucharle, los muchachos le cargaron a caballito hasta la meta. No les importaba tardar más tiempo en completar la carrera, lo importante era que nadie se quedara atrás.

# 146 Jesus Asensio Valencia

 

PERSEGUIDO POR MI SOMBRA

Un tiro me ensordece, huyo hacia adelante. Mis piernas golpean el suelo, noto que el cuerpo responde. La zapatilla se desata demasiado pronto y el calor me sofoca. El asfalto lastima mis pies, la respiración se acelera y a lengua se reseca. El sol empieza a quemar mi cara, recoloco la visera, la camiseta me roza. La velocidad decrece buscando el punto de llegada y comienzo a notar cierta confusión mental.
Oigo pasos detrás de mí; un rival se acerca, le miro, no suda, no jadea, me adelanta y piso su sombra mientras se aleja.
Comienzo a comportarme como un autómata, yo ya no controlo mis esfuerzos, solo me dejo caer hacia adelante y de repente… la cinta golpea mi pecho. Caigo al suelo y vomito.
Me felicitan: —¡Ganaste!
—¡Le he visto pasar! — grito con rabia.
Pero me dicen que por delante de mí no ha pasado nadie.

# 145 Pau Sanz Planas

 

Zancadas de piedra, tradición y saber

Un cielo invernal cubre la ciudad mientras las calles empedradas se llenan de vida. La San Silvestre Salmantina está a punto de comenzar. No es solo una carrera; es una tradición que mezcla esfuerzo y alegría compartida.
Los corredores atraviesan la Plaza Mayor. El esfuerzo se siente en cada paso. La catedral vigila y les susurra que cada piedra suma. La vida es constancia y superación. Al pasar junto a la fachada de la Universidad, una rápida mirada a la rana escondida les recuerda la lección de paciencia, atención y determinación. También que lo importante no suele ser fácil de ver.
Poco a poco, la meta se acerca y al cruzar el umbral uno siente, por un solo instante, el eco pasado de los estudiantes que durante siglos han pisado las mismas piedras en busca de saber y futuro.

# 144 Cinthia Riveros Flores

 

Segundas Oportunidades

Segundas oportunidades.
Hace tanto que soñaba con ir a Salamanca, la promesa viviente hasta dónde cueste, iríamos juntos hasta allí, tras cinco años de espera, pues la meta fue grande, luego de bajar más de ciento veinte kilos de esa difícil obesidad, por poco y casi nos lleva a correr otra historia.
Una manera de persistencia y lucha, impulsaba nuestros esfuerzos, un cambio de vida, a una nueva vida, por ser parte de la emocionante carrera de San Silvestre.
¡Y corrimos ¡con tantas ganas y fuerza, el impulso de otras personas, a flor de piel, el sol agradable, nuestros atuendos deportivos y nuestros nombres escritos fijaron nuestro compromiso en este evento.
Aquí, era llegar a la meta, no quizás al primer ni segundo lugar, correr juntos mi querido Eivan.
Celebrar con botellas de agua fresca, era diferente, pero sí estabas ahí, valía la pena, no permitiría otro ataque al corazón.

# 143 Eva Álvarez Rodero

 

El último latido de Olga

El sonido de los pies golpeando el asfalto de la San Silvestre, le recordaba a su hija Olga, atleta de pro. Cada paso la llevaba más cerca de la meta y, con ello, a un último homenaje. Olga no estaba allí, pero algo suyo permanecía.

A pocos metros de la meta, un joven pasó a su lado, con el aliento entrecortado y la mirada clavada en el horizonte. Ella lo reconoció. Aarón. El receptor del corazón de Olga.

Sin decir palabra, ambos cruzaron la meta al mismo tiempo. El mundo parecía detenerse. Se miraron, él jadeante, ella en silencio. En sus pechos, un latido fuerte, sincronizado, como si ese corazón los uniera. En ese momento, sintió que su hija seguía corriendo, que su corazón seguía vivo. Sin necesidad de palabras, supo que ambos habían llegado juntos a la meta, y que Olga, en cierto modo, también acababa de ganar.

# 142 MARGARITA IBAÑEZ DURAN

 

EL FRAILE

El FRAILE
Avanzo por la avenida pensando en alcanzar la plaza, debo mantener la calma y seguir con este ritmo, pero hace rato que llevo la respiración forzada y siento que me tiemblan las piernas. No necesito girar la vista para reconocer las calles, las tengo guardadas en forma de recuerdos de tu mano. Esta es la ciudad que amabas y este uno de tus días preferidos. Deseo acabar la carrera, lo merezco y te lo debo. Recuerdo tu sonrisa llegando a la meta entre aplausos y pienso las veces que rechacé hacerla contigo.
Cuento los pasos para concentrarme y olvidar el cansancio; un corredor disfrazado con una túnica negra, apoya su mano firme en mi hombro y me dice que falta poco que vayamos juntos, parece que escuchar su respiración hace que controle la mía.
Se que se acerca el final cuando aparecen los espectadores, los ánimos y las lágrimas.

# 141 José Agustín Blanco Redondo

 

Un frío de escarcha

Un frío de escarcha perfila el cuerpo de Antonia, entumece sus labios, enciende el rubor en sus mejillas. La emoción se alberga en una mirada que se desliza por la cuesta del palacio de Congresos. Una mirada esclava del compromiso por el que interviene en la carrera. No ha sido por solidaridad, ni por divertirse, tampoco por cobijar en el pecho la gloria de la victoria. La plaza Mayor aguanta el frío con la hermosura inerte de sus soportales. La bajada de san Pablo y el puente Romano se enredan con los vientos prematuros del invierno. Hasta que, al fin, llega el descanso, esa tregua satisfecha que concede el fin de tanto esfuerzo. Un esfuerzo deseado, lenitivo, ofrecido a su abuela Carmen. Sí, la anciana ha regresado a casa después de permanecer casi tres semanas en el hospital.

# 140 Luis Sánchez Travesí

 

Corazón de fuego

¡PUM! — Pistoletazo de salida.
Una gran masa de dorsales recién colocados, zapatillas bien atadas, y atletas llenos de ilusión avanza por el paseo de San Antonio a trote firme. La corriente de corredores en la que te encuentras es abrumadora, aunque ya en Plaza de España conseguisteis tú y tu grupo crear una distancia del resto del pelotón con la que obtener ese aire tan necesario y fresco para vuestros pulmones. Los animadores del Puente Romano ya consiguen discernir la silueta serpentiforme de tu grupo, aproximándose con brío y elegancia, !casi pareciera que estuvieseis surcando el cielo! El cansancio acumulado toma presencia en Carmelitas, sin embargo, vuestro corazón de fuego os impulsa con fuerzas al último sprint. Al alcanzar la meta, os llenáis de alegría, no es para menos pues ya puede el dragón asiático que portabais como disfraz, volver a su eterno sueño.

# 139 Estefanía Jiménez Hernández

 

El tiempo del corazón

En la fría mañana de la San Silvestre, Salamanca se llenaba de un mar de colores. Entre los corredores, un joven con una máscara de superhéroe se preguntaba si podría alcanzar a su hermana, que siempre llegaba primero. Con cada zancada, las risas y los gritos de aliento lo impulsaban, convirtiendo el aire en un festín de emociones.

Al llegar a la última curva, la vio esperándolo, con una sonrisa radiante y los brazos abiertos. En ese instante, comprendió que no se trataba de ganar, sino de correr juntos, de compartir el último día del año.

La meta, más que un final, era solo el comienzo de nuevos recuerdos, un puente hacia el futuro. Mientras cruzaban la línea juntos, el joven sintió que el verdadero triunfo no era el tiempo en el reloj, sino el amor y la alegría que llevaban en el corazón.

# 138 Isabel García Viñao

 

Atleta inadaptado

No es un Usain Bolt.
Mira sus piernas. No son largas ni musculosas.
Inspira. Su pecho se hincha poco.
Calienta los músculos previamente para la carrera de la San Silvestre Salmantina. Los nota entumecidos.
Observa atletas fornidos. ¡Están hechos “unos cachas”!:
Uno hace flexiones y, sin doblar las rodillas, toca el suelo con toda la palma de la mano.
Otro balancea sus piernas: En cada circunvalación recorre unos 240 grados.
A su lado, uno expira. Sopla como el cierzo y le descoloca la gorra.
Por detrás, un negro le sonríe. Mastica chicle.
—Tenga uno. Dejará de temblar. Lo noto muy nervioso para la carrera. Piense como yo. Lo importante es participar y llegar.
¿Cómo decirle que vengo del Valle de la Muerte, al sureste de California, donde el sol abrasa, y que, el día de San Silvestre, en Salamanca, hace un frío que pela y de allí mi tembleque?

# 137 Margarita del Brezo

 

UNA HISTORIA CONTADA A LA CARRERA

Lo primero que hago es ponerme el dorsal. Luego me recoloco la hoja de parra y, con ayuda de una pequeña rama de alcornoque, sujeto mi melena en un moño, arranco una manzana del árbol prohibido y la mordisqueo mientras me dirijo con parsimonia a la línea de salida. Adán ya está allí, haciendo ejercicios de calentamiento que solo interrumpe para lanzarme una afilada sonrisa de superioridad en cuanto me sitúo a su lado. Al oír la señal divina, echamos a correr. Desde el puente romano, la serpiente, puesta en pie, sostiene una pancarta con frases motivadoras; parece una señal de tráfico vista de lejos. A medida que me acerco a su posición, la balancea. Es la señal acordada para que yo baje el ritmo y él pueda ganarme otra vez. Pero este año no pienso caer en la tentación. Ya es hora de cambiar el argumento de esta historia.

# 136 Raquel Marín

 

Faro

Las cuerdas flojas que usaba de niña para explorar el mundo desde lo más alto marcaron dulcemente mis carnes. Al poco tiempo empezaron a reunirse cerca mío cientos de personas esperando a que les obsequiara con la gracia del día de caerme mientras sonreía sin parar. Cada vez que intentaba un ejercicio sucedía lo mismo. ¡Quería dejar de llamar la atención por mi torpeza y poder ser una atleta seria de grande!

A pesar del cansancio siempre estuve atenta a los logros de mis ídolos de la pista en la tele. ¡Eran verdaderos Leónidas de Rodas modernos!

Hoy he atravesado el Puente Romano por primera vez. El regocijo soltó su rumor por las calles decoradas con grafiti de los barrios del Oeste apenas inició el día. De reojo, noté un cálido resplandor divino a mis espaldas. ¡Era la diosa del sol alentándome a sentir orgullo por mi hazaña!

# 135 Vanesa García Hernández

 

El paso del tiempo.

Antes, paseaba Unamuno. Hoy, compiten los corredores de la San Silvestre. Mañana, aparecerá la UCO de la Guardia Civil.
Y todo gracias a mí, la primera asesina en serie de Salamanca.

# 134 Samuel Arjona Fernández

 

Me dijeron

Me dijeron que no volvería, que la rodilla no aguantaría, que me despidiera. Pero aquí estoy, en la línea de salida, con los pies firmes en el asfalto. El aire entra despacio, cargado de significado, como si cada inhalación fuera una promesa cumplida. Alrededor, el bullicio de los demás se desvanece. Solo me escucho a mí mismo: el latido en las sienes, el pulso en las muñecas, el temblor en las piernas, no de agotamiento, sino de emoción. Nunca imaginé regresar. Cuando dijeron que la rodilla se había rendido, sentí una fractura en el alma, más profunda que el dolor físico. Pero hoy, en este instante, sé que he conseguido alcanzar mi meta.

# 133 Vicente Mullor Jorda

 

Convivencia Generacional


Viajaban hacia el reencuentro familiar, y Salamanca era parada obligada. La ciudad les recibió con el gélido frio de diciembre, y con un bullicio inesperado. La pancarta sobre sus cabezas indicaba el evento: XXXVIII San Silvestre Salmantina. El asombro se reflejaba en los ojos de Laura y Mateo, sus nietos. Su subconsciente le alentaba a obviar el peso de sus 72 años, alineándose con ellos junto a la multitud. La emoción eclipsaba el frio. Sonó el pistoletazo de salida, y los dos chavales salieron disparados. Pronto se percataron de que el abuelo no iba tan rápido, y frenando la marcha, le esperan. Este, con una sonrisa entrecortada les dice: “No se trata de correr rápido, sino de que lleguemos juntos”. Entre risas y bromas, y apoyándose en los hombros de sus nietos cruzan la meta, demostrando que la verdadera carrera, no es el tiempo, sino los momentos compartidos.

# 132 VÍCTOR ROLANDO BELLIDO AGUILERA

 

A CAMPO TRAVIESA

Desde comienzos del XIII continúo esta carrera. Bajo el escudo y la calavera sorbí
del saber y la vida. Ahora cruzo el Puente Romano. Hoy puedo conseguir el
portento. Rebaso al Padre Basabe. Solo me restan 1218 pasos hasta la meta. Más
de seis mil corredores intentan alcanzarme, redoblan el ímpetu de sus piernas.
Almuneda está adelantándose, casi llega a mi lado. Puedo ver la Fachada
Plateresca de la Universidad. Otra vez el escudo y la calavera. La infinitud del
conocimiento. Los molinos de viento en los Arribes del Duero. Don Quijote a toda
carrera. Medita San Agustín. La grandeza es de España. El Campo de San
Francisco. Detengo la marcha para dar impulso a los más rezagados. La victoria es
inútil, me digo. ¡Qué otros alcancen la gloria!

# 131 Antonio Olmos Belmonte

 

De cómo aconteció un suceso esplendoroso

Érase, pues, una jornada de fin de año cuando, en Salamanca, aconteció un suceso esplendoroso. Partiendo muchos en tropel del Paseo de San Antonio, emprendieron camino con premura y gran estrépito, y poco tardaron en pasar, en hileras, y apretados unos contra otros, por la gran Plaza Mayor. Pero donde el corazón se me estremeció más, en acordamiento del toro de piedra, fue al verlos atravesar el Puente Romano entre el gentío que aclamaba y aplaudía con júbilo. De tal guisa y entre vítores llegaron a la meta, y hasta el viejo ciego se unió al alboroto, aunque, como siempre, sin saber bien de qué iba la cosa. Allí estaba, palmeando y exclamando con tanto entusiasmo como si él mismo hubiese corrido. Y yo, Lázaro, aguantando la risa, pensé que quizás el viejo merecía un buen tropezón por sus andanzas... pero eso, amigo, es otra historia que contarse ha.

# 130 Jose Maximiliano Gimenez

 

A nuestra edad

Sacar al “Tío Pablo” de Salamanca había sido todo un logro de mi hija Luciana, que lo extrañaba con locura desde la última vez que lo fuimos a visitar. Sin embargo, no pudimos convencerlo de alargar su estadía en Argentina.

—Te vuelves por una tradición absurda, por una carrera que no vas a ganar, ¡encima a tu edad! En vez de quedarte con nosotros —le recriminó ella, con el enojo típico de una adolescente.

Con una media sonrisa, de esas que tanto vamos a extrañar, se despidió diciendo:

—Luciana, era bastante mayor que tú cuando corrí aquella primera San Silvestre Salmantina. Los que seguimos aquí volvemos con orgullo año tras año; es un pacto nunca escrito. Aunque miles nos rodeen, reconocernos con una simple mirada no es un problema. Cuando llegues a nuestra edad, comprenderás que la meta no es terminar la carrera, sino estar ahí para compartir esas miradas.

# 129 MARCOS PÉREZ BARREIRO

 

Llámame mujer

Aunque siempre había envidiado las medidas de Jayne Mansfield, 102-54-89, Mónica, celebraba la llegada de San Esteban para echarse al empedrado y, así demostrar que, las suyas, 85-50- 82, podían competir con cualquiera. Incluso, con aquellas mujeres que, a veces, llegaban primero. Las que no tropezaban con el sube y baja de sus pechos. Esos, por los que era conocida en los ámbitos nocturnos de Salamanca.
Ya que, gracias a ellos, al amanecer, en el plato de la ducha, no se mojaba los pies. Un 37,5 en el caso de Mansfield. Un 41, en el caso de Mónica. Porque, aunque Jayne, fuese diez centímetros más alta, Mónica, conservaba el decoro de saberse, también, hermosa. Y, por lo tanto, cada San Silvestre, era para ella la constatación de que podía alcanzar la cinta de la meta gracias al roce natural de sus pechos. Esos que alquilaba a cincuenta euros la hora.

# 128 Diego García Fernández

 

Recuerdos

Llegó la fecha marcada en rojo en el calendario, llegó la San Silvestre Salmantina.
Me vestí con la ropa de deporte y me coloqué en la salida.
Llevaba meses entrenando con disciplina y estaba preparado para poder disfrutar.
Un sudor frío recorrió mi cuerpo al darme cuenta de que había olvidado el dorsal.
Últimamente estaba bastante despistado y me costaba recordar algunas cosas, aunque a mis setenta años pensaba que era normal.
Puse esfuerzo e ímpetu para volver a casa, coger mi número y llegar a tiempo.
Salí junto a miles de corredores, notando el impulso del público. Con entrega pude finalizar la que sería mi última San Silvestre. Qué gran recuerdo llegar al Paseo De San Antonio entre aplausos y qué pena que el Alzheimer vaya a borrarlo todo. Por ello, antes de que suceda, dejo esto escrito sobre mi lucha y pasión por el atletismo.

# 127 ROBERTO GALLEGO

 

Corre que te sueña

En Salamanca, donde las piedras susurran historias antiguas, vivía Liliana, una niña cuyas risas resonaban por las calles empedradas. Cada diciembre, la emoción crecía: la San Silvestre estaba por comenzar. Lila soñaba con correrla, persiguiendo mariposas.

Una tarde, mientras exploraba, encontró una caja antigua oculta detrás de la catedral. Al abrirla, halló un par de zapatillas doradas brillando en su interior. Al calzárselas, una chispa de felicidad iluminó su corazón. Desde ese día, cada zancada la llenaba de alegría.

El día de la carrera, al cruzar la línea de salida, sintió que el mundo se detenía. Con cada paso, la magia de Salamanca la envolvía: risas, amigos y luces danzantes. Pero al llegar a la meta entre confeti y amor, en lugar de aplausos, se encontró con una multitud confusa y un mensaje en la pantalla: “¡Despierta, Liliana!

A su alrededor, la carrera continuaba, un año más, preciosa, y ella seguía soñando.

# 126 Melqui Vélez Muñiz

 

Alegría

- Una noche de nervios, de desvelo, de vueltas en la cama y miradas una y otra vez al reloj, de frio, de calor, de falta de aire, de agobio, de sensaciones contrapuestas, de dolores y molestias sinsentido, de pensamientos, de imaginaciones, de recuerdos, de deseos, de ansiedad, de que pase el tiempo y llegue la hora...Y ahora que me acabo de poner las zapatillas, todo eso sea calmado.
- Pero, si tu no vas a correr.
- No voy a correr, pero me pondré en la esquina a ver pasar los corredores animándoles del primero al último. Además, quiero que sepas, que hoy es un día de alegría, porque llevo desde anoche presintiendo, que aunque solo sea en mi imaginación y mis entrañas, hoy volveré a ver correr a tu abuelo, como siempre le gustaba hacer este día por las calles de su Salamanca.

# 125 Francisco Javier Rodríguez Santos

 

Osados trompicones

La mañana, pese a la agitación generalizada, había despertado triste. Su incesante llanto sobre los adoquines del Puente Romano había puesto en apuros a varios intrépidos. Carlos no fue una excepción; para quien arrastra una mochila tan sumamente pesada cualquier escollo representa un desafío.
La marcha a osados trompicones de este cuasi septuagenario contaba, como no, con aguerridos detractores – el delirio romántico soñador argüían −, y con partidarios entusiastas. Estos velaban por su entereza en las cuestas próximas a ese parque por el que gustaba pasear a tan afamado literato.
Las últimas zancadas fueron las más difíciles, no por cuestiones técnicas, sino porque, por paradojas de la vida, frente a esa parroquia fue donde se llevaron por delante a quien empujaba, su carga y motor. El milagro y la victoria, pese a todo, seguía siendo poder disfrutar de quien te espolea a someter jocosamente tus límites.

# 124 Beatriz García Sánchez

 

San Silvestre plateresca

No sé ya cuántos años hace que viene ocurriendo el prodigio, siempre la misma noche. Se resquebrajan los cuartos traseros del lince, las plumas de la cigüeña y la escafandra del astronauta. Agita las pinzas el cangrejo y se relame el dragón fabuloso. Estiran, impacientes, sus miembros agarrotados y una nube de polvillo áspero se eleva en el aire. Se desprenden las garras de la hojarasca pétrea. Palpitan los corazones hasta que la liebre sacude una oreja y el resto asume la derrota. El gallo, en su torre, alza la quilla y ensancha el pecho para anunciar la salida.
Pero este año hay novedad. Se ha cansado la ranita de ser mera espectadora. Salta del cráneo pulido, de un brinco se planta en la Plaza y de otro en la línea de meta.
―Dichosos advenedizos ―croa altiva la batracia, mientras le llueven vítores de alabanza y laureles platerescos.

# 123 ANTONIA SÁNCHEZ RIVAS

 

SAN SILVESTRE ORTOGRÁFICA

En la espectante linea de salida perciví a un conocido atleta vieznamita. Enseguida fui consciente del hintrincado discurrir junto a los chirimvolos desde Canalejas a Puerta Zamora. Plaza Mayor, mi vertijinoso ritmo no me impidió ver a un niño vitongo junto a sus projenitores. Jardines de Colón, casi me doy de bruces con alguien disfrazado de arlekín. Puente romano, un suplicio, me sentía agoviada y enguyida en la riada de corredores. Esa densa admósfera se desvaneció pronto al contemplar un caballo saludándonos, haciendo la corbeta en la orilla. De vuelta a la urbe, volví a sentirme eshausta y descolluntada subiendo la cuesta de Moneo. El descenso, desde el ovelisco de don Bosco hasta la Alamedilla, supuso una travesia con el viento en popa. Superé la insufrible subida de Comuneros con un puñal clavado en el pecho. Meta, éstasis al comprobar que había encontrado 20 palabras con errores ortograficos.

# 122 Sandra Sanz Gálvez

 

Libertad compartida

La luz del sol acariciaba mi piel, el aire agitaba mi cabello. Olía a asfalto, sudor y hierba recién cortada. Rostros desconocidos aplaudían, gritaban, llenándome de energía. La libertad en mi pecho era tan intensa que dolía. Los corredores me adelantaban. Intenté hablarles, pero, como siempre, me faltaba el aliento. Me limité a disfrutar. Al fondo, la meta brillaba. Solo un poco más, pensé. Un esfuerzo más. El calor de los aplausos retumbaba como tambores de guerra. Un poquito más…
Cuando al fin llegamos, vi la cara de mi padre, sudando, sonriendo. El cansancio en sus ojos no opacaba su felicidad. Me dolía la cara de tanto sonreír.
— Gracias — pude decir al fin, mientras me besaba la frente y empujaba mi silla de ruedas hacia mamá, que nos esperaba con un par de botellas de agua.

# 121 Pedro Maya Álvarez

 

LAS MIRADAS EN LA SAN SILVESTRE

El frío diciembre abrazaba Salamanca, pero el calor de la multitud en la Plaza Mayor era palpable. Entre el bullicio y los cánticos, sus ojos se encontraron. Ella, con el dorsal ondeando al viento, y él, en la línea de meta, cámara en mano. Una mirada, breve pero intensa, que traspasó la distancia y el tiempo. En ese instante, el deporte se convirtió en excusa, la carrera, en un pretexto. La San Silvestre Salmantina, más que una competición, era un puente entre dos corazones. Con cada paso, ella se acercaba a él, con cada disparo fotográfico, él se acercaba a ella. Al cruzar la meta, su sonrisa fue la única medalla que importó. Y así, bajo el cielo estrellado de Salamanca, el amor floreció, tan rápido como el último aliento de aquel año.

# 120 David Tordable

 

Las zapatillas que querían soñar

Su suela, gastada por innumerables juegos callejeros, había visto más calles de Salamanca que cualquier otro niño. Hoy, sin embargo, tenían un nuevo propósito: contemplar la San Silvestre. Desde los pies de un pequeño, observaban con envidia a los corredores que pasaban a toda velocidad. Los colores brillantes de los dorsales y la energía de la multitud los hacían soñar.

Cuando un grupo de niños comenzó a correr en paralelo a la carrera, las zapatillas no pudieron resistirse. Con cada zancada, sentían la ilusión de alcanzar la meta. El viento les azotaba el rostro, llevándoles el olor a sudor y a adrenalina. Por un instante, fueron parte de aquella fiesta. Pero al final, regresaron a sus pies, contentos de haber vivido esa aventura, aunque fuera desde la acera. Sabían que la próxima San Silvestre volverían a soñar con cruzar la línea de meta.

# 119 FRANCISCO ANTONIO BRERA RODRÍGUEZ

 

CONDENADO



Corría descalzo, casi desnudo, únicamente unos andrajos de ropa cubrían mi cintura. Barba larga, sangre coagulada en mi rostro, en mis piernas endebles, en mis manos huesudas. Corría y corría escondiéndome en la niebla salmantina donde ninguna persona conoce a la otra.
Me percibía escapando del Rollo de la Alamedilla, despojándome de las ataduras que mordían mis muñecas. Corría por el antiguo convento de las Bernardas hacía la plaza de la Verdura, una silueta triste, un pobre desdichado, un reo de la justicia, corriendo, huyendo sin parar.
Despierto de la pesadilla, ya no corro para huir, pero nunca olvido aquella primera carrera de San Silvestre cuando mis padres me explicaron el cometido del rollo y la picota.

# 118 José Gómez Rodríguez

 

Un beso para la eternidad

La San Silvestre de Salamanca es el acontecimiento que mejor me define y que ha aglutinado las experiencias más entrañables de mi vida. De hecho, soy feliz entre las piedras doradas de la ciudad que me vio crecer, rodeado por amigos y de una familia a la que logré inculcar la afición por esta carrera que hermana los valores humanos y físicos del deporte con los propios de la época navideña. Precisamente, estando a punto de la salida, me invade una intensa emoción, acrecentada por el entrañable gesto que mis hijas y nietas muestran al levantar sus caras al cielo. Desconocen que el tiempo y el espacio ya no importan. Tan solo mi esposa siente que vuelvo a estar cerca de ellas. Cruzamos las miradas y desde la acera me dedica una cariñosa sonrisa que yo correspondo lanzándole un beso que permanecerá en la eternidad.

# 117 JULIAN RUIZ GRANADOS

 

NOCHE BRAVA

NOCHE BRAVA

El burel clavó en mi sus ojos moros olfateando el miedo. Su casta emblemática gritaba ¡Olé!
Quedé paralizado cuando el toro de Lidia lanzó con sus patas chispas y guijarros de la tierra navarra dispuesto al ataque.
Su piel de ébano brillaba cómo el ónix cuando los rayos lúbricos lunares abrazaron su envés para hacerlo más irreal y más lívido. Su encornadura acaramelada rayó el manto de la noche, entonces, las castañuelas de sus patas sonaron en el tablado del llano...
En esos momentos recordé mi participación en la carrera de san Silvestre en Salamanca y como logré posicionarme dentro de los finalistas.
Podía huir… pero…
Retrocedí unos pasos… decidido tomé velocidad.
... y se lanzó contra mí.
Llovieron claveles rojos en el ruedo del campo libre.

# 116 Alba Kiernans Garcia

 

Zancadas hacia el nuevo año

Cada 31 diciembre, la San Silvestre Salmantina recorría las calles empedradas y se llenaban de corredores charros, abrazando la historia de la ciudad bajo un cielo de invierno y dispuestos a despedir el año con sudor y sonrisas. La San Silvestre Salmantina no era solo una carrera; era un ritual, una despedida al año y una bienvenida a los sueños pendientes.
Para Manuel, corredor aficionado, se le venía el recuerdo de cómo empezó de niño y como ahora volaba con cada zancada.
El frío golpeaba fuerte, pero el bullicio y calor de la multitud lo impulsaba, creando una atmosfera única. Cada zancada sobre las piedras históricas era un paso hacia algo más grande.
Al final, no importaba el puesto ni el tiempo. Javier entendió que lo importante no era llegar primero, sino hacerlo con el corazón lleno, como un verdadero charro, con la fuerza y el orgullo de su tierra.

# 115 Jorge Barrecheguren Fernández

 

El último sprint

En los últimos metros, cuando ya no quedaban más fuerzas que las del impulso, lo sentí. No era fatiga, ni frío, sino la certeza de que algo, o alguien, me seguía. No miré atrás. Nunca lo hacía. Sabía que en las carreras uno no mira atrás, que la distancia siempre se mide hacia adelante.
El ritmo de mis piernas no era mío. Era como si hubiera cedido el control a un pulso más viejo, más profundo. En las esquinas, las sombras de los edificios parecían inclinarse, observando, expectantes.
Aceleré. Quise terminar antes de que él —quienquiera que fuera— me alcanzara. Al cruzar la meta, respiré hondo. Pero algo faltaba. No el cansancio, no la gente. Era como si la carrera aún continuara, invisible, dentro de mí.
Tal vez nunca dejé de correr.

# 114 M. Salvador Muñoz

 

Corredor en penumbra

No somos un mito ni una leyenda. Desde la primigenia de los tiempos hemos coexistido con vosotros, los humanos. Nos hemos adaptado para sobrevivir. Ahora no seccionamos yugulares; la sangre de otros animales es menos sabrosa, pero suficiente para subsistir.
Mis músculos están algo entumecidos, pero llevo una eternidad preparándome para la San Silvestre. Cada noche corro el trayecto y mis tiempos empiezan a ser competitivos. La noche anterior al evento, cruzo mis huesudas garras, para que el humano del tiempo no pronostique un día soleado.

Los elementos me son propicios, las nubes mis aliadas. Empieza la carrera. Podía convertirme en murciélago y ganar de calle, pero no sería ético. La meta está cerca, y cuando creo que la victoria es mía, un joven me adelanta y quebranta mi sueño. El ganador sonríe. Lo conozco, maldigo su alcurnia y solo pido que no os lo encontréis si hay luna llena.
 

# 113 OLGA PEREA CABRERA

 

**CELEBRAR**

El cielo se tiñó de estrellas y luces titilantes la noche de San Silvestre. Miles de zapatillas, unidas por la adrenalina, pisaron las arterias de Salamanca. Ana, con su disfraz de superhéroe, sonrió al ver a los niños aplaudir. No corría por el tiempo, sino por la esperanza.
A cada kilómetro, su mente viajaba: recordaba las mañanas frías, el sudor en invierno y las risas compartidas en el parque. A su lado, un anciano resoplaba, pero su mirada era un faro de determinación. El abrazo del esfuerzo, la solidaridad en cada paso, y la meta no era un fin, sino el comienzo de un nuevo propósito. En esa noche mágica, las diferencias se desvanecían, unidos en un solo latido. Cuando cruzó la línea, no solo había terminado una carrera; había celebrado la vida, el compañerismo y el poder del esfuerzo colectivo.

# 112 Alberto Bravo Sánchez

 

Energía

En la atmósfera celular, las mitocondrias precisan de las moléculas de oxígeno, al igual que los molinos, del viento que hace girar sus aspas, con idéntico objetivo: proporcionarnos energía con la cuál disfrutar de la vida.

En la riada de corredores que forman la “San Silvestre Salmantina” los espectadores también buscan a sus familiares y conocidos mientras estos tienen a sus mitocondrias trabajando al máximo rendimiento. Estas “bacterias”, en simbiosis con nuestras células, dictarán sentencia y elegirán al ganador y a la ganadora de la San Silvestre por su eficacia energética.

Aunque en el atletismo el segundo es el primero de los perdedores, en esta carrera popular todos salen victoriosos por el mero hecho de activar el orgánulo celular que convierte cada bocanada de aire en zancadas porque… Cruzar la meta es cuidar la salud.

# 111 Maribel Vicente Díez

 

Besos al cielo

Unos chavales, a los que seguramente sacó veinte años, me miran con ojos de ternero cuando me ven salir del portal embutida en una bolsa negra de basura. Hace frío a pesar de ser casi las diez, pero no me importa, sé que enseguida dejaré de sentirlo. Mis zapatillas suenan a trote ligero por la acera que va de Buenos Aires a Tejares y mis pupilas se llenan de las imágenes del camino. Poco después, llego al arco de salida, rompo el plástico y dejo al descubierto mi atuendo fosforescente, casi, casi como doce horas más tarde hará la Pedroche. Pero a mí no me mira nadie. Tampoco me importa. Justo cuando suena el disparo de salida me beso el anillo de mi mano izquierda y empiezo a correr. No estoy sola porque siempre vas conmigo.

# 110 Estanislao Pan García

 

Keynesianismo, ella y yo

- ¡Si hay recesión, lo suyo es que intervenga el gobierno! ¡Es crucial! -jadeaba Sonsoles-. ¡Sin gasto público la demanda no va a ninguna parte!
- ¡Así estás creando deuda!¡Si no tienes cuidado puedes acabar con un déficit fiscal e inflación! -respondió Gabriela, sudando.
- ¡Vamos, que ya lo tenéis! -exclamaron desde el público. Ellas lo ignoraron.
- ¡Tienes que estimular la economía de alguna manera!
- ¡Te arriesgas a que la gente no se esfuerce y se acostumbre a tener al estado de colchón! ¡Un país no puede funcionar así!
- ¡Ganadoras! -gritaron. Ambas se giraron para mirar. Habían cruzado simultáneamente y a toda velocidad la línea de meta de la San Silvestre Salmantina. Bebieron de las cantimploras, jadeando.
-Ni me había dado cuenta de que ya llegábamos... -dijo Sonsoles, apretándose el estómago.
- Es que la conversación era demasiado interesante... -replicó Gabriela, agotada, apoyada contra un árbol.

# 109 María Sánchez Valcarcel

 

No abandones

El ambiente está cargado de nerviosismo, comienza la carrera y pronto esa marea de gente se va disolviendo, a mitad de carrera me arden los pulmones y los músculos me gritan que pare, todavía queda mucha carrera y las fuerzas empiezan a desvanecerse ya casi no puedo seguir corriendo. Me detengo y apoyo las manos en las rodillas, siento una mano cálida en mi espalda, levanto la cabeza y miro como un hombre sonriente, me ofrece una botella de agua.
— ¿Seguimos?
—No puedo más abandono
—No abandones, puedes conseguirlo, inténtalo.
Sonrió y sigo avanzando a pesar del cansancio, del dolor en mis piernas, ya queda poco, veo la meta tropiezo y caigo dos mujeres se acercan ayudándome a ponerme en pie, sigo avanzando con paso tembloroso hasta cruzar la línea de meta donde me dejo caer en el suelo.

# 108 Goretti Pérez Ruiz

 

La gran carrera de su vida

Había llegado la hora. Isabel se enfrentaría a la mañana siguiente al reto de su vida, correr la San Silvestre entre una multitud de corredores y público entregado.
Llevaba una hora sentada en aquel tronco, mirando fijamente el dorsal y sudando como nunca lo había hecho antes, pero se lo había propuesto y estaba decidida a cumplirlo. Era el momento de superar su fobia a la gente.
Habían pasado tres horas más e Isabel seguía en el mismo sitio, impertérrita y aterrada, hasta que, de golpe, le sobrevino un punzante dolor de cabeza.
Saltó del tronco y, enseñando las fauces al mundo, soltó un grito lleno de rabia. Eran las 5 de la mañana y su rugido despertó a toda la ciudad.
Isabel se colocó el dorsal y se dirigió al punto de salida, dispuesta a hacer la gran carrera de su vida.

# 107 CRISTÓBAL MARTÍNEZ HARO

 

TE PRESTO MI LIBERTAD

¿Papá, por qué corres? Le preguntó con cara torcida de extrañeza el niño. Te veo sufrir y resoplar en cada zancada, en la terrible caída después de suspenderte en el aire y soltar un suspiro de alivio al pisar de nuevo el duro asfalto. De verte sudar el dolor acumulado en cada rincón de tu cuerpo, de retorcer tu rostro luchando por no llorar.
El padre cogió a sus cinco años de carne propia y lo plantó delante de su cara. Corro por la alegría, dijo con voz plana y sincera. Por huir de los complejos y miedos que me persiguen. Gritarle a mi cabeza que no se preocupe por la mediocridad. Para que mi alma entienda que estoy sano y capaz de superar todos los fracasos, incluido el de perder. Por estar vivo. Porque amo mi libertad y la tuya.
El niño miró y no habló más esa mañana.

# 106 Marta Justo Encinar

 

Mamá ¿cuándo corremos la San Silvestre Salmantina?

¡Ojalá, lo pueda seguir escuchando y sintiendo por muchos años más! Porque correr con ellas no es sólo mágico, inexplicable y maravilloso, correr con ellas, no es sólo poner un pie delante del otro, no sólo es sudar, cansarte y llegar a la meta. Correr es compartir con vosotras, saborear cada km con ilusión, disfrutar de aquella ciudad donde estudié “Salamanca”, que tanto me dió, y que tanto recuerdo. Correr es disfrutar del ambiente de esta ciudad, de su gente, los Salmantinos - Los Charros, de los aplausos en el Paseo de San Antonio, la Plaza Mayor y la zona de Libreros. No hay más, tiene de todo, la excelencia es aquí.
Terminar con satisfacción, ilusión, llegar a la meta, abrazarnos y decir: “el próximo año volveremos a estar aquí”. Ahora nos queda “seguir”: a por un buen tostón y unos ricos chochos charros.

# 105 MIGUEL ÁNGEL CORDENTE TRIGUERO

 

Nunca más será una huida.

Hizo unas sentadillas y respiró con fuerza. Movió los brazos como si fuesen aspas de molinos, se abrazó y se relajó. Luego se apoyó en el muro, dobló una rodilla, dobló la otra. Se dijo que no debía tener miedo; era fuerte, era una mujer decidida, capaz de combatir los insultos más soeces, las manos que la investigaban en el autobús o en las aglomeraciones de los conciertos. Dobló el cuerpo, tocó su pie derecho con la mano izquierda, dejó que el cuerpo se relajara, realizó unas torsiones, dio unos saltitos, comprobó sus zapatillas. Se dijo que sus jefes y compañeros de trabajo no volverían a proponerle ninguna necedad, ninguna ordinariez; no lo permitiría. Acabó con una flexiones contra el muro y acariciándose los brazos. Luego corrió bajo la pancarta de salida; comenzaba la San Silvestre; esta carrera no sería una huida.

# 104 Lucía Laín Claësson

 

Dorsal 322

Último domingo del año. Aurora ha entrenado muy duro para la ocasión. Respira hondo, suena el pistoletazo de salida y la carrera se abre paso entre la multitud. Atrás queda todo: las voces de ánimo, los aplausos, la expectación... Las pisadas se vuelven sordas sobre la piedra milenaria. Tan solo escucha su respiración. Correr es un proceso complejo, el cuerpo en movimiento: apoyo, impulso y recuperación. Su zancada se hace cada vez más amplia, desafiando al tiempo. Ciento ochenta pasos por minuto, cadencia y corazón. No lejos queda la catedral. Recuerdos, desdichas, alegrías y el cerebro a máxima oxigenación. No ha sido un buen año para Aurora. La carrera es la meta y el mejor punto de partida. Atrás queda lo vivido, su cuerpo en movimiento es su verdadero presente. Aurora es una corredora más entre miles de participantes. Dorsal 322. La meta está cerca. Un nuevo año por delante.

# 103 Reinerio Portales Hernández

 

Dentro de la multitud

—Fue más que una simple carrera —declaró.
Tales palabras traían consigo experiencias inolvidables. Diego decidió participar por iniciativa de sus amistades. Mientras corría le invadió una sensación extraña. El concepto de forastero desaparecía ante la avalancha de personas que trotaban bajo una misma bandera: la hermandad. Era como si quisiesen alcanzar al año nuevo mientras que el viejo, ya sin fuerzas, se quedaba rezagado. Fue tan divertido que se entristeció cuando el certamen llegó a su final. "Nunca pensé que me enamoraría", le susurró a la almohada. Cerró los ojos y soñó con el momento de volver a correr hacia la felicidad.

# 102 ANTONIO BELIZÓN REINA

 

MEMORIAS DE UN CORREDOR FRUSTRADO

Llevo ya varios años concursando en estos relatos o lo que es lo mismo participando en la San Silvestre Salmantina. Hasta ahora, tanto una como otra, no me sacan de la mediocridad de mi narración o de la carrera.
La última del 2023 no fui capaz ni de tener mención especial en los relatos, ni tampoco entrar entre los cien primeros al final del recorrido. Yo lo achaco a mi falta de fondo físico a mis setenta y dos años por un lado y posiblemente a mi barroca elección de vocablos y adjetivos por otro.
Lo cierto es que nunca me ha preocupado el resultado final, ni la de un concurso literario, ni tampoco comprobar la hoja de clasificación final de un cros, de todos modos estoy dando la sensación de que me interesa ganar alguno de los dos, cuando lo importante es participar.

# 101 Daniel Soufi Oliveros

 

El mejor corredor del mundo

El mejor corredor del mundo ha venido este año a la San Silvestre Salmantina. Quiere pasar desapercibido. Llevará un dorsal concreto, que podría haber sido otro cualquiera. Unas gafas de sol, en el improbable caso de que la luz de la tarde deslumbre. Una camiseta térmica porque le han dicho que seguro hará frío. El mejor corredor del mundo quiere ser uno más, no aceptará que se celebre ningún evento en su honor, ni asistirá a ningún encuentro privado con el alcalde. Los que mejor le conocen aseguran que es tan terco y habilidoso en su empeño por hacerse invisible que ni siquiera ellos podrán reconocerle, perdido entre la multitud. Cruzará la meta en el momento oportuno, ni antes ni después de los primeros, sino justo cuando nadie se dé cuenta. Es el mejor corredor del mundo.

# 100 Silvia Solá Selles

 

María

Se lo había prometido así que ahí estaba yo, la persona que nunca jamás antes había corrido, ni siquiera para coger el bus que se le escapaba.
Pero ese 31 de diciembre esa carrera significaba todo, su gran victoria, así que era la mejor de las torturas que me podía imaginar.
Y ahí estábamos las dos, sobre las calles de nuestra ciudad, calzadas con nuestras zapatillas empezando a rodar.
Ella, con su pelo corto que empezaba de nuevo a brotar, preciosa e ilusionada. Y yo, siguiéndola como podía, intentando respirar, sin tiempo a ver ni por donde andaba.
De repente, se giró, me cogió de la mano y señaló.
Enfrente una pancarta enorme rezaba: “María eres grande! Campeona, has ganado”.
Toda su gente estaba ahí, esperándola a cruzar la meta. María había ganado la más grande de las carreras.

# 99 SALVADOR VAQUERO MONTESINO

 

VENCER A LOS FANTASMAS

Ponerse en la salida es ya una victoria, y ella lo sabe. Está feliz, entre tantos corredores, aunque no está nerviosa porque no le importa llegar la primera ni superar ninguna marca personal. Para ella la San Silvestre Salmantina es otra cosa. Significa demostrarse que sí puede hacerlo sola, sin que la lleven de la mano a ninguna parte. Porque ya es independiente y no quiere depender de nadie jamás. Respira al oír el comienzo y deja que sus pies le lleven por el recorrido, disfrutando cada uno de sus pasos, camino de la meta. Cuando cruza el final está llorando, pero de felicidad. Sólo desearía que, de alguna manera, él sepa que ella ha estado allí y, desde su celda, comprenda que jamás le permitirá regresar a su vida ni volver a maltratarla, como antes.

# 98 Ángel Saiz Mora

 

DE PUENTE A PUENTE

Mi terapeuta lo intentaba, pero es difícil convencer a alguien con manía persecutoria de que en una carrera como la San Silvestre Salmantina nadie sigue sus pasos. Además, estaba convencido de haber escuchado a mi espalda: «¡No le perdáis!».
Correr no es de cobardes, aunque el miedo hizo que fuera deprisa. Si hubiese tenido valor habría saltado por el Puente Romano para escapar. Tampoco me atreví a lanzarme desde el Puente Sánchez Fabrés y huir por el Tormes.
Me alcanzaron en la meta del Paseo de San Antonio. Llenos de admiración, dijeron que había sido una liebre estupenda.
No podía imaginar que iban a invitarme a formar parte de su club de atletismo. Menos aún que, años después, jugaría a la oca con una hija, mía y de Olga, mi psicóloga. Ambas me enseñan a vivir sin injustificados delirios, a dejarme llevar por su buena corriente.

# 97 Simon Hayde Houston

 

ORGULLO DE CONSTANCIA Y DISCUPLINA EN LA SAN SILVESTRE SALMANTINA

Se resalto la ya conocida trayectoria de este certamen estimulando asi el interes deportivo de muchos por ser parte de este proyecto ya tradicional, teniendo como escenario el atractivo paisaje natural y no natural de la trayectoria de la ruta atletica.

# 96 Andrea Sofía Durán Baca

 

La fuerza del espíritu

—¿Y por qué continúas si estás sangrando?
—Porque una caída sólo es un obstáculo, pero sigo viendo el camino, sigo viendo la meta.
—Pero aquello está muy lejos.
—En mi mente está muy cerca.
—Pero todos te han superado, apenas vas comenzando después de la estrepitosa caída.
—Es que no importa que tan lejos o tan cerca estén los demás, confío en la dedicación de mi cuerpo, en la fuerza de mi espíritu y en la perseverancia de mi mente. Esto no es una competencia contra otros, es contra uno mismo.
—¿Y eso vale la pena?
—Si hoy hago un minuto menos de lo que hice el año pasado; sí, entonces habrá valido totalmente la pena.
El niño vio pasar al atleta con orgullo determinado, con las rodillas y las manos raspadas. Comprendió que cada año, era ese hombre quien ganaba la carrera, y quizá el siguiente, podría ganarlo él.

# 95 Anna Beth López Ford

 

La vergüenza me persigue…

Hoy un hombre que no conocía de nada me iba a chocar la mano en la calle, o eso pensaba yo, porque le choqué la mano y me miró muy extrañado. Resulta que iba a parar un taxi, y yo muerta de la vergüenza, le intenté explicar que yo también iba a parar un taxi de la otra acera, se giró y vió que la única carretera era esa, y cuando quiso darse cuenta, yo ya había echado a correr. Resulta que él era un atleta famoso, que se dirigía hacia ella San Silvestre. La gente dice que se me cayó el DNI a su lado y él lo cogió y ahora me buscan por todas partes para devolvérmelo. Ahora he cogido un taxi yo y estoy de camino al aeropuerto, en unas horas estaré volando hacia Nueva Zelanda a iniciar una nueva vida.

# 94 José Antonio Rosano Calvillo

 

¿Qué piensas cuando corres?

¿Qué piensas cuando corres? Hay quien extrae energía de unos auriculares, como si un hechizo les embriagara dotándoles de un poder extraordinario para alcanzar la meta. Los hay por otro lado que se dedican, suspirantes, a contar cuántos kilómetros quedan para terminar y celebrar el hito con una cerveza en buena compañía. También están los expertos atletas que, deseosos de mostrarse a sí mismos (y al mundo) los resultados de su entrenamiento, se colocan desde el inicio en las primeras posiciones y no ceden, superando sus límites en cada zancada. Hay por supuesto quienes son capaces de desconectar mente y cuerpo, y maravillarse ante los sonidos de la naturaleza mientras avanzan en piloto automático.
Seguramente, todos ellos fuiste tú en alguna ocasión. Y ahora te encuentras en plena carrera absorto al ver en los demás estas otras versiones de ti. Pero y hoy, ¿qué piensas cuando corres?

# 93 Francisco Javier Cirilo Martín

 

DOBLE FELICIDAD

Estos últimos meses, veía a mi padre especialmente motivado cada día que salía a preparar la San Silvestre un año más. Para él, el último Domingo de Diciembre siempre ha sido especial, ya que podía disfrutar con sus amigos de su querida ciudad haciendo lo que más le gusta, deporte en muy buena compañía. Para él, la San Silvestre Salmantina no era solo una carrera, era una celebración. Poder pasar corriendo por la Plaza Mayor, el Puente Romano, por las calles repletas de gente animando y aplaudiendo, es el mayor premio que puede tener, ya que significa que siguen pasando los años y ahí está, cumpliendo un año más, compartiendo zancadas con veteranos y noveles, todos ilusionados por terminar.
Al preguntarle por la especial ilusión que tenía, me contestó con una sonrisa…este año se da una casualidad, el 29 de diciembre es mi cumpleaños, ¡¡¡por lo que DOBLE FELICIDAD!!!

# 92 Rosa Mateos García

 

DEPREDADOR

Salamanca. 31 de diciembre. 2024.
Tras concluir la carrera deportiva, empezó otra carrera por la vida.
Pero, después de una exhaustiva búsqueda, la policía sólo encontró mi dorsal.


# 91 Jesús Jiménez Reinaldo

 

Son míos sus ojos


Me emociona asistir al momento en que mi madre me busca en el listado que publica el periódico con los resultados de la San Silvestre Salmantina. Todos los años empieza por el último, desde que en mi primera participación terminara el octavo por la cola. Desde entonces, he entrenado como un jabato y ahora tiene que recorrer más de la mitad de la lista para encontrarme.
Es un trabajo duro para sus ojos, afectados por la degeneración macular húmeda, pero ella, como yo, tampoco se da por vencida. Antes apenas podía leer los titulares y, ahora, con la ayuda de unas lentes y unas inyecciones, se devora el periódico si algo le interesa.
—Quiero que aún me lo pongas más difícil— me dice sonriendo.
Por eso, cuando corro, de ella son mis piernas y son míos sus ojos. Por ósmosis familiar. Porque en la lista saldremos retratados los dos.

# 90 Rafael Fuentes Pardo

 

Por qué

Aunque mis hijos me recomendaron no hacerlo, me apunté a la San Silvestre y me fui para Salamanca. El día de la carrera me descolgué enseguida del pelotón, y como no conocía la ruta, acabé en un descampado, en las afueras de la ciudad. A lo lejos vi a un hombre trabajando y me acerqué a preguntarle cómo regresar al circuito. Estaba muy atareado arrojando cosas a un pozo que parecía no tener fondo: desde smartphones a ministros pasando por patinetes eléctricos y algún que otro especulador de suelo público. Pregunté por qué lo hacía y él, a su vez, por qué corría la San Silvestre. Me toqué la barriga y contesté que para aligerarla. Asintió con la cabeza y añadió que él lo que aligeraba era el mundo, para que el todo se quedase en algo razonable y el vacío se pareciera a asomarse a una azotea.

# 89 Ainara Cepa

 

El eco de su Abrazo

Ahí estaba mamá, junto a la línea de meta, esperándome con los brazos abiertos. Cuanto más corría, el cansancio la hacía desvanecerse, como un espejismo. Estaba a punto de tocarla, pero cada paso la alejaba. Recordé su voz, la última vez que la oí: “Siempre estaré contigo, aunque no me veas”.

Corría con el alma desgarrada, deseando que este esfuerzo me devolviera lo irrecuperable. Al cruzar la meta, la verdad me golpeó: nunca podría volver a tocarla. Sin embargo, su amor, ese amor indestructible, viviría en cada latido de mi zancada.

# 88 Concepción Peña Cárdenas

 

La Carrera de la Ilusión

En casa comienza,días antes del ocho de diciembre,la decoración de nuestro árbol.Mis dos nietas,Esther y Alma entran en el salón bailando su famosa coreografia, y una canción suena....
"Todo lo que quiero por Navidad es a ti'
!Gritan!!Abuela,ya comienza la carrera!
Pablo(abuelo adoptivo)abre la caja que cobija el entusiasmo, y mi hija Vero las luces desempolva, Yuri,saca de su chistera,la estrella q ilumina, los grandes ojos de su hermanita Emma.
El reno, bautizado como "Rodolfo",se deja montar con cara seria y diligente;apabullado, corre tan rápido que parece entrenar para la "San Silvestre Salmantina" inspirado por las notas de "MI Burrito Sabanero"
Suenan con panderetas los villancicos, y nuestro pobre árbol desnudo ya, y con restos de resaca navideña, aparece disfrazado de un señor simpático y con barba blanca q les ha regalado con ilusión, bolas lazos,y espumillón.

# 87 Marisol Mongelós

 

Fugaz

Había comenzado la noche anterior. Estaba paseando a Canelo, cuando una parejita se detuvo a su lado. La chica se agachó y dijo con voz infantil: “¡Pero qué bonito eres! ¿Estás perdido?”
Se apresuró a regresar a casa para observarse tendidamente en el espejo. Que finalmente estuviera ocurriendo le pareció increíble pero sensato.
El día de la carrera, terminó de suceder. El cielo estaba dorado y el aire, espeso. Inusitadamente, no se miró los pies al correr. Ni a los lados. Miró al frente. Se olvidó de los otros corredores. Dejó que los ruidos la atravesaran sin crisparse. Permitió la fugacidad de toda imagen interior sobre el pasado y sobre el futuro. Puso un pie frente al otro, un pie frente al otro… y, por primera vez en su vida, llegó primera a la meta. Qué momento más curioso para volverse invisible.

# 86 FRANCISCO JAVIER VICENTE SANCHEZ

 

MI PRIMERA VEZ

Siglo XX. Unos veinteañeros hermano nº2 y servidor, decidimos participar en la mítica San Silvestre. Para entrenar, calculamos las dimensiones de un campo de fútbol: 30 vueltas equivaldrían a 10 kms. LLega el día D, en el primer km pierdo de vista a mi hermanito, a la par, racimos de corredores me superan inapelablemente. Avanza el recorrido, al 6º km, ni rastro de mis fuerzas, miro atrás y veo que me acecha el coche escoba, deseando barrerme. Por fortuna, en ese momento se cruza mi domicilio en mi camino, e, interpretando libremente la sentencia "una retirada a tiempo es una victoria", quedo depositado en él.
Décadas después, aprovechando mi crisis de los 40, vuelvo a intentarlo, esta vez, consigo cruzar la meta. Desde entonces unas 30 carreras más, con otras tantas camisetas conmemorativas rebosando el cajón, mientras, los aplausos y ánimos del público siguen resonando en mis oídos.

# 85 Aurora Rapún Mombiela

 

Imponderables

La mujer seria, de rutinas férreas y constancia a prueba de bombas grita su frustración mientras coloca los brazos en cruz para sujetarse a pulso y no caer en el abismo. Hace años que corre la San Silvestre en Salamanca, como debe ser. Siempre queda en buena posición, como en la vida. Todo medido y controlado, todo previsto. Pero hoy se encuentra floja por lo que acepta uno de esos geles del demonio. Para aguantar: “ya dormirá después, ya descansará cuando se muera”. Y eso es lo que siente en cada pisada, en cada golpe contra el asfalto. Que se le va la vida, que se le escapa. Y, mientras un indio y una vaquera la adelantan, insultantemente sonrientes, como si fueran de carnaval, ella cambia su trayectoria y corre en diagonal, en busca de la salvación tras una puerta de plástico verde, a pocos metros de la recta final.

# 84 Miguel Ángel López Muñoz

 

Recuerdos de una madre

Todos los años, desde que es capaz de recordar, ha visto a su madre participar en la San Silvestre Salmantina. Doce años, uno detrás de otro, en los que terminaba diciembre corriendo, luchando por sacar adelante a su hija, por superar los golpes de su marido, por vencer al tumor, a los bancos, a la tristeza, a la vergüenza de tener que acudir a un comedor social. Corriendo cada año, siempre hacia delante, nunca mirando atrás, nunca desfalleciendo.
Ahora, con sólo cincuenta y cinco años, es su madre la que no es capaz de recordar. Es su madre quien no logra rememorar por qué corría una vez al año. Pero no importa. Ya no. Porque como en las buenas carreras de relevos, será su hija quien tome su lugar.
Y su madre mirará orgullosa, y tal vez hasta llorará. Aunque no consiga entender porqué lo está haciendo.

# 83 Marcos Llemes

 

Mal perdedor

He perdido. Un tramposo me ha robado el primer lugar.
La recta final me esperaba a pocos metros. Estaba a punto de ganar cuando se apareció por detrás, me apartó de un manotazo y cruzó la meta.
No es justo. He perdido incluso siendo mejor que todos ellos. Mejor que él, a quien ahora veo con la medalla colgando del cuello, rodeado de cámaras y hablando de disfrutar la experiencia de correr la San Silvestre Salmantina sin importar el resultado.
La sangre me hierve de furia. Esto no puede quedar así. Avanzo enfurecido entre el gentío y me impulso hacia él con las alas abiertas. Sobrevuelo su cabeza y le echo una cagarruta en la frente. Veo caras de asco y escucho carcajadas. Solo entonces, me alejo volando hacia el bosque.
Que se quede con la medalla; nadie recordará su nombre.
Hoy la gente hablará de mí.

# 82 Daniel Estrada Ramírez

 

Desde el primer paso

Primero gateó bajo la atenta mirada de su madre, siempre lista para recogerla en cada caída. También fue ella quien le enseñó a caminar, con un pie delante del otro, hasta que llegó el momento de correr. Así, le mostró que no solo se trataba de velocidad, sino también de constancia y fortaleza.
Años después, su pasión la llevó a la San Silvestre Salmantina, donde el frío de diciembre y el bullicio de la Plaza Mayor no pudieron detenerla. En cada una de sus zancadas resonaba el eco de las enseñanzas de su madre: "¡Un último esfuerzo María, ya lo tienes!".
Finalmente, con el pulso acelerado y la frente bañada en sudor, cruzó la meta. Entre la multitud, su mirada solo pudo encontrar la sonrisa orgullosa de su madre, quien la había acompañado desde el primer paso hasta el último metro en Salamanca.

# 81 Miguel Ángel Moreno Cañizares

 

El último cigarrillo

Revisó el paquete de tabaco y comprobó que sólo le quedaba un cigarrillo. Se lo fumaría después de ganar al día siguiente la San Silvestre Salmantina, una cuenta pendiente desde hacía treinta y ocho ediciones. Sí, era el participante más fiel a la carrera, pasando por todas las categorías, y a sus 69 años aún conservaba esperanzas y energías para conseguirlo. Se veía con posibilidades.
Los colegas le preguntaban cómo un fumador empedernido terminaba la prueba cada año. Su respuesta era concluyente: sólo las ganas de correr, aunque fuera con los pulmones negros. Pero le faltaba vencer. A su esposa le hizo una promesa: el 31 de diciembre daría la última calada. De hecho, tenía comprados los parches de nicotina y había dejado un hueco en el aparador para el trofeo. A punto de alcanzar la meta, alejado de la victoria, pensó en dónde había escondido otra cajetilla.


# 80 Javier Lage Neira

 

El día de la carrera

El aire frío de diciembre apenas lograba calmar la excitación que sentí al comenzar la carrera. A mi alrededor, el bullicio de los corredores me envolvía, todos estábamos alineados, esperando el disparo de salida. Desde el inicio, me lancé a toda velocidad, sintiendo el pavimento bajo mis pies mientras el viento me golpeaba la cara. Mi corazón latía con fuerza, empujado por la emoción y el esfuerzo.
Mis músculos ardían, pero la emoción era mayor. No me importaba el cansancio, lo único que tenía en mente era seguir adelante, más rápido, porque en algún lugar de la multitud había visto a mi padre. Lo había olido antes de verlo, y ahora todo mi ser se concentraba en alcanzarlo. El bullicio, las risas, los gritos animando... todo lo impulsaba. Finalmente, allí estaba, mi padre. Lo alcancé con una explosión de alegría.
Y entonces, moví la cola.

# 79 Ramón Ferreres Castell

 

Plusmarca

Quién me mandaba hacerme amigo del alumno noruego de intercambio. Cada mañana se lo veía correr solo por el campus antes de clase, así que, como también me gusta el atletismo, comencé a acompañarlo. Una cosa llevó a otra y lo inscribí en la San Silvestre Salmantina. Creo que no me entendió cuando dije: «Venga, correremos la SAN Silvestre, yo a lo FERMÍN Cacho y tú a lo Jakob Ingebrigtsen», a veces se queda solo con algunas palabras, porque apareció vestido de mozo sanferminero. Lo que me costó hacerle entender que era una carrera popular. Tras cambiarse, pudimos tomar la salida. Parecía más calmado hasta que echó la vista atrás para controlar a los perseguidores y puso pies en polvorosa mientras me gritaba: «¡Mentirosooo!».
Su marca ha sido la gran sorpresa de la edición, y el concurso de disfraces lo ha ganado por unanimidad el grupo «Manada de toros».

# 78 MIGUEL ANDRES CALLE SEMPERE

 

El deporte es vida

El muro era infranqueable y la concertina que lo coronaba insuperable. Aquel campo de concentración se había llevado por delante las ansias de libertad de muchos compañeros de cautiverio quienes, desesperados, habían tratado de escapar.
Recuerdo a un muchacho que corría por el interior del recinto cada mañana. Con la naturaleza como adversaria los tendones sufrían bajo la piel, los músculos se manifestaban con desgarros silenciosos y las ampollas pasaban a convertirse en la menor de sus preocupaciones. Corría sin cesar, espantando el dolor a cada zancada.
Una tarde desapareció sin decir adiós. Probablemente rumbo a la chimenea donde la las llamas darían buena cuenta de su cuerpo hasta convertirlo en cenizas. Más adelante, nos enteramos de que logró fugarse.

Años más tarde, disfrutaba de la lectura de un periódico deportivo donde logré identificar una fotografía. Indiscutiblemente era él… el joven corredor, había ganado la San Silvestre Salmantina.

# 77 María Manrique Biain

 

El bueno, el feo y el malo.

Antes de devorar las uvas y empacharse a champán, otro deber mucho mayor me llama. Me enfundo las zapatillas, a las que Matusalén vio nacer, y me subo los calcetines hasta casi las rodillas.
Salgo del piso de estudiantes, llaves en mano, y escruto mi reflejo en el espejo. Cual bandido, me cubro el rostro con la bufanda. El cuerpo me suplica un resguardo ante el frío, pero el abrigo permanece colgado en el perchero de casa.
El ascensor baja pisos, al igual que el 2024 ha consumido los días. Por fin es 31 de diciembre. Por fin es la San Silvestre Salmantina.
Dos jóvenes, uno seminarista y el otro a una nariz pegado, me esperan, vestidos totalmente de negro. Llevamos un dorsal adherido al abdomen. Chocamos los puños, y ponemos rumbo al Paseo San Antonio.
3577, 3578 y 3579.
El bueno, el feo y el malo.
¿Quién llegará primero?

# 76 Marcos Fernández Solís

 

Fondista

La licra negra realza su cuerpo, trabajado todo el año en el gimnasio que tiene frente a la oficina. No sabe por qué ha traído los cascos, hoy no va a usarlos. Todos esos momentos solitarios, sudando entre el sudor de otros mientras escuchaba listas de reproducción creadas de forma automática, confluyen en las pocas horas de hoy. Se supone que vendrán los del trabajo. Ella también. Hace bastante frío, incluso para ser hoy. La licra realza más que calienta. Empieza a estirar mientras espera.

Llegan todos juntos. Había ensayado un poco algunas cosas que decir si llegase ella primero. Pero puede que sea mejor así, no sabe si habría sonado totalmente espontáneo. Ella no lo saluda. Bueno, es lo normal, todavía no los han presentado. En la carrera se pondrá cerca, y ya hablarán en las cervezas de después, era el plan original.

Este año es el año.

# 74 Iraldo Ramírez

 

Guia

Sus manos tocaron la vieja fotografía y los recuerdos llegaron, aligerando la tristeza. Fue una mañana de diciembre, cuando le servio de guía a su padre en la carrera de San Silvestre Salmantina. Aún,siente el calor de la gente, el paso por las calles, la camiseta impregnada de sudor y la mirada en el reloj buscando la certeza de que, llegarían hasta el final. Unas cuantas zancadas y la meta. No ganaron los primeros lugares, pero si la satisfacción de haber ayudado a su padre con principio de Alzheimer cumplir unos de sus sueños. Ahí está, sonriente en la fotografía.

# 73 Arturo Sobreviela Lozano

 

La carrera del Corazón

Os contare la historia de Ramón, aquel joven sin vocación, siempre melancólico y sin dirección. Pero un día, en pleno invierno helado, vio la San Silvestre y quedo asombrado. Se ato las zapatillas con decisión y aunque el camino fuera todo confusión, en cada tarde fría Ramón persistía, lleno de energía. Llego el gran día, la carrera final. Las piernas de Ramón comenzaron a temblar mas su corazón ya no podía parar. Al cruzar la meta sin ser el primero, Ramón sintió que era un verdadero guerrero y ahora os cuento, con admiración, como aquel joven sin vocación hallo en la carrera su propia razón, y en cada zancada, su liberación.

# 72 Darío Pérez Montiel

 

LLEGARON ANTES

Al completar la XL edición de la San Silvestre Salmantina, tengo un recibimiento de lo más inesperado.
—Nosotros hemos llegado hace quince minutos —me indican quienes parecen ser los ganadores de este año.
Busco con la mirada a mi familia mientras me recupero del esfuerzo realizado y de la impertinencia.
—Nosotros hemos llegado hace veinte minutos —les oigo molestar a otro atleta y casi se me atraganta el último trago a mi bebida isotónica.
Conforme me cambio de zapatillas y de camiseta, sigue apestando la misma cantinela.
—Nosotros hemos llegado hace cuarenta minutos —le dedican sin piedad a un veterano corredor.
—Yo llegué hace cuarenta años —les responde exhausto pero feliz ante el abrazo colectivo de sus nietos. Se quita el dorsal, lo enrolla y se lo entrega cual testigo.
«Otros llegaron antes —pienso para mí—, y nos enseñaron cuál es el verdadero triunfo».

# 71 Yago Merono Onate

 

Carnaval Salmantino

Todavía no está claro qué pudo suceder para que ese día aparecieran en la San Silvestre un montón de corredores disfrazados de la forma más extravagante. Había participantes con tres piernas, otros con ojos rodeando su enorme cabeza y uno especialmente horroroso, con forma de gusano, que, a pesar de eso, tomaba las curvas con envidiable habilidad. El público reía, condescendiente, pero, de hecho, fue éste último quien resultó ganador de la carrera. Entonces ya no hacía tanta gracia. Tal vez los organizadores se excedieron facilitando inscripciones, o surgió algún conflicto con la difusión por internet. El caso es que a la hora de entregar los galardones, ya en el podio, el gusano se negaba a quitarse el disfraz, con el agravante de que no se le entendía nada. La cosa se fue calentando hasta que, con el corredor inmovilizado por cuatro agentes, lograron desvelar su identidad: planeta Kepler-186f.

# 70 PEDRO VALDESUEIRO GARCIA

 

LA CABRA TIRA AL MONTE

Era tan competitivo que, por recomendación del cardiólogo, había decidido rivalizar únicamente contra sí mismo.
Se acabaron los piques y exigencias.
Con el pistoletazo de salida activó el pulsómetro y fue recorriendo los primeros kilómetros según los tiempos establecidos.
Si algún corredor le sobrepasaba, respiraba profundamente cinco veces y continuaba a su ritmo.
Al girar para encarar la última recta, el sol que estaba en pleno ocaso se colocó a su espalda proyectando una descarada sombra que le adelantó sin ningún tipo de miramiento.
Herido en su orgullo, no estaba dispuesto a dejarse vencer también por ella.
—Estoy compitiendo contra mí mismo—Se justificó.
Esprintó con el corazón latiendo como un tambor en pecho y sienes, pero no fue capaz de alcanzarla y entró pisándole los talones.
La aprovechada sombra desapareció repentinamente cuando, ante sus ojos, apareció la inmensidad de un cielo sobre el que pronto caería la noche.

# 69 JAVIER DE VEGA GARCIA

 

URTAIN

Vieron caer los pedazos del autobús, desperdigándose por toda la ladera. Los cristales volaban, clavándose algunos en los habitantes de la arboleda y otros yaciendo junto a los arbustos menores.

Todo el equipo falleció casi al instante. Todo el equipo menos Urtain, de nueve años.

Mientras se ataba las zapatillas recordaba aquel accidente y se repetía en una sucesión de fotogramas imaginarios como ganador de la carrera.

Al salir resbalo debido al rocío que estaba depositado sobre los adoquines, pero eso no le impidió tomar la delantera pasados unos metros. Doblo la primera curva y cuando se quiso dar cuenta ya cruzaba la línea de meta en solitario.

Asomaron en perfecta cuenta una lagrima por cada uno de sus amigos no presentes ya entre los vivos.

A sus cincuenta años por fin había logrado realizar la promesa incumplida. Por fin podía descansar, y volver a reunirse con ellos.

# 68 Lara Siscar Morell

 

Hoy es el día.

El día había llegado. Aquella mañana, Salamanca despertó con un brillo especial y miles de corredores se agruparon en la linea de salida, ansiosos por aquello con lo que llevaban tanto tiempo soñando. Todos y cada uno de ellos, desconocidos, compartían una meta y una pasión en común.
Sandra se agachó para atarse los cordones. No había conseguido pegar ojo en toda la noche y los nervios la estaban traicionando. El sonido del disparo la sacó de sus pensamientos. Todos los participantes empezaron a avanzar al unísono, como un torrente humano.
Cada paso la acercaba un poco más a su objetivo; aquello por lo que se había pasado tanto tiempo entrenando. Ya casi había llegado. Rodeada de sus compañeros, cruzó la meta, sintiendo una mezcla de agotamiento y euforia. Y después… silencio.
Se dio la vuelta extrañada. La multitud había desaparecido. Se hallaba totalmente sola en mitad de la calle.

# 67 JOSE LUIS SORIA BARBÉ

 

MI NUEVO DORSAL

El golpe chirriante en los barrotes, me levantaron del camastro hundido, hoy treinta y uno de diciembre en esa celda escarchada donde las fechas no tienen sentido. Me miré en el espejo picado por la humedad y vi mi rostro desolado por la angustia de la desesperación. Giré la cabeza a mi izquierda con el único propósito de mirar por la ventana y borrar por un momento esas vallas electrificadas y el césped helado y pintar sobre ella ante mis ojos el Paseo San Antonio, la Avenida Maroto, la de Comuneros, la Plaza del alto Rollo…Recordar mi última San Silvestre. Las calles llenas de orgullosos atletas con el único fin de llenar un hueco en esa carrera y cumplir su propósito. Bajé la mirada a mi pecho y volví a la cruda realidad; había cambiado mi dorsal de libertad por un nuevo dorsal, el de recluso.

# 66 VICTOR BAILON LORENZO

 

Rosa y su carrera

En la San Silvestre Salmantina, las calles de Salamanca cobran vida con la emoción de los corredores. Entre el bullicio de la multitud, Rosa, una joven atleta con sueños en sus zapatillas, siente la adrenalina corriendo por sus venas, la carrera comienza y Rosa avanza con corredores de todas las edades,Por supuesto. Rosa, con el viento acariciando su rostro, avanza por las estrechas calles empedradas. El reloj marca los últimos minutos del año, y su corazón late al ritmo de los pasos. A lo lejos, ve el arco de la Plaza Mayor, iluminado como un faro de esperanza. Rosa acelera, dejando atrás a otros corredores. Cruza la línea de meta con una sonrisa radiante, sintiendo que ha ganado más que una carrera. En ese instante, Salamanca se convierte en su hogar, y la San Silvestre en su tradición más preciada

# 65 victor bailon lorenzo

 

Maria y su abuelo

Cada 31 de diciembre, las calles de Salamanca se llenan de corredores y espectadores para la San Silvestre Salmantina. Este evento, que ya cuenta con casi cuarenta ediciones, es más que una simple carrera; es una celebración de la comunidad y el deporte.
María, una joven atleta, se prepara con entusiasmo. Este año, corre en honor a su abuelo, quien le enseñó a amar el atletismo. Al sonar el pistoletazo de salida, María siente la energía de la multitud y el espíritu festivo en el aire. A medida que avanza por las calles históricas, recuerda las historias de su abuelo sobre las primeras ediciones de la carrera.
Al cruzar la meta, exhausta pero feliz, María se siente conectada con su ciudad y su familia. La san silvestre es algo mas que un tradición para Maria, es el nexo de unión eterno con su abuelo ya fallecido.

# 64 Manuel garcía González

 

Respeto

- ¿Estas preparada?
- Bueno, el tiempo no pasa en balde y debo reconocer que el año pasado acabé hecha polvo, pero… la sensación al llegar a meta fue maravillosa.
- En la anterior edición, no ganamos nada, quedamos a mitad de tabla.
- ¿Qué no ganamos nada? Ganamos lo más importante que se puede ganar, ganamos respeto.
¿No recuerdas como nos miraban en el parque los días posteriores a la San Silvestre?
- Si eso es cierto, sobre todo las pijas esas que no sirven para correr, solo para lucir marcas.
- Es cierto, su mirada era una mezcla de envidia y odio.
- Y cuando nos cruzábamos con alguna deportista de élite, si nos reconocía de la carrera, nos saludaba. Se me ponen los cordones de punta.
- En cualquier caso, da igual lo que opinemos, solo somos un par de zapatillas.

# 62 María Campra Peláez

 

ESPÍRITU DE GANADORA

Llevaba entrenando meses, había conseguido adelgazar más de lo que pensaba y ya había bajado de obesidad a sobrepeso. Todas las tardes corría por el tartán alrededor de una comunidad de atletas entre los que había hecho amigos. Ellos me instaron a que corriera los diez kilómetros de la San Silvestre. Ya estaba preparada.
La carrera empezó rodeada de muchos de mis compañeros, conseguí un buen ritmo y pronto me puse entre los primeros puestos. De repente algo empezó a ir mal, se me nubló la vista y las fuerzas empezaron a fallar. Caí sin darme cuenta, me levanté y seguí dando tumbos. A 100 metros de la meta detrás de mí oí una ovación. Miré para ver a los demás corredores gritando mi nombre sin adelantarme. No gané la carrera, gané mucho más.

# 61 Melissa Garcia Roldan

 

Paso

Para Marcos, participar en la tradicional San Silvestre Salmantina constituía su anhelo nocturno, aquel que el trágico accidente del 98 le había vedado alcanzar. Este año, sin embargo, estaba resuelto a culminar la carrera que tanto temor le había infundido.
Con resolución en la mirada, Marcos se lanzó hacia adelante, avanzando pausadamente, pero sin permitir que nada lo detuviera. Los clamores del público retumbaban en su pecho, como un ímpetu más poderoso que el agotamiento. Paso a paso, kilómetro a kilómetro, sorteaba cada escollo, mientras la adrenalina lo propulsaba y el orgullo inflamaba su espíritu.
Y antes de siquiera advertirlo, había cruzado la meta, envuelto en aplausos y vítores. Marcos comprendió que no había corrido solo: cada aliento a su alrededor había sido parte de su vigor. Sonreía exultante hasta el llanto, mientras sus manos, curtidas por el esfuerzo de maniobrar el aro impulsor, acariciaban su desgastada silla de ruedas.

# 60 Cinthya Paola Valdez Ahumada

 

La promesa

Los rayos del sol en la cara y el sudor en mis ojos no me limitan, tenemos que terminar la carrera juntos amor mío, el corazón que me diste en vida me da la fuerza para cumplir la promesa.

# 58 Essler Francisco Mendoza Bello

 

Ojos claros, como los atardeceres de Salamanca.

En Salamanca, la vida de un atleta, al igual que la de un poeta, la meta siempre será la misma; cruzar la línea de llegada, uno para besar a su amada, el otro, la San Silvestre Salmantina, cruzar su delgada línea, con honores y gallardía.
Hoy me toca ser ambos; guerrero y trovador, de un verso que voy cantando: “sé que el sabor de un beso no desaparece con dos, cuando ese beso, en Salamanca, fue un beso de vos”, y así, enfocado, me dirijo hacia la meta, diviso el atardecer, mientras pienso en tus idílicos; ojos claros.

# 57 Esperanza Tirado Jiménex

 

Los otros

Reunidos, por fin en la línea de salida, nos presentamos.
Somos los otros corredores.
Los que corrieron menos en cada edición de la Sansil.
Los que la noche antes miramos el dorsal de reojo y nos íbamos a dormir. Pensando en que, tal vez, algún fin de semana después del verano, deberíamos haber entrenado, dando un par de vueltas siquiera, por el Paseo de El Rollo. Para no agarrotarnos al tercer paso.
Somos esos que salen de casa al filo del comienzo de la hora de la carrera, estrenando esas zapatillas tan chulas que Papá Noel nos dejó debajo del árbol.
Somos aquellos que nunca subirán al podio de los ganadores.
Somos todos esos que celebramos la carrera como si todos los premios nos los lleváramos nosotros.
Y es que nuestra meta está bien cerca: vivir la emoción de ese día.

# 56 Lucía Cáceres Jiménez

 

El último suspiro

El último suspiro

Cada 31 de diciembre, la ciudad de Salamanca se transformaba. Las calles adoquinadas, bañadas en una neblina fría, se llenaban de corredores ansiosos por la San Silvestre. Marta, con su dorsal número 136, apretaba los cordones de sus zapatillas. Había corrido esta carrera por veinte años, pero este año era diferente. A sus 65 años, el diagnóstico de su corazón frágil flotaba en su mente como una nube negra.

El disparo de salida resonó y los corredores avanzaron. Marta sentía el viento helado en su rostro, el eco de la multitud alentando desde las aceras. A mitad del recorrido, sus piernas se aflojaron, pero no se detuvo. “Solo un kilómetro más”, se dijo.

Al cruzar la meta, una lágrima solitaria recorrió su mejilla. Sabía que era su última carrera, pero también la más hermosa.

# 55 Heidy A. Ventura Huanca

 

Incluso si corro solo

Define que es una carrera si deseas ir a donde todos van, San Silvestre Salmantina no es solo una competición, es una causa y un objetivo, mi objetivo, y cómo deseo correr es mi forma de sentir la vida, porque decidí que correré aquí, incluso solo, incluso si el día anterior fue el peor día de mi vida, cuando corro no pienso nada, miro adelante, inhalo... exhalo, mentón arriba y a seguir, que falta poco y puedo ver la meta.

Ellos están esperándome ahí, al igual que el año pasado, al igual que alrededor de hace cuarenta años, con las mismas energías, incluso lo que nos sigue uniendo es la misma meta. Incluso si corro solo, ellos seguirán y yo seguiré con ellos. Porque es más que una carrera, más que una fundación... es parte de mi familia.

# 54 Ivan Moreno Fernandez

 

Mi vida, algún día ganarás tu San Silvestre

Séptimo. No importa cuántos llegaron antes o después. Una solitaria lágrima recorrió mi mejilla, no di permiso a más. Justo hoy no. Quería que al mirarme, viera la misma sonrisa que siempre guardo para él. Exactamente la misma que dibujaba su fatigado rostro. Llevaba toda su vida por debajo del cero, dichosos percentiles y dichosa sociedad que señala al diferente y lo juzga sin rascar más allá de la superficie. Mi hijo no crece físicamente, ningún médico encuentra la causa. Al principio, él inclinaba su cabeza hacía arriba y cuestionaba. Eres así, hijo, no podemos ni tú ni yo cambiar nada para aumentar tu estatura. No tenía más respuestas y continuo sin ellas. Después, la siguió inclinando pero para reír, desafiar, sorprender, celebrar y enseñar, sobre todo esto último, que la actitud multiplica, que eres cómo te sientes, que no sólo gana el primero. Corre, hijo, nunca dejes de hacerlo.

# 53 Irene Coll Vilella

 

Querido diario

He vivido tiempos raros, complicados, aunque los últimos meses parece que la vida me ha vuelto a sonreír. Me gustaría hacer un buen cierre de año, olvidar todo lo ocurrido. Me planteo una pequeña escapada en algún lugar tranquilo, bonito y acogedor. Salamanca siempre me trae buenos recuerdos. He visto que el día 31 de diciembre celebran la "San Silvestre Salmantina". ¿Qué mejor plan para cerrar esta etapa que proponerme un pequeño reto?
31/12/2024
Punto de salida; emocionada. Me temblaban las piernas y el corazón parecía un caballo desbocado. El frío en la cara, insoportable. Me lloraban los ojos y la nariz aguantaba en su sitio por vergüenza. Salí, paso a paso, poco a poco, con cada zancada dejaba atrás los malos momentos, los pisaba fuerte y los lloraba con rabia. He llegado a la meta renovada y sintiéndome un poco Salmantina, si me dejan.

# 52 Álvaro Rodríguez Real

 

Más rápida que mi pasado

Llovía, pero eso no me importaba, así que me subí la capucha, cerré la puerta de casa y me lancé.
El primer paso fue firme. El segundo aterrizó en un charco. Me empapó el zapato y me detuvo unos preciosos segundos. Miré atrás, pero no podía detenerme, así que arranqué a toda velocidad.
Mis pies volaron por el asfalto hasta que encontraron tierra mojada. Mis pulmones estaban ya completamente abiertos, así que empecé a sentirlo todo.
Mi miedo. La lluvia. Mis dudas. La hierba. Mi odio. La chaqueta. Y mi inquieto corazón colándose por cada poro de mi cuerpo y excretándolo todo fuera de mí.
Era lo que necesitaba. Era lo único que necesitaba. Y esprinté cerrando los ojos, sabiendo que, por unos instantes, sería más rápida que mi pasado, que mi memoria. Y por una vez, no fueron lágrimas lo que empapó mi sonrisa.

# 51 Alberto Palacios Santos

 

Una vez más

Nadie lo sabe, pero soy un atleta de élite.
Entre abril y junio logré cruzar el desierto recorriendo la distancia de doce maratones. En julio me hice especialista en salto de altura y traté de saltar la valla, pero fracasé. Fue entonces cuando me hice nadador en aguas abiertas para cruzar hasta Melilla.
En otoño conseguí llegar a la península donde me convertí en atleta de marcha para recorrer a buen ritmo la distancia entre Algeciras y Madrid. En la capital me hice velocista de 100, 200 y 400 metros, dependiendo de lo insistentes que fueran los agentes de policía.
Por fin, en diciembre he llegado a Salamanca y, como lo único que sé hacer es correr, me he apuntado a esta carrera, la llaman la San Silvestre y parece que hay premios importantes. No creo que gane, pero estoy seguro de que, una vez más, llegaré a la meta.

# 50 Andrea Núñez-Torrón Stock

 

Espíritu

Verdor luminoso. Amanecer. Tejados escarchados. Hielo en la ventana. Pan con aceite. Café caliente. El árbol de Navidad. Quietud en la casa. Pájaros despiertos. Los niños dormidos. El beso del perro. Anudarse los tenis. Morder un plátano. Hojear el periódico. Estrenar la calle. Arranca la carrera. Un pie detrás del otro. El tiempo paralizado. Un cielo azul eléctrico. Salamanca invernal. Celebrar el camino. Dedicar la meta a los que se fueron. Sentir el espíritu galopar por dentro del cuerpo. Deshojar un año más.

# 49 Fátima Fernández Méndez

 

La carrera de todos

La carrera de todos

“No sé si llegaré al final.”
Sergio apretó los dientes. En el kilómetro cinco, cada paso era un golpe contra su rodilla gastada. Pero la mirada de su hija en la meta lo arrastraba.

“Vamos, mamá, ¡tú puedes!”
Lucía, seis años, las mejillas rojas por el frío. Grita y agita su bufanda mientras busca entre los corredores el rostro de su madre, que prometió llegar esta vez.

“Un año más. Pero esta vez, la corro por ti.”
Julia ajustó la cinta en su brazo. La foto de su hermano, sonriendo, la acompañaba desde la línea de salida. Y sentía sus pasos junto a los suyos, aunque él ya no estuviera.

“Los corredores pasan como el tiempo.”
La ciudad, expectante, vibraba en cada esquina. Los aplausos. Las calles. Como siempre, testigos de otro fin de año.

# 48 Raquel

 

Un día más, una carrera más

Una multitud de cuerpos se apelotona en la línea de salida. La carrera va a dar comienzo.
Ella está en un rincón apartado, teme mezclarse entre ellos y salir malparada.
Se siente diminuta, poca cosa, insignificante.
Sabe que no tiene ninguna posibilidad, conoce perfectamente sus limitaciones, aún así, no cejará en el empeño de terminar lo que está a punto de hacer.
El silbato activa los tímpanos de los participantes y enciende la adrenalina de cada poro de su piel de cristal translúcido, débil, sudoroso.
Todos empiezan a correr.
Y ella, asomando tímidamente sus ojos acuosos por el borde de sus antenas, se pone en marcha lentamente, dejando un rastro húmedo de esperanza y tesón, arrastrando una mochila donde esconde lo más profundo de su ser.
La pequeña hembra de caracol pondrá rumbo hacia la meta salmantina con el firme propósito de sobrevivir un día más, una carrera más.

# 47 Mari Jose

 

ES POSIBLE

Dicen que Salamanca es una ciudad mágica, plena de historia, arte, embrujo y misterio. La visita ha superado todas mis expectativas. Mi imaginación se desborda ante tanta belleza. Ahora, para completar mi sueño, en el punto de salida para correr la San Silvestre, respiro profundamente, ajusto las zapatillas, saboreo todos los olores, suenan las campanas. Mis músculos están preparados. Comenzamos. No sé dónde piso, pero corro, corro y corro. Escucho jadeos a mi alrededor que se funden con los míos. Pongo mi alma entera en este desafío. El tiempo se detiene, hasta que mi guía se funde conmigo en un largo abrazo, retira el cordón que nos une y me felicita: "lo has conseguido".

# 46 Ana-Daniela Durbac

 

Los Pasos de la Libertad

Cada paso significaba entrar en otro mundo. Cada paso era libertad y motivación, que, después de tantos momentos de ausencia, me unían. Era como si me hubiera acercado a la verdadera felicidad, corriendo a abrazarla con fuerza.
A mi alrededor, la gente había desaparecido, la ciudad se había vuelto invisible, parecía que ni siquiera habían existido; Era solo yo en mis propios pensamientos, escalando una montaña de felicidad. Mi corazón se convirtió en un semental ganador de la competicion, que galopaba libre y salvajemente. Respiré el aire fresco que me embriagó de alegría y energía. Mira al cielo. Las nubes corren contigo, el sol te mira y te envía cálidas sonrisas.
"San Silvestru Salamanca, ¡cuánta libertad me das! ¡Cómo te adoro!" - Me dije a mí mismo, sabiendo que el espíritu del maratón me escuchaba desde algún lugar, con el alma llena de satisfacción.

# 45 GLORIA LLANES FERNÁNDEZ DE LA CUEVA

 

DESPERTARES

Me siento en calma, abstraída por algo que no sabría definir, solo diviso de forma rápida y fugaz la majestuosidad de una gran ciudad.
Veo mis propios pies bien ataviados, percibo una fuerza interior que me domina, ganando cada segundo más vitalidad y presiento que va a ocurrir algo grande.
Aparece ante mí El Paseo de San Antonio susurrándome que me apremie, Canalejas me ovaciona y continúo, sin dar ni un solo paso, recorriendo avenidas y calles. Me atrae la Plaza Mayor reteniéndome para mostrarme su belleza y siento que me empuja hasta el Puente Romano donde el Río Tormes espera paciente para atemperarme y me ayuda a convertirme en soplo para poder concluir.
He terminado y lejos de sentirme vacía, me encuentro inmensamente llena. Complacida por la oportunidad brindada, reconfortada por la “vivencia” y confundida por la vuelta a la calma, suena el despertador.
¿Podré volver a soñarla?

# 44 Edgar Henry Rodríguez Flórez

 

Soy un ganador

El nerviosismo se apodera de todos los participantes, todos trotamos en el sitio de salida; El olor a sudor, se siente en el ambiente, le susurro a mi amigo, Juanca:
¿Si esto es en salida, como será cuando termine la maratón? por eso mi amigo, tenemos que llegar de primeros, dibujando una amplia sonrisa.
Por fin la largada, todos salimos despavoridos, como si nos persiguiera una fiera salvaje, o peor como si fuera una carrera de 100 metros planos. Juanca me alcanza y me detiene de un brazo, tranquilo que haces? Recuerda que es la maratón, dosifica tus fuerzas.
Por fin alcanzo a ver la meta, con mi rostro desencajado, trato de sonreír; ¡¡¡ lo logré, lo logré!!!, al despertar, ¿Me veo con mangueras y tubos por todo lado, pregunto qué día es hoy? Sorprendido me digo: que carrera más larga, me tomaron el tiempo, con almanaque.

# 43 Verónica Inés Velo

 

Hispana Salamantina

Las coloridas guirnaldas ornamentan el predio,
huele a laureles de excelencia.

Las burbujas del dorado brebaje se aprestan para deleitar con su exclusivo néctar
la superación,
la elevación,
la resurrección de la pasión por el rendimiento máximo.

Las doctas calles testimonian una vez más la celebración de lo impactante: no se trata de un juego ni de un deporte.

Corremos por proeza,
como un acto de rebeldía,
como acta de posesión,
como la huella que certifica que estamos vivos.

Constituímos una mañana embriagante de espíritus de lo más sobresaliente del orgullo hispano transformado en oxígeno vivificante que comienza ya a circular por nuestras venas.

Aguardamos el disparo que nos abrirá las tranqueras de nuestra elevación. Sudor intenso, pieles húmedas de esfuerzo, palpita al unísono la potente fuerza de la raza en auténtica fusión. Surge la magnánima y sublime exaltación.

Nos posee lo excelso. Nos embriaga Salamanca.

# 42 Francisco Durán Asensio

 

DEPORTE Y AMISTAD

Nos conocemos de coincidir en las carreras de la ciudad y de los pueblos cercanos. Coincidimos con frecuencia y nos alegra vernos en el arco de salida.
Aunque nuestras camisetas son de clubes diferentes, nos saludamos y nos preguntamos por las lesiones, por cuál será la próxima, por el tiempo que pensamos hacer y nos deseamos suerte.
Preguntamos por al que hace algún tiempo que no vemos y echamos de menos a aquellos que ya no están y con los que compartimos tantos sudores año tras año. Animamos a los de delante cuando nos cruzamos y siempre hay una palabra de ánimo para el que no va como quisiera y necesita un empujoncito moral.
Completan nuestro valioso equipo variopinto el fotógrafo habitual, los jueces de la federación y el spiker.
Curioso grupo de personas que hemos sabido conjuntar la amistad y el deporte que nos une y con el que disfrutamos.

# 41 JOSÉ FERNANDO CUENCA GÓMEZ

 

CAOBA

Era otoño cuando la vi por primera vez. Aún no hacía frío y era agradable correr tras ella por el parque de los Jesuitas.
La cola de caballo del color de la caoba oscilaba como un péndulo, hipnotizándome, haciéndome perseguirla entre los abetos.
A veces una lluvia fina, tibia, nos acompañaba hasta el verraco, cruzábamos el Tormes y tras recorrer su ribera, regresábamos a la ciudad aún somnolienta.
Hoy, sin embargo, hace un frío que pela, y aunque es medio día, el cielo azul parece congelado.
Ensimismado en su belleza tardo en descubrir que ya se ha dado la salida. Persigo su cabello por las calles y plazas de la ciudad. Como un faro la cola caoba me orienta y me hace progresar entre la multitud menguante. Hasta que mis pulmones estallan y dicen basta.
A lo lejos, impotente, veo como el cabello de fuego se aleja por la avenida.

# 40 Javier González Delgado

 

La mejor marca

Berna no puso buena cara cuando Amaro le dijo que correría la San Silvestre.

En el primer día de entrenamiento apenas pudo completar dos kilómetros, el corazón se le salía por la boca y las piernas se transformaron en barras de plomo. Lo que al principio le pareció una buena idea pronto se convirtió en un reto mental y físico que no calculó. Berna no disimulaba su enojo, disgustada porque el sobrepeso de Amaro a ella no le importaba. Él siguió el plan de ChatGPT renunciando a muchas cosas; las tardes de sofá, los dulces de Salamanca y, sin quererlo, los mimos de Berna.

Diez kilómetros en una hora y quince minutos, con la respiración entrecortada observaba los cuerpos de los corredores premiados; “qué duro, pero qué bien que lo conseguí”. Alguien le estiró del brazo, se giró, Berna sostenía una bolsa de obleas de Cipérez que tanto le gustaban.

# 39 Carlos José Esguevillas González

 

Liebre charra.

Este año estaba en plena forma. Tras una buena salida y un sprint hasta Plaza España, ya iba por delante de la multitud. Mantengo el ritmo subiendo por Mirat, cuando otro corredor me flanquea y casi me derriba con su tamboril. Con una mano en la gaita y la otra ajustándose el sombrero, me hace un gesto de disculpa antes de acelerar y rebasarme.
Aprieto el paso, pero le sigo con dificultad. Sus altas botas se mueven con una ligereza imposible, y por un momento dudo si corre o baila. Perdida la concentración, y sin resuello, con gran esfuerzo logro alcanzarlo. Se gira hacia mí y dice, con una sonrisa que me devuelve el aliento: —¡Vamos, chaval, hasta la catedral!
Nos lanzamos juntos y volamos por el recorrido.
Lo último que vi fue su silueta trepando la torre. Al cruzar la meta, una estruendosa charrada resonó desde lo alto.

# 38 VICTOR MANUEL VALDESUEIRO BERNABE

 

LA SAN SILVESTRE DE LAS FIGURAS

Este año se presentaba a la prueba en mejor forma que nunca. Había recorrido cientos de kilómetros a lomos de libros de todo género.
Con las zapatillas impolutas y el lapicero recién afilado, encaraba la prueba con la misma inquietud con la que un escritor se enfrenta a un folio en blanco.
El pistoletazo de salida puso todo su ingenio en marcha.
Comenzó con una metáfora, exhalando con fuerza el frío aire de diciembre, como si de una locomotora de vapor se tratara.
Gracias a las sinécdoques adelantó a otras plumas menos atrevidas; y con las hipérboles sus ideas surcaron renglones y párrafos a la velocidad de la luz.
Subiendo una bajada, dejó atrás a una antítesis; y con la anáfora divisó la meta. Meta ansiada, y meta deseada.
Esprintó para alcanzar el punto y final.
Había competido dignamente contra las figuras más reconocidas y universales.

# 37 Raúl Díaz Barrios

 

La última vez

Mis días de gloria se cuentan por kilómetros, pero hoy, en la Sansil, será mi última carrera. Mis costuras se tensan al sentir el primer impacto contra el asfalto; reconozco ese trote firme, el que nos llevó a la meta más difícil. Avanzamos entre la multitud, el aire frío se cuela entre mis tejidos. Escucho como mi dueño jadea, pero no se rinde; sabe que esta despedida merece un final épico. Cada zancada es una sinfonía de resistencia, una melodía donde él me marca el compás. El recorrido es una nostalgia palpable, y al cruzar la línea de meta, sé que he cumplido mi misión. Mi suela desgastada resuena en el último paso, mientras él me mira con una sonrisa agradecida. A partir de hoy, seré un recuerdo en un rincón de su armario.

# 36 Alicia Ríos del Valle

 

Correr en familia

Bajé las escaleras al trote, no podía esperar a que llegará el ascensor. Mi madre, disimulando la emoción que le producía mi júbilo infantil, aguardó paciente a que llegara la eficaz máquina. Yo la esperaba en el rellano con la puerta abierta, oyendo ya el murmullo de la gente que acudía al Paseo de San Antonio. Me agarró de la mano y seguimos la misma dirección que aquel desfile alegre de zapatillas de colores que me había cautivado desde niño.
Mamá había participado otros años como atleta de élite, pero este año mi regalo de Navidad era correr junto a ella la Sansil. Me sentía muy afortunado porque esto era una cosa entre los dos. Mamá no me lo decía, pero le enorgullecía que yo, el más pequeño de sus hijos, hubiese elegido el atletismo como disciplina deportiva. Su deporte. Nuestro deporte. ¡A correr!

# 35 Ana Isabel Velasco Ortiz

 

ESPÍRITU ERRANTE

Voy de carrera en carrera. De alguna manera, estoy cerca de los participantes y, después de tanto tiempo, aún me conmueven sus penas, alegrías, inquietudes…
Algunos temen no alcanzar la meta, otros, se afanan en mejorar tiempo y posición y yo, insisto en que lo importante es disfrutar el recorrido, sentir el entusiasmo, el calor de la gente.
Hoy, treinta y uno de diciembre, estoy en Salamanca. La corredora lleva el pesado dorsal de la soledad y se pregunta qué hace allí, susurra que es mayor, que las piernas no le responderán, que ha sido una mala idea… Otro corredor se acerca, le busca las pupilas y dice que es una bonita mañana, ella sonríe y… yo, espero verles cruzar juntos la línea de meta… y, una vez más, sentiré que no hay nada como ser San Silvestre, ese espíritu errante que hace latir el corazón de los corredores.

# 34 Manuel Simó Tarragó

 

Y perdió la batalla...

No recordaba quién lo había escrito, pero en el archivo de su memoria salía a flote con frecuencia un pensamiento que constituía para él un auténtico emblema: toda la vida el hombre lucha contra la muerte y al fin pierde la pelea, habiendo sabido que la perdería...
Se dijo y se deseó a sí mismo que si tenía que perder inexorablemente fuera con dignidad; y el destino le alargó la vida hasta los noventa años. Tuvo un adiós muy digno: le amaba todavía una buena compañera de vida y unos hijos que le adoraban. Había tenido mucha suerte.

# 33 Román Ksybala

 

Desleales

Las maratones se estaban volviendo cada vez más competitivas, y el clima entre los atletas era desagradable y agresivo. Algunos mentían sobre su sexo, otros sobre su edad, había quienes cortaban camino a escondidas y quienes iniciaban la carrera ocultos en el tramo final. Y en el comienzo de la prueba se registraban empujones, codazos y zancadillas.
Desde lo alto, los dioses se hartaron de ese espectáculo desleal, y decidieron aplicar un correctivo. Contaminaron todas las botellas de agua a lo largo del trayecto, y si alguien llevaba agua propia, la contaminaron también.
Pronto los competidores se vieron invadidos por una inmensa alegría y un irreprimible amor por el prójimo. Perdieron todo interés por la prueba, y dejaron de correr. El anochecer los encontró sentados en el suelo, abrazados, riendo y cantando, algunos enamorados, y todos olvidados de la maratón.
No hubo ganadores. Nadie cruzó la meta.

# 31 Silvia Asensio García

 

El deseo

En la noche de San Silvestre, las calles de Salamanca se transformaron en un río de luces y colores. Los corredores, ataviados con disfraces extravagantes parecían flotar sobre el adoquinado, como si el tiempo se hubiera detenido. Entre ellos, Lucas, que se sentía más fuerte con cada zancada que daba gracias a su capa de superhéroe.
De repente, un aroma a chocolate caliente lo envolvió, guiándolo hacia una pequeña pastelería que nunca había visto. Al entrar, las paredes estaban cubiertas de dulces que danzaban al compás de una melodía encantadora. La dueña, una anciana de ojos brillantes, le ofreció un trozo de tarta que prometía cumplir un deseo y con el corazón medio desbocado, pidió ser el corredor más rápido. Al morder la tarta, se dio cuenta de que ya no corría; volaba, dejando atrás la tierra y justo en ese momento, atravesó la línea de meta.

# 30 Inmaculada Fajardo Navarro

 

La criatura mágica

Cuenta la leyenda que desde hace treinta años habita en tierras castellanas una criatura mágica y cada treinta y uno de diciembre sale a dar un caprichoso paseo de diez kilómetros por las inmediaciones de Salamanca.
Gentes de todas las edades acuden a contemplar tamaño espectáculo.
Su cuerpo está formado por más de cuatro mil escamas de vibrantes colores y para desplazarse cuenta con miles de pies de diminuto tamaño. Carece de morfología definida y a medida que avanza en su andadura su cuerpo va cambiando de forma y va serpenteando para adaptarse a las sinuosas curvas del camino.
Su respiración es acompasada y en cada inhalación se nutre de briznas de la rica historia que rezuman estas tierras preñadas de tradición y pasado.
Cuando termina su hazaña, la criatura multicolor desaparece nuevamente. Algunos aseguran que todo esto es producto de la magia. Y yo, lo creo firmemente.

# 28 ESTEBAN TORRES SAGRA

 

EL ESFUERZO DE LA IMAGINACIÓN

Me gusta narrar, correr menos. Aunque para redactar con conocimiento de causa he de vivir las sensaciones. Soy escribidor de experiencias, ergo necesito un dorsal.
Luego elucubro que el plazo termina en noviembre y que la carrera es en diciembre. ¡Maldita cronología!
Leo microrrelatos enviados por otros para empaparme de detalles.
Aunque vivo en Madrid, me pongo ropa cómoda y comienzo a entrenar. Correr debe ser igual en todos sitios, creo.
Me he aprendido de memoria el recorrido salmantino y superpongo las imágenes de cada escenario sobre el paisaje madrileño.
El primer día, cuando estoy -mentalmente- a punto de culminar la calle Mérida y ya mis piernas flojean, entro en la cafetería de Silvestre, en Leganitos, y me pido un chocolate con porras.
Mañana a ver si llego al final de Gómez Ulla y compro unas lentejas de la Armuña en la tienda de los Hermanos Salamanca, cerca de Callao.

# 27 María Nieves Angulo Salazar

 

PATITAS DE ALAMBRE

Don Pío se calzó las zapatillas bajo la mirada crítica de todos ellos y salió a la calle entre murmullos reprobadores. “¿Dónde va, alfeñique, con esas patitas de alambre?”, se burlaba la patrona de la pensión. “Hijo, correr tú… Siquiera tu hermano…”, argüía su anciana madre. “Deja que haga el ridículo, mujer, así aprenderá”, refunfuñaba el padre, ya difunto. Y su antiguo profesor de gimnasia: “Un fracasado: en el deporte y en la vida”. Palabras coreadas por las risas de los compañeros.
Con semejantes moscardones flanqueándolo, nuestro hombre tomó la salida ―su primera San Silvestre―. Dio esquinazo a la patrona en la Plaza Mayor; sus progenitores quedaron rezagados en La Palma. En cuanto a profesor y secuaces, confundieron su camino en el Paseo de la Estación.
En fin: sin resuello, pero pundonoroso, don Pío cruzó la meta aclamado por el público. Volvió la cabeza y suspiró, feliz: nadie lo seguía.

# 26 Vicente

 

«LAS TRES EDADES» O «PUES LA DICHA ES BUENA»

Aún universitario, corría la San Silvestre de Pamplona, mi ciudad natal. Disfrazado con un casco vikingo, un jersey de punto y un hacha de plástico, hacía las delicias de los niños, que exaltados, reían, implorando un saludo. Otros —no tan niños— exclamaban: «¿Qué? ¿La parienta te ha puesto los cuernos? ¡Ja, ja, ja!».

Tiempo después empecé a correr en Salamanca: todavía recuerdo los flashes y fotos en Libreros y en la Plaza Mayor; y, ya en la «meta», aquellas esperadas palabras: «¡Hala, campeón! ¡Que también hoy vuelves a batir todas las marcas!... ¡Una vez más llegando por los pelos al trabajo!».

Han pasado los años. Anciano, y llevando la mano a mi frente despoblada, echa a correr por mi pluma la tinta. Pues, como Silvestre, aún tengo «puestos los ojos en la meta, sigo corriendo hacia el premio...» (Fil 3, 14). Y nunca será tarde, pues la dicha es buena.

# 25 Héctor Rodríguez Sánchez

 

Dorsal 6556, a consulta número 1.

-Me temo que no tiene cura.

-¿Existe, al menos, alguna manera de calmar los síntomas?

-Su reloj GPS le delata, la "coderroralgia" está en fases avanzadas. Pero no tiene de qué preocuparse, este trastorno es más común de lo que piensa. Las últimas evidencias sugieren que compartir su entrenamiento en redes sociales o inscribirse en la próxima carrera popular alivian de manera considerable la ansiedad ocasionada por la necesidad de calzarse unas deportivas.

-Eso me tranquiliza. ¿Cuándo tendría que empezar a preocuparme?

-En los casos más graves, la persona siente la obligación de mejorar sus marcas cada fin de semana, comienza a sumar kilómetros hasta completar una maratón, utiliza términos técnicos que no llega a comprender y se une a otro grupo de corredores que se autodenominan como "runners". Llegados a este punto, no hay vuelta atrás.

-Yo lo único que quería era completar la San Silvestre Salmantina...

# 24 Paloma Lafuente Gómez

 

Sueños


Agarrados de la mano entráis juntos en la línea de meta. Lo haces al lado de ella, el amor de tu vida, tu mujer, tu compañera, tu confidente, la madre de tus hijos, tu todo, una vida entera de aciertos y luchas compartidas. Un mechón dorado cae por su rostro empapado de sudor y un grito en el aire os da la bienvenida. Enfrente están sus hijos y nietos llenos de felicidad dan saltos bajo la mirada atenta de los habitantes de Salamanca.
—Ramiro es el anciano más longevo de la residencia, cada diciembre se asoma a la ventana para ver la San Silvestre y dice que sueña.

# 23 Javier Fragoso Nieto

 

Cual ave fénix

—Treinta y uno de diciembre, un año más. Aunque esta vez es, si cabe, más especial que nunca —pensó mientras realizaba ejercicios de calentamiento—. No pude correr las últimas ediciones, pero siempre tuve presente que retornaría con más fuerza, con más vitalidad; resurgiendo cual ave fénix de mis cenizas con el mismo brío con el que los brotes primaverales hacen resucitar a los árboles del frio letargo del invierno.
Esta Nochevieja regreso a mi casa, regreso a mi carrera. Sé que galoparé con acérrimo pundonor, mas no ganaré la San Silvestre Salmantina; pero mi derrota no será tal, pues este año ya vencí en la carrera de la vida con el apoyo de los míos, con la inexorable ayuda de mi oncólogo y con la férrea convicción de que mis piernas aún tenían muchas zancadas que dar, a pesar de los designios de un, en ocasiones, poco magnánimo destino.

# 22 Jessica Rodríguez Sánchez

 

Un año más

Noto el latido de mi corazón. Cierro los ojos y siento como entra y sale la sangre al ritmo de pulsaciones cortas y lentas como si de un baile frenético se tratase. Mis piernas, tensas, esperan el pistoletazo de salida en un ambiente que danza entre lo festivo y lo competitivo. Oigo risas, algún chascarrillo y noto perfumes variados que atraviesan el frío y que hacen que me pique la nariz. Inspiro, expiro y, despacio, abro los ojos. Los tuyos me atraviesan entre el gentío. Te esperaba. Un año más, estás aquí. Comienza la San Silvestre. Correr nos hace libres y, una vez más, tú, yo y Salamanca corremos hacia la libertad.

# 21 ENRIQUE

 

POR LAURA

Faltaban pocos minutos para la salida de la San Silvestre Salmantina. El termómetro marcaba temperatura negativa, pero me sentía inmune al frío. Apuré esos últimos minutos hablando con Laura, no controlando mi locuacidad. Estuve a punto de confesarle lo que sentía por ella, pues llevaba enamorado de Laura desde hacía 10 años, cuando compartimos clase en la facultad. Pero nunca tuve valor de decirle nada, a pesar de tantas horas compartidas en Salas Bajas.
Notaba mi corazón como si fuera a salirse del pecho, y cada vez que miraba a Laura estaba más nervioso. Salí muy acelerado en cuanto oí el disparo de salida, cegado buscando la meta en San Antonio, aunque faltaban más de 9 kilómetros. Seguí a un ritmo que me asustaba, y en el Puente Romano miré hacia atrás, buscando a Laura. ¿Sería Laura mi aliciente para bajar al fin de 36 minutos en 10 kilómetros?

# 20 Antonio Arteaga Pérez

 

Último tramo

Irene entra en el Paseo del Rollo para afrontar los últimos tramos de la San Silvestre, con el sudor cayéndole sobre los ojos, y los recuerdos del accidente vuelven con fuerza: la noche lluviosa, el coche patinando, el crujido del metal y el dolor insoportable en su pierna. Los médicos le advirtieron que no sería fácil volver a caminar, y mucho menos correr.
Durante meses, luchó contra el dolor y la desesperación de la rehabilitación. Cada paso era insoportable, y cada día las ganas de rendirse eran mayores. Pero no lo hizo. Poco a poco, los pasos se convirtieron en carreras cortas, y estas en kilómetros por Salamanca.
La meta está cerca. No va en primer lugar, ni siquiera cerca, pero no le importa. Cuando cruza la línea de llegada ve a sus amigos, animándola con gritos y aplausos. En ese momento, Irene sabe que ha ganado. Su propia carrera.

# 19 DEEPAM REYERO RODRÍGUEZ

 

El último aliento

Las piernas pesaban toneladas, los pulmones ardían. El reloj marcaba los segundos que lo separaban de la meta. ¿Podría más? Dudó un instante, pero al ver a los niños animando desde las aceras, recordó por qué corría. La San Silvestre era más que una carrera; era una tradición. Con un último esfuerzo, cruzó la línea de meta. La medalla colgada en su pecho era un premio a su esfuerzo, pero más aún, a su espíritu.
El gentío lo ovacionó, una ola de calor humano que lo envolvió. La euforia inicial dio paso a la sensación de satisfacción. Lo había logrado, pero más allá de eso, había conectado con algo más profundo: la comunidad, la superación personal, la alegría de compartir un momento único. Al mirar hacia atrás, vio la ciudad iluminada, las luces navideñas titilando como pequeños fuegos artificiales. Salamanca, se había convertido en su mayor aliada.

# 18 JUAN MOLINA GUERRA

 

LOS ORÍGENES

El grupo peludo, de aspecto simiesco, aguarda, silencioso, en la espesura. En sendas manos la lanza de sílex y el puñal de obsidiana. Pareciera que esperasen una señal. De repente, suena un estampido y el grupo emprende una alocada carrera, campo a través. Pronto, los más jóvenes y fuertes se colocan a la cabeza. Los más viejos y débiles comienzan a rezagarse. El que parece más cansado le dice al que corre a su lado: “ya no estamos para estos trotes”. Su compañero de fatiga, apenas sin aliento, le contesta a duras penas: “…pues esto tiene trazas de durar, amigo.” Por delante del grupo, levantando gran polvareda, un mamut huye, despavorido, por el cerro de San Vicente sobre el río Tormes.

# 17 Alba

 

Calles de Salamanca

El aire frío de diciembre envolvía las calles de Salamanca, pero el calor humano lo contrarrestaba. Miles de corredores, ataviados con disfraces y sonrisas, llenaban la ciudad con una energía festiva. La San Silvestre Salmantina era mucho más que una carrera: era una tradición, una celebración. Las campanas de la catedral resonaban en cada paso, mientras familias y amigos alentaban desde las aceras. Cruzar la meta no era solo un triunfo personal, sino el cierre perfecto del año. En cada zancada, los corredores dejaban atrás lo viejo, avanzando hacia un nuevo comienzo, llenos de esperanza y alegría.

# 16 Omar Rosa González

 

EJEMPLO DE DEPORTISTA

No le cuentes a mi hijo, fue el mejor deportista de su carrera, ganó la Maratón, cree que lo heredó de mí.
Cuando joven practicaba con mucha constancia. Se acercaban los juegos estudiantiles. Llegó el momento de la competencia, ya en la pista, listos para los 800 metros, observé los competidores: había un negrito descomido, otro de la edad de mi tío abuelo, una parejita que parecían dos tortolitos, también estaba un gordo. Al menos a este gordo le gano, pensé. Comenzó la carrera y fue como cuando vas en un avión que te parece que no te mueves. Los vi pasar por mi lado uno a uno. Entraron a la meta casi un minuto antes que yo. La premiación fue así:
• Cuarto lugar: el abuelo de las pistas,
• Tercer lugar compartido: tortolitos,
• Segundo lugar: negrito descomido,
• Primer lugar: Gordo.
Recuerda no contarle a mi hijo.

# 15 Jorge Juan Codina Ripoll

 

La carrera de mi vida

—¡Ay, Dios! Estoy agobiada; hay mucho gentío empujando… ¡Vamos, cariño! ¡Continúa!… ¿Qué? ¿Te duele el costado? Eso es flato. ¡Respira hondo y pisa fuerte! ¡No pares! ¡Queda poco!… ¡No te oigo bien! ¡Gritan como locos!… Sí, pasada la pancarta de llegada, a la derecha… No sé, a unos cincuenta metros… ¡No! ¡Estoy bien! ¡Tú sigue corriendo!… ¡Uf! ¡Qué calor hace aquí! ¡Necesito aire!… ¡Venga, el último esfuerzo! ¡La meta está ahí!… ¿Cómo que no has llegado todavía a la plaza de San Antonio?… ¡Ay, no! ¡Tienes que subir el ritmo o nos darán las uvas!… ¿Que si estoy segura? Es la tercera vez que rompo aguas, ¿recuerdas?… No, no cuelgo.
Escucho sus palabras agitadas, siento sus latidos y esas dichosas contracciones… ¡No me queda espacio para girar…!
Aun así, creo que hoy ganaré mi primera carrera. Y mamá será estupenda: ya me está animando incluso antes de nacer.

# 14 Miguel Angel Sousa Crego

 

Huida

San Antonio estaba engalonado como siempre por estas fechas.He invertido segundos,minutos, horas, días e incluso meses. Y aquí estoy, preparado sin saber cómo lo voy a hacer, y me da igual.No está en mi mano, sólo puedo hacer el máximo,dar lo mejor de mi.Tengo 85 años y mi meta está cerca. Me pongo las zapatillas. Ya están aquí, la pequeña de tres años dice que está preparada. Yo también.

# 13 VERDI

 

DOS POR UNO

En horario laboral entreno a fondo para la San Silvestre Salmantina. Tengo tanta faena que no paro de correr. Lejos de desfondarme, me tomo con deportividad ese “dos por uno” que me permite ahorrarme lo del gimnasio a fin de mes. Eso sí, en cuanto salgo del curro, camino a paso de burra por San Antonio, el Bulevar y casi no me llevan las piernas para llegar a Gómez Ulla. Para cuando llego al club, se han agotado los dorsales. Y no creo que pueda inscribirme nunca salvo que la salida esté en mi Oficina o encuentre de una vez la meta para poder descansar un poco.

# 12 Joaquín Rodríguez Fernández

 

UN DESAFÍO

La luz del sol se divide en las almenas. Sus planos cenitales se ordenan al compás de secretas enumeraciones, formando contraluces que se abrazan a las paredes de las catedrales como líquenes resecos tratando de sobrevivir en la metamorfosis callada de la luz sobre las vetas de oro de la piedra. El río Tormes se desplaza como una lengua de plata siguiendo el sol hacia Poniente, cruza en silencio bajo los arcos del Puente Romano y los pájaros sobrevuelan la ciudad como estrellas fugaces. El silencio que reina en las calles de la ciudad sigue de cerca nuestros pasos, escucha cómo jadeamos y sudamos corriendo sobre el pavimento. La San Silvestre Salmantina es como la vida, un desafío solidario, una carrera hacia la eternidad.

# 11 Juanma Velasco Centelles

 

Qué sí, pero que no

Crujo.
Pero no me rasgo. El frío resultante de la persistencia de la niebla finidecembrina no ayuda a paliar un endurecimiento articular fruto de mis años.
No aspiro a ocupar posición alguna. Solo correr. Llegar. Sentir. Sentirme salmantino. Quizá solo sentirme vivo.
Los míos me han advertido que esta debería ser la última edición. Advierten los quejidos de mi rodilla derecha y de mi cadera izquierda.
–No tienes edad de prótesis –apostillan.
Aunque les he contemporizado que sí, solo yo sé que quiero cantarme y contarme las cuarenta San Silvestres salmantinas.
Las he corrido todas. Sin una solo vacío en el contador. Las 38 anteriores y la inminente actual. Desde mis 25 hasta mis 64. Incluso con buenos registros en los años soleados de mis cuádriceps.
Suena el disparo y dejo de percibir cualquier molestia fisiológica. Muchos delante de mí. Otros tantos detrás.
Me falta una.
O quizá más.

# 10 Carmen Blanes Valdeiglesias

 

CON ALIENTO

Corría y corría, y a lo largo de Gómez Ulloa avanzaba ingrávido y medio en volandas como se avanza en los sueños, pletórico porque su mente de corredor de fondo rechazaba todo lo que no fuera ese movimiento propulsado por una íntima convicción, y si al llegar al Paseo de San Antonio rompió la cinta fue porque en ningún momento pensó en la meta sino en el camino.

# 9 Álvaro A. Yáñez

 

Mi carrera

El aire frío de diciembre golpea mi rostro, pero no me detiene. Es la primera edición de la San Silvestre, 1984. ¡Qué emoción! A mi lado, una chica corre en silencio. No la conozco, pero su presencia es cálida, como si siempre hubiera estado allí.
Los edificios antiguos se deslizan como sombras. Los detalles son borrosos, como si estuviera corriendo en un sueño. Intento recordar por qué esta carrera es tan importante, pero los pensamientos se me escurren.
Estoy cansado. No sé qué hago corriendo. Sin pensarlo, me detengo y la chica se para conmigo.
—¿Por qué corremos? —pregunto, con un nudo en la garganta.
Veo cómo sus ojos se encharcan y me acaricia la mejilla con ternura.
—Estamos en la trigésimo novena edición de tu carrera, abuelo.
No entiendo nada. La miro confuso, dudo de todo, respiro y me pongo a correr… como siempre.

# 8 LUCIA ALCAZAR LARA

 

UN DESEO HECHO REALIDAD

UN DESEO HECHO REALIDAD
Todas las noches, Manuel soñaba con correr la San Silvestre Salmantina. Sentía el frío en su rostro, el ritmo de sus pies golpeando el asfalto, y los gritos de ánimo a su alrededor. En la vida real, sin embargo, estaba atrapado en una silla de ruedas desde hacía años.
Una noche, el sueño fue tan vívido que, al despertar, sus piernas seguían moviéndose. Asombrado, se levantó, tambaleante, y salió a la calle. El cielo aún estaba oscuro, pero las luces de la ciudad brillaban. Comenzó a correr. Sus pies, antes inmóviles, ahora lo impulsaban con fuerza.
Corrió sin detenerse, cruzando la meta mientras la gente aplaudía. Pero cuando el eco de las palmas se desvaneció, la duda lo envolvió: ¿seguía soñando o era todo real? Miró sus manos temblorosas, y la respuesta nunca llegó.
Quizás, en el fondo, no importaba.

# 7 Gonzalo Prieto Barrera

 

EPITAFIO EN EL CIELO

" Aquí yace el extraterrestre atleta al que llamaron; E L H I

J O D E L

V I E

N T..................

. . . . . . . .



# 6 Raúl Garcés Redondo

 

TRAMPA

Soy un tramposo. Lo he sido toda mi vida. En la escuela me servía de chuletas durante los exámenes. En casa, culpaba de los destrozos a mi hermano pequeño o a Canelo, nuestro perro. Por eso cuando anuncié para impresionar a aquella estudiante griega de intercambio, que participaría en la San Silvestre, tenía claro que utilizaría algún atajo. Ya me veía, recibiendo las felicitaciones de Ariadna en forma de beso de tornillo, entre los aplausos del público arremolinado en la línea de llegada cuando abandoné el recorrido para adentrarme en las calles salmantinas. Y aquí sigo todavía, perdido en un laberinto de callejuelas, sintiendo por momentos un bramido aterrador a mis espaldas.

# 5 Eduardo Duro

 

La carrera de Enrique

Desde aquí intento atrapar el alma de los viandantes. Recuerdo cuando los niños llegaban con chanclas hechas con los neumáticos de los automóviles. San José me dio la fuerza necesaria para restaurar una Prosperidad que se hundía en el pasado de sus nostalgias. Mi naturaleza no fusionaba bien con dogmas que se disfrazaban en reglas absolutas y con radicalismos que enmascaraban iras individuales no resueltas. Me quedé atrapado en esta casa del Paseo de San Antonio al rebelarme contra el sistema decimonónico y porque lo temporal nunca me interesó. Cada 31 de diciembre me asomó al alféizar y veo a centenares de corredores. Se ayudan, si uno cae alguien le ofrece una mano amiga, esbozan sonrisas cómplices al llegar a la meta. Yo les lanzo onzas de chocolate para animarles y les doy ánimos. En latín y en griego, faltaría más, que el deporte no está reñido con el intelecto.

# 4 GLORIA FERNÁNDEZ SÁNCHEZ

 

ALICIA EN LA CIUDAD DE LAS MARAVILLAS



Alicia corre detrás del conejo blanco. Observa, a través de la bruma, al Rey, Fray Luis de León, y a su Dama, la Universidad. El escaque es siempre caótico con las dos torres (la Catedral y San Isidoro), caballos, obispos y cientos de peones como ella. La niña lucha por una victoria pues es su única salida de este mundo.
Pronto comenzará la Nochevieja: “Es tarde. Es tarde”, grita el conejo. Ojalá no vistiese ese almidonado trajecito y los zapatos de charol, murmura Alicia. Ve una casilla desocupada al fin del tablero. Allí se convierte en Dama y su velocidad crece.
Le es concedida una medalla y los vítores se expanden. La jovencita ensaya una reverencia cortés. Entonces una mínima puerta se descubre. Se agacha Alicia y baja por un túnel casi infinito hasta el jardín de su casa y centuria, donde una gran fiesta despide al Año.

# 3 victor bailon lorenzo

 

CARRERA ANIMAL SALMANTINA.

LLegó el día. Los animales del bosque se levantaron temprano , era el día de la San silvestre Salmantina . Reunidos junto a la meta. La jirafa, la mas alta del bosque, vestia zapatillas amarillas. El zorro zapatillas a cuadros, la cebra rosadas , y el mono, unas verdes . Cuando la carrera iba a comenzar, la tortuga, con zapatillas blancas, se acercó al grupo. Todos se rieron , pero ella dijo: “No importa si soy la más lenta, lo importante es participar”. Y , con alegría , comenzó la carrera. La tortuga, con paso lento , comenzó adelantar a los demás. Los animales se sorprendieron al verla avanzar y se esforzaron aún más, pero la tortuga seguía ganando . Cruzó la línea de meta el primero . Todos aplaudieron y aprendieron una valiosa lección: la perseverancia y la amistad son más importantes que la velocidad
FIN

# 2 Jesús Marcos Martin

 

Gusanillo

Habita en ti desde que te iniciaste en el arte de correr. A pesar de que su nombre pudiera indicar lo contrario se ha hecho muy grande a medida que han pasado los años y has ido gastando zapatillas por asfalto, caminos y montañas. Compañero de fatigas incansable es quien mejor conoce tus anhelos y futuros retos y también quién te ha llegado a corroer por dentro cuando no podías disfrutar de lo que más te gusta. Si eres corredor sabes que ese gusanillo que hay en ti te acompañará siempre y que la única forma de apaciguarlo es hacer lo que mejor sabes.

# 1 Luis Uriarte Montero

 

Carrera pensativa

Mientras corro en la San Silvestre, recuerdo tu sonrisa, esa que miraban los niños en el borde de tus labios, era contagiosa, el bar donde nos conocimos en Salamanca lo cerraron, la estatua de la plaza por la que corro se te parece, no estás y no caben más nostalgias, al llegar a la meta me siento mejor pensando de nuevo en ti al correr a mi lado para siempre.

 

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